Capítulo 4
1720palabras
2023-10-23 14:25
Mientras tanto, en el hospital, Elvira leía un libro de diseño cuando su tía Tabita la llamó por teléfono.
"¡Hola, tía!", Elvira saludó de forma cortés.
"¡Elvira, qué bueno que estés bien! ¿Dónde estás? ¿Por qué no me avisaste que no vendrías al trabajo hoy? ¡Estaba muy preocupada!", Tabita regañó a su sobrina.
Desde que se despertó, no le avisó a su tía cuándo la iban a dar de alta. El doctor Heredia le indicó que debía permanecer en el hospital durante un par de días.
"Lo siento, tía, olvidé decírtelo. ¡Estoy en el hospital porque tengo fiebre!", no le dijo el verdadero motivo por el que estaba hospitalizada para no preocupar a su familia. Si bien era cierto que tenía fiebre, fue a causa de que la secuestraron la noche anterior.
"¡¿Qué?! ¡Dime en qué hospital estás! ¡Iré ahora mismo!", su tía empezaba a entrar en pánico.
La joven era su única sobrina y desde pequeña notaron que era más débil que otras personas, pues no había un año en el que no tuvieran que llevarla al hospital aunque fuese una vez. Por ello, cuando decidió quedarse en Londres para cumplir su sueño de ser una famosa diseñadora de moda, sus padres se mostraron reacios. Marcel, el padre de Elvira y hermano mayor de Tabita, la hizo prometerle que cuidaría muy bien a su hija y que lo mantendría informado sobre el estado de su salud.
"Estoy en el hospital general San Bondad", replicó con sutileza.
Elvira le tenía mucho cariño a su tía. Debido a la jovial apariencia y personalidad de Tabita, todos pensaban que eran hermanas. A pesar de que era una mujer hermosa e independiente, había estado soltera desde hacía varios años porque una vez le rompieron el corazón. Su primer y único amor la dejó para irse a estudiar al extranjero, y durante su estadía en otro país, tuvo muchas aventuras con diversas chicas. Cuando su tía Tabita se enteró, se enfureció a tal grado que terminó la relación sin siquiera escuchar la explicación del hombre.
"En el hospital general San Bondad, ¿verdad? ¡Muy bien, espérame ahí!", ella colgó tan pronto como pronunció aquello.
Elvira puso el celular en la mesita que estaba al lado de la cama y examinó su entorno de nueva cuenta. En la mañana, no alcanzó a observar el lugar a detalle debido a que Graham se dispuso a interrogarla sobre el secuestro tan pronto como la vio despierta.
Su frente se arrugó con molestia tras recordar a aquel hombre tan arrogante y desalmado. Entonces, se bajó de la cama y aprovechó que ya no tenía el suero intravenoso para pasear por las instalaciones del hospital con total libertad.
No obstante, cuando llegó a la salida de la habitación, Graham, quien acababa de llegar, empujó la puerta, haciendo que se estrellara contra la cara de Elvira. "¡Auch!", ella gritó a la par que se cubría el rostro con las palmas de sus manos.
Aunque el empresario se quedó atónito, no tardó en burlarse al divisar la expresión de la chica. Ella se vio obligada a retroceder tres pasos y a alzar la cabeza con brusquedad.
"¡Qué tonta eres!", susurró lo suficientemente alto como para que Elvira lo escuchara.
"¡¿Qué dijiste?!", inquirió con enfado. Sin dejar de cubrirse el rostro, percibió que un líquido se escurría por una de sus fosas nasales, así que miró su palma y vislumbró sangre fresca.
Graham negó con la cabeza en desaprobación, dejó la maleta en el sofá, colgó su saco negro en el perchero, se aflojó la corbata, se arremangó la camisa, tomó una servilleta de la mesa y se dirigió hacia ella.
"¿Cómo es que eres tan débil?", se quejó a la vez que observaba la sangre que fluía a través de su nariz. "¡Fue solo un golpecito, no puedo creer que estés sangrando!".
Dado que Elvira se había enojado con sus desvaríos, entrecerró los ojos y le dio un golpetazo a la mano derecha que sostenía su barbilla. "¡No tienes que tocarme si te desagrado tanto!".
"¿Cuándo dije eso? ¡¿Acaso no me escuchaste con atención?!", Graham la contempló con intensidad.
"¡Jum! ¿Y cuál es la diferencia? Al fin y al cabo, te quejaste de mi hemorragia nasal, ¡así que deja de fingir que te importo!", Elvira argumentó.
El magnate se limitó a observarla. "Señorita Hidalgo, no me digas que ya eras tan frágil incluso antes de tu infancia", comentó al notar que no era una persona saludable.
"No lo sé, ¡pero siempre me llevaban al hospital una vez al año porque me daban fiebres muy altas!", la joven explicó, se sentó en el sofá, lo miró y añadió de la nada: "Señor, hemos intercambiado palabras desde anoche y aún no sé tu nombre".
A pesar de que el sujeto no le agradaba para nada, fue la persona que la salvó. Además, la llevó al hospital y pagó todos sus gastos, incluyendo esa lujosa habitación VIP.
El magnate, quien estaba parado frente a ella con ambas manos dentro de sus bolsillos, la contempló con seriedad antes de responder: "¡Soy Thiago!".
"¿Thiago? ¿De casualidad tu apellido es Jung, Lim o Liu?", Elvira comenzó a adivinar.
Graham alzó una ceja al notar que todos los apellidos mencionados eran asiáticos. "¿Luzco como un extranjero para ti?".
"Pueees… Aunque probablemente hayas nacido y crecido aquí, te ves como un asiático para mí. ¿Tienes ascendencia china o coreana?", se encogió de hombros, a lo que él ignoró sus comentarios.
Dado que Graham había estado parado por un buen rato, optó por quitarse los zapatos de cuero italiano para poder acostarse. Luego, cerró los ojos, cruzó las piernas, colocó la mano derecha sobre su frente y su mano izquierda sobre el abdomen. Debido a que medía 1.90 metros de altura, ocupaba casi todo el sofá que tenía una capacidad aproximada de cinco personas, y por si fuera poco, sus pies sobresalían ligeramente, rozando las piernas de la mujer.
Elvira se quedó boquiabierta y perpleja ante su descaro, por lo que se quejó de inmediato: "¡Oye! ¡¿Qué crees que haces?!".
Sin levantarse, Graham le echó un vistazo por encima de sus propios pies y se volvió a llevar la mano derecha a la frente.
"¡Eeeey! ¡Me estás tocando! ¡Esto se puede considerar como acoso!", exclamó.
Ante su acusación, sus cansados párpados se entrecerraron antes de que se parara frente a ella y la observara con intensidad.
Elvira se irritó a causa de su apatía, por lo que se puso delante de él, se llevó las manos a la cintura, alzó la barbilla, sacó el pecho e intentó intimidarlo: "¿Estás tratando de aprovecharte de mí, señor Thiago?".
"¡Oye, jovenci…!", Graham comenzó a protestar, pero la chica lo interrumpió con enfado.
"¡Ya te dije que no soy una jovencita! ¡Tengo veintitrés años! ¡¿Qué te pasa?!".
En realidad, Graham trataba de indicarle cuál era su apellido; y aunque ella lo malinterpretó, no se tomó la molestia en aclarárselo. Lo único que deseaba era recuperar el sueño, ya que no había dormido bien en los últimos días. Esa fue la razón por la que intentó dormir en el sofá.
Antes de que Elvira emitiera otra queja, él la cargó y la arrojó sobre la cama como si fuera un saco de patatas. Pese a que aquel no era el típico colchón de los hospitales, sino que era muchísimo más cómodo y grande, no la salvó de que le doliera la cintura por el impacto.
"Señor Thiago, ¿no ves que soy una paciente? ¡Deberías tratarme con delicadeza!", la mujer refunfuñó, se sentó en el borde de la cama y se sostuvo las caderas.
"¡La palabra «delicadeza» no forma parte de mi vocabulario!", él replicó con una sonrisa burlona.
Justo cuando ambos empezaron a discutir, Tabita entró a la habitación y exclamó: "¡Elvira!". Al ver la actitud del chico, lo tomó de los hombros y lo sacudió. "¡¿Por qué le gritas a mi sobrina?!".
El enojo de Graham aumentó con los reclamos de Tabita, así que miró a uno de los hombros que la mujer tocó y lo limpió como si le acabara de caer suciedad.
"¡Oye! ¡¿Cómo te atreves?!", Tabita se sintió ofendida y lo fulminó con la mirada antes de dirigirse hacia su sobrina, quien estaba contenta de que su tía fuera a visitarla.
"¡Elvira, no me digas que es tu novio! ¡Jamás voy a permitir que estés con alguien así! ¡Te ataré y te encerraré en una jaula si no terminas con él!", Tabita le advirtió con desdén, hasta se persignó.
"¡Tía, ese tipo no es nadie importante, así que no pierdas el tiempo con él!", Elvira unió fuerzas con la otra mujer para molestar al empresario, quien en ese momento se limitaba a emitir algunas risitas y a sonreírles, aunque en realidad pensaba: «¡Son como la versión femenina de la película 'dos tontos muy tontos'!».
"¡Señora, no estoy interesado en su sobrina! ¡Las mujeres con las que salgo son mil veces más hermosas que ella!", Graham respondió y realizó un gesto de desagrado.
Al oírlo, el pecho de Tabita comenzó a agitarse. "¡¿Cómo que «señora»?!".
"¡Bah, no tengo tiempo para esto!", el magnate suspiró de frustración, ignoró a ambas, tomó su maleta junto a su saco y salió de la habitación. Dado que cerró la puerta de golpe, las dos mujeres se sobresaltaron.
"¿Quién di*blos es él?", confundida, Tabita le preguntó a su sobrina.
"Es el señor Thiago y…", realizó una pausa debido a que estuvo a punto de mencionar sobre el secuestro. Entonces, optó por agregar: "Lo conocí en el hotel anoche…".
"¡¿Cómo que lo conociste en un hotel?!", su tía se quedó asombrada ante su revelación.
"¡No, tía! ¡No lo malentiendas! Escúchame primero", la joven comenzó a entrar en pánico. Conocía demasiado bien a su tía y sabía que la iba a regañar sin siquiera confirmar si lo que le dijo era cierto o no.
"¡Le prometí a tu padre que te iba a cuidar…!", jaló a su sobrina por la oreja, a lo que Elvira frunció el ceño de dolor.
"¡Tía, suéltame! Te juro que te lo explicaré todo. ¡Trátame con delicadeza, estoy enferma!".
"¡La palabra delicadeza no forma parte de mi vocabulario!", Tabita replicó con severidad.
Elvira la miró con incredulidad, no podía creer que su tía dijera la misma frase que Thiago. ¿Qué estaba pasando con el mundo?