Capítulo 43
976palabras
2024-04-05 23:51
Capítulo Cuarenta y dos
La Orden Negra I
El hecho de que nunca hubiera visto un castillo tal vez hacía mella en mi objetividad en aquellos momentos, pero nadie podía negar que aquel lugar era espléndido.
Tenía tres torres redondas, una principal grande y dos más chicas que formaban una especie de triángulo, unido por enormes muros. El techo era de color gris oscuro y las paredes de piedra. En el centro del triángulo había un patio con diversas puertas para ingresar a las distintas alas del edificio, que era usado en parte como museo y en parte como residencia para quienes quisieran pasar un tiempo allí. Solo un área de la fortificación no se encontraba abierta al público, y allí era donde nos alojábamos nosotros.
Me detuve en medio del patio y admiré el lugar que me rodeaba, aún anonadada por la magnificencia del mismo. Anthony me rodeó la cintura con un brazo y me volví hacia él con una radiante sonrisa.
―Un poco de historia para ti ―dijo divertido―. Heinrich Himmler, quien fue el líder de las SS, compró el castillo y se encargó de su restauración. En su opinión este lugar era perfecto para llevar a cabo el «entrenamiento» de las tropas de las SS y conferirles mayor fuerza. La verdad es que aquí se reunían los más allegados a Hitler, todos ellos inmortales, y traían a aquellos que merecían ser convertidos para luchar por su causa. La estructura del edificio es muy particular. La forma que observas, como si fuera un triángulo, simboliza una flecha orientada hacia el sur-norte que representa un vector que apunta hacia el origen de la cuna aria.
Anthony se dirigió hacia la torre norte y ambos entramos para encontrarnos con un contingente de turistas que escuchaba a una joven guía.
―Esta torre tiene algo peculiar ―susurró el vampiro―. Aquí se encuentra la GruppenführerSaal. Te lo mostraré.
Dejamos atrás al grupo de visitantes y nos adentramos más en la torre hasta llegar a una sala. Era circular, con las paredes de piedra y unas pequeñas ventanas por las que apenas entraba luz. Había doce columnas de piedra y un círculo en el centro del que partían doce rayos formados por dos extraños símbolos que Anthony tradujo como runas de la victoria. Al recorrer la sala sentí una extraña sensación de deja vú.
―Esto no es todo. ―Anthony me tomó de la mano y me arrastró con él por una puerta baja y unas escaleras que descendían hacia las entrañas de la tierra. Pronto salimos a un lugar pequeño y oscuro, los muros allí se veían viejos y el lugar casi asfixiaba, el único oxígeno ingresaba por unas pequeñas aberturas que estaban en lo alto. En el centro se encontraba la misma edificación que habíamos visto en la sala anterior, el círculo rodeado de doce asientos de piedra.
―La cripta Walhalla ―susurró mi vampiro y su voz resonó extraña allí dentro.
Me solté de su agarre y caminé hacia el centro del círculo, intrigada. Observé las paredes y comprobé que el lugar era demasiado pequeño. Levanté la vista hacia el techo que se alzaba no muy arriba y me asombré al percibir que en el medio había un dibujo tallado en el canto, que se encontraba iluminado. Tardé unos minutos en encontrarle sentido al extraño diseño hasta que por fin tomó forma en mi mente. Comencé a sentirme mareada.
―¿Estás bien? ―Anthony estuvo junto a mí en menos de un segundo y sostuvo mi peso contra él. Me rodeó con sus brazos y sus manos acariciaron mi cabello―. Maia, dime algo ―solicitó preocupado. Abrí los ojos y enfoqué su rostro.
―Sí… ―susurré despacio. Imágenes extrañas se arremolinaban en mi mente; sabía que habían sido puestas allí por Camilla.
―Salgamos de aquí. Falta el aire.
―No, espera. ―Me solté de su abrazo y volví a mirar el dibujo del techo―. ¿Qué es eso?
―Es la svástica, el símbolo utilizado por los nazis.
―Lo he visto antes.
―Estoy seguro que sí, aparece en muchos lados. Hitler lo usaba como estandarte.
―No de esa forma, como la bandera nazi. Lo he visto como aquí, tallado en el centro de un círculo de piedra en el piso. En un lugar como este, con el mismo diseño con los doce asientos de piedra. ―Lo miré ansiosa.
―¿Dónde? ―preguntó interesado.
―Anoche. ¿Recuerdas que soñé con Camilla? Ella se encontraba allí, solo que se hallaba en el medio del bosque. Había más vampiros y todos llevaban capas con capuchas negras cubriéndoles el rostro. Hablaban y cantaban en un idioma que no conozco y ella se adelantó para dejar su identidad al descubierto. Fue allí cuando se dio cuenta de mi presencia y me habló. Llevaba un colgante en el cuello que tenía el mismo símbolo y un anillo con una calavera.
Hablé con rapidez y las palabras salieron a borbotones. Sin embargo, sin saber por qué, me abstuve de nombrar al muchacho rubio con la espada.
―¿Estás segura?
―Sí.
―¡Qué estúpido soy! ―Caminó dos veces por dentro del círculo mientras miraba ocasionalmente el dibujo―. Salgamos de aquí, creo que Camilla, sin darse cuenta, nos ha indicado el camino.
Subimos las escaleras, dejamos la torre norte y entramos en la parte del castillo donde nos alojábamos. Wilfred apareció.
―Vamos a bajar ―ordenó Anthony.
El hombre asintió y nos guió hacia una sala donde ardía un crepitante fuego. En una de las paredes había un mueble que exhibía antiguas estatuillas y al que Anthony se acercó con paso lento. Estiró la mano hacia una de las imágenes y la movió de lugar, entonces, a un costado, se abrió una pequeña puerta que hasta ese momento había permanecido oculta.
―Maia vas a entrar a un lugar que no ha sido pisado nunca por un mortal ―y sin más se adentró en la abertura. Titubeé unos segundos antes de seguirlo.