Capítulo 40
1078palabras
2024-03-20 06:54
Capítulo Treinta y nueve
Un sueño
La vegetación rebujada y apretada hacía casi imposible el ingreso de luz solar. Parecía que fuera de noche, sin embargo recordaba haber visto el sol en su cénit cuando había decidido adentrarme en el bosque que rodeaba el castillo.

Al principio todo había sido hermoso y perfecto, un lugar de ensueño con cientos de años de existencia. Sin embargo, ahora sentía que todo se había vuelto negro, oscuro y terrorífico. ¿Dónde me encontraba? Anthony me había dicho que el bosque no era un lugar peligroso y un guía turístico lo recorría varias veces al día con los visitantes; entonces ¿por qué no había nadie?
Hice un esfuerzo por calmarme y no pensar en nada en particular, estaba segura de que si continuaba mi camino encontraría la tan ansiada salida. A mi alrededor el sonido del trinar de los pájaros disminuyó con lentitud hasta que por fin cesó por completo, una leve brisa helada meció las copas de los árboles y me hizo estremecer.
Mis pasos se volvieron cada vez más afanosos mientras buscaba el indicio de un sendero que me sacara de allí. El silencio más absoluto se apoderó del lugar y todo pareció quedar suspendido en el tiempo y el espacio, paralizada entre la frondosidad, sola y sin saber a dónde dirigirme. De pronto una lenta melodía surcó el aire y llegó a mis oídos. El sonido era suave y melodioso, tanto que me pregunté quién podía tener una voz tan hermosa.
Volví a recuperar el movimiento y mis pies se dirigieron hacia el lugar de donde provenían los acordes. La música cambió y me invadió el terror, ahora parecía un lamento profundo. Otras voces se unieron a coro, hablando en un idioma que no pude descifrar, con palabras extrañas y sonidos agudos y sibilantes.
Continué mi andar a paso lento hasta encontrarme con un claro en medio del bosque. Era un círculo libre de pasto y árboles, revestido de roca y que se mantenía en la oscuridad a causa del follaje que rodeaba el lugar, formaba una especie de cúpula por la que apenas ingresaban algunos haces de luz.
Doce columnas de roca se encontraban en la orilla del círculo. Delante de ellas había doce asientos de piedra ocupados por figuras vestidas con capas negras, cuyas capuchas ocultaban sus rostros. A cada silueta lo acompañaba un animal, desde lobos, leopardos y tigres, hasta cuervos y águilas. En medio había otro círculo en un nivel más bajo, limitado por un pequeño muro.

Me detuve, el corazón me palpitaba con fuerza y el miedo me recorría la piel ante el hecho de ser descubierta por aquellos extraños. Todos cantaban esa extraña y terrorífica melodía, con voces hermosas y afinadas, un coro perfecto y armonioso. El cántico siguió mientras una de las figuras se ponía de pie y se adelantaba para quedar en el centro, su capucha estaba echada sobre su cabeza para cubrir su identidad, pero la figura llevó una blanca mano hacia ella y la dejó caer hacia atrás. Una exclamación quedó trabada en mi garganta cuando reconocí quien era.
―Amigos míos. ―La vampiresa esbozó una sonrisa maléfica―. Mis hermanos de sangre, me alegra que nos encontremos hoy aquí. Estamos cerca de lograr lo que hemos planeado durante años.
Sus ojos escrutaron a los presentes con detenimiento hasta que de pronto se posaron en mí. La sangre huyó de mi rostro cuando me di cuenta de que había sido descubierta. Camilla sonrió y en menos de un segundo se encontraba frente a mí. Se llevó la mano al medallón de plata que colgaba en su cuello, era grande, circular y tenía grabado una especie de sol negro con doce rayos retorcidos en forma extraña. Un anillo con una calavera en relieve brilló en su dedo.
―Vaya Maia, no te esperaba hoy aquí ―murmuró satisfecha. Acercó su rostro y su ferocidad me paralizó―. Espero que Anthony esté dispuesto a protegerte de verdad porque no desistiré de mis planes con tanta facilidad. No lo olvides, tú eres mía ―su dedo se posó en mi mejilla y de pronto un rugido resonó con fuerza a mi lado.

No hacía falta que me volviera para saber que se trataba de la pantera compañera de Camilla. Sentí el aliento del animal en mi mano derecha y sus dientes rozaron mis dedos.
―Todavía te falta tanto por descubrir. ¿Acaso no te has preguntado por qué siempre te sentiste atraída por nosotros? ¿No pensaste que, tal vez, puede ser algo, no lo sé, heredado? ―Sonrió con satisfacción y acarició a la pantera―. Puedo darte las respuestas que necesitas.
Una carcajada se oyó en la lejanía, un aullido desgarró el aire y un relámpago rasgó el cielo y se descargó contra la tierra.
Un muchacho apareció de pronto en el centro del círculo. No lo vi llegar, simplemente se materializó de la nada. Vestía pantalón y remera negra, y una capa verde oscura de una tela gruesa y pesada. Esbozó una sonrisa sarcástica y me sorprendí al notar que se trataba de un mortal. Su cabello era rubio claro, casi blanco, y sus ojos refulgían de un color verde intenso. Se llevó la mano derecha hacia la espalda y sacó una espada que colgaba en ella.
―La chica. ―Me señaló―. Es una de los nuestros, no permitiremos que os apoderéis de ella.
―¿Y quién va a impedírmelo? ¿Tú? ―cuestionó Camilla. Los demás vampiros se apresaron para atacar. Un grito sonó en la lejanía...
Desperté sobresaltada, intentando definir dónde me encontraba y qué era lo que sucedía, sin estar segura si era de noche o de día. Mis ojos se encontraron con un ventanal que dejaba ver el cielo nocturno tachonado de brillantes estrellas, fue cuando recordé que estaba en una de las habitaciones del castillo de Wewelsburg. Me senté en la cama e inspiré hondo para sacar de mi cabeza aquellas extrañas imágenes y el sonido de la voz de Camilla que aún retumbaba dentro de mí. ¿Y aquel muchacho rubio que había aparecido? No lo conocía, no lo había visto nunca en mi vida, pero algo en él me desconcertaba.
―Solo fue un sueño ―susurré mientras saltaba del lecho y me dirigía a la ventana. Afuera las ráfagas de viento movían las copas de los árboles y las nubes se aprestaron a cubrir el cielo con una rapidez inusitada. La lluvia comenzó a caer con fuerza. De pronto la puerta se abrió y Anthony apareció en el umbral.