Capítulo 41
1835palabras
2024-03-21 03:50
Capítulo Cuarenta
Tormenta
―¿Te encuentras bien? ―preguntó el vampiro con mirada escrutadora.

―Eh... sí. ―Intenté esbozar una sonrisa tranquilizadora. Mis ojos recorrieron la habitación, deleitándose aún más con la magnificencia de la misma. Nunca antes había estado en un castillo, por lo que cualquier cosa que veía me parecía fascinante.
―Te escuché gritar ―insistió él. Entró en la habitación y se acercó a mí.
―Fue solo un sueño ―dije avergonzada.
―¿Con Camilla?
―Sí, ella me sigue acosando. A veces me pregunto cómo le resulta tan fácil entrar en mi mente. O tal vez soy yo la que imagina cosas.
―Es ella. Algunos de nosotros tenemos la habilidad de entrar en la mente ajena, e incluso manipularla.

―¿Tú puedes hacer eso?
―Sí. Los vampiros somos seres psíquicos, gran parte de nuestros poderes residen ahí y si aprendemos a utilizarlos tenemos infinidad de posibilidades.
Imaginé a la feroz vampiresa que me perseguía con poderes infinitos y me estremecí. ¿Qué probabilidad de ganar tenía contra ella si llegaba el momento en que deberíamos enfrentarla? Ninguna, lo sabía, mi vida dependía de Anthony.
―Tengo miedo ―admití. Lo único que me tranquilizaba era el ser que tenía frente a mí, aquel que se había convertido en mi compañero. Lo extraño era que ya no sentía hacia él ningún temor, al principio mi instinto de supervivencia me había llevado a crear una barrera que me protegiera de su presencia, pero ahora lo único que deseaba era estar cerca de él.

―No temas ―susurró Anthony con voz dulce y tranquila―. Todo saldrá bien. ―Alzó su mano y acarició mi mejilla. Ese mínimo contacto hizo que todo dentro de mí se revolucionara y, sin pensarlo, me adelanté un paso y lo abracé. Oculté mi rostro en su pecho y dejé que algunas lágrimas escaparan de mis ojos.
Él tardó unos segundos en reaccionar, sus brazos se cerraron alrededor mío y su mano se deslizó por mi cabello mientras me estrechaba contra él. Extasiada dejé que me envolviera su aroma y su cuerpo, disfruté las delicadas caricias en mi espalda y me regodeé con la textura de su torso.
―Yo estaré aquí contigo, te protegeré, no dejaré que nadie te haga daño. Confía en mí. ―Su aliento rozó mi oreja y se perdió entre mi pelo haciéndome cosquillas. Una sensación extraña que comenzó en mi estómago y subió hasta mi pecho se apoderó de mi ser, y mi corazón se desbocó alocado. Los latidos se volvieron audibles hasta para mí y me avergoncé de que las reacciones de mi cuerpo me delataran frente a él. Me aparté de su abrazo e intenté no mirarlo a pesar de que mi rostro se había teñido de rojo.
―Gracias ―desvié la mirada.
―No te avergüences. ―Me tomó de la barbilla con una mano y me obligó a mirarlo. Sus ojos tenían un brillo que antes no había visto y una sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. Me atrajo de nuevo hacia él y me volví a perder entre sus fuertes brazos―. Si pudieras escuchar mi corazón, te darías cuenta de que está tan acelerado como el tuyo ―susurró.
Sus palabras me tomaron por sorpresa y, apoyada contra su pecho, intenté escuchar el más mínimo sonido que me delatara que dentro suyo latía un corazón, pero mi oído humano no pudo captar nada.
―Creo que solo soy yo la que no puedo controlar las reacciones de mi cuerpo cuando estoy contigo.
―Pues es hora de que sepas que estás equivocada ―respondió Anthony sin soltarme. Alcé la mirada hacia él y mi rostro debió indicar confusión porque él dejó escapar una carcajada, divertido―. ¿De verdad piensas que no me atraes? ―preguntó―. Y no me refiero a que me atraigas como una presa.
―En realidad creo que el que tiene una presencia fuera de lo normal y es capaz de embobar a cualquiera eres tú.
―Es cierto, pero si mal no recuerdo al principio huías de mí porque sabías lo que era. Eres la única que me conoció sabiendo que soy un monstruo y conociendo parte de mi pasado, por lo que era normal que huyeras de mi persona. Además nunca usé mis poderes contigo.
―¿Nunca?
―Bueno… tal vez en alguna ocasión para tranquilizarte. Pero solo para eso, no para que te sintieras atraída. Es la primera vez que un mortal se acerca a mí sin que la presione psíquicamente. Puedo ser muy persuasivo cuando me lo propongo. Eso sin contar que has confiado en mí a pesar de que intenté atacarte.
Esbocé una débil sonrisa y llevé una mano a su rostro, mis dedos recorrieron su mejilla y sintieron la seda de su piel. Anthony cerró los ojos para disfrutar mi toque durante unos segundos y cuando los abrió el intenso gris de ellos me envolvió con fuerza. Sus brazos no me habían soltado y percibí que sus dedos rozaban mi cuello para luego atraerme hacia él. Sus labios se posaron sobre los míos y todo a nuestro alrededor se desvaneció. Solo quedó él, la delicia suave y delicada de su beso, el sabor exquisito de sus labios, el aroma profundo de su piel y la textura aterciopelada de sus dedos en mi rostro.
Mis manos recorrieron su cara y se deslizaron por su cabello para enredarse en él, mi cuerpo se acercó más al suyo, deseoso de sentirlo cerca, y se amoldó a la posición que mantenía. Anthony me sostuvo de la cintura con fuerza, como si con ese simple gesto me dijera que no pensaba dejarme ir. Volvimos a besarnos, esta vez con más pasión, haciéndonos sentir que en ese momento no había nada más que nosotros. La seda de su lengua jugó con la mía y mi cuerpo se estremeció. Sin darme mis manos se apresuraron a recorrer su espalda, con el deseo carcomiendo mi ser. Quería desvestirlo en ese mismo instante y que él desatara toda su pasión que parecía mantener contenida, a pesar de estar besándonos de la forma en que lo hacíamos.
Tuve que separarme cuando creí que me faltaba el aire. Apenas me moví hacia atrás para poder respirar y me di cuenta de que mis piernas parecían haberse convertido en gelatina. Me quedé sostenida a él, con mis brazos alrededor de su cuello a la espera de que la respiración se regularizara y los latidos de mi corazón se sosegaran. Mi cabeza aún daba vueltas y un calor abrazador se había apoderado de mi ser.
―Lo lamento ―Anthony escrutó mi rostro.
―No, yo… no lo sientas ―susurré―. Ambos lo queríamos ―dejé caer mis brazos y me alejé. Lo observé en silencio para descubrir en su semblante la misma satisfacción que debía denotar el mío.
―Sí, lo sé, pero soy yo el que debería cuidar de ti ―dijo él.
Titubeé unos segundos antes de hablar.
―Eso está mal, ¿verdad? ―dije con pesar―. Somos diferentes, yo soy humana y nunca seré vampiro, y tú eres un inmortal que nunca volverá a ser humano.
―Eso es cierto. Yo no puedo volver a ser como tú y nunca te pediría que fueras como yo. Además debo intentar mantener la… compostura contigo y, en general, cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos es muy difícil que no sienta la necesidad de… morderte. Pero estoy dispuesto a hacerlo.
―¿Cómo sería entonces? Quiero decir, ¿qué futuro podríamos tener juntos? No puedes estar conmigo sin riesgo a convertirme en una criatura como tú. Cuando dejemos de huir, cuando todo esto termine, ¿cómo podré estar contigo? Serías mi «amigo» que se mantiene siempre joven mientras yo me marchito. ¿Irías a mi funeral? ―Lo miré con seriedad. Me destrozaba pensar que lo mío con Anthony era imposible, nunca antes había sentido algo así por nadie. No era justo que la única vez que alguien lograra despertar estos sentimientos en mí, nuestras diferencias nos separaran. Pero era la verdad y prefería enfrentarla ahora.
―Yo podría hacer eso. ―Dio un paso hacia mí. Le hice una mueca para darle a entender que no era una opción―. Bien, tienes razón, somos de dos especies diferentes y nunca lograremos construir algo juntos, no podemos pensar en un futuro, pero sí concentrarnos en el presente ―otro paso más―. Por ahora no puedes separarte de mí porque estoy encargado de tu seguridad. ¿Crees que podríamos disfrutar de este tiempo que se nos ha regalado para estar juntos antes de pensar en separarnos?
Lo miré indecisa, sabía que si me entregaba a lo que sentía por él sufriría cuando todo terminara. No quería salir lastimada, pero tampoco quería negarme la oportunidad de ser feliz aunque fuera por una etapa fugaz. ¿Cuántas personas han dejado escapar pequeños instantes de felicidad que podrían haberles cambiado la vida por miedo a salir heridas? ¿Cuál sería el precio por un pedacito de cielo, por unos días de vida en el paraíso junto al ser que tanto deseaba? ¿Estaba dispuesta a pagar, a disfrutar al máximo lo que el destino ordenara estar a su lado para luego perderlo?
Sus ojos grises se encontraron con los míos y volví a hundirme en ellos, di un paso hacia él para volver a ocultarme en su pecho. Anthony era mi protector, mi puerto seguro, mi llave a la felicidad, ¿por qué iba a evadirlo?
―Tienes razón ―dije por fin―. No pensemos en el futuro, dejemos que los acontecimientos de lo que va a suceder nos revelen el tiempo que tenemos para estar juntos. Encontraremos la forma.
Él sonrió y sus ojos lo acompañaron con un atisbo de alegría. Volvió a tomarme del rostro y me besó con delicadeza, saboreando el momento.
―Mejor dejo que descanses ―dijo al separarnos―. Mañana tengo mucho que enseñarte.
La habitación se iluminó a causa de un rayo y el sonido estruendoso de un relámpago me hizo sobresaltar.
―No puedo creer que le tengas miedo a una tormenta ―sonrió Anthony―. Luchas contra vampiros y te sobresaltas por un relámpago.
―En realidad tengo miedo a dormir sola. No quiero que Camilla vuelva a entrar en mi mente.
―¿Quieres que me quede contigo? ―Su voz sonó suave.
―¿Hasta que me duerma?
―Me quedo a velar tus sueños ―respondió él―. Conmigo a tu lado Camilla no volverá a molestarte. Al menos por esta noche.
Sonreí agradecida. Anthony me guió de la mano hasta la cama. Me metí adentro, dejé que me tapara con las mantas y se recostó a mi lado. Apoyé mi cabeza sobre su torso y él me rodeó con sus brazos, sus dedos recorrieron mi cabello en una caricia que logró quitarme todos los miedos.
―Duerme tranquila Maia, yo te protegeré ―susurró. Me besó en la frente y yo cerré los ojos para abandonarme a la seguridad que me ofrecía.
Ya no me importaba que fuera un vampiro y yo humana, ni el hecho de que en cualquier momento tendríamos que separarnos para volver cada uno con su vida. Estaba decidida a olvidar lo que podía suceder en el futuro para disfrutar el periodo de felicidad que se me ofrecía. Lo único que quería era estar a su lado.