Capítulo 35
1282palabras
2024-02-02 20:17
Capítulo Treinta y cuatro
Reunión
Transitábamos las calles de París en un Volkswagen Vento color negro con vidrios polarizados. Me divertía el interés de Maia en observar todo lo que había a su alrededor, hacía demasiados años que yo me había aburrido de recorrer el mundo.

Ya caía la tarde cuando terminamos de atravesar parte de la ciudad y nos detuvimos frente a un gran edificio moderno. Un cartel con letras doradas rezaba «La maison dorée», debajo del cual ponía las siglas K.G.A «Knigth Group Asociation».
Enseñé una tarjeta al guardia de la entrada y nos abrió la puerta para dar paso a una amplia sala de recepción, con el piso de mármol y las paredes de granito gris oscuro. Todo pulido, brillante y simétrico.
―¿Asombrada? ―pregunté a Maia cuando traspuso la entrada y se quedó observando absorta el lugar.
―Bastante. Cuando dijiste que nos encontraríamos con un grupo de vampiros milenarios en París imaginé un lugar un poco más… ―pareció buscar las palabras adecuadas.
―¿Anticuado?
―Conservador ―rectificó―. ¿Dónde estamos? ―cuestionó mientras nos dirigíamos a los ascensores.

―Este lugar es un banco. ―Inserté una llave en la parte superior del tablero del ascensor, di una vuelta a la derecha y se encendió una luz verde; de inmediato el ascensor comenzó a subir―. Uno de muchos pertenecientes a una cadena de bancos que, a la vez, depende de un grupo financiero económico e industrial llamado «Knigth Group Asociation».
―Imagino que esa dichosa agrupación estará formada por los mismos integrantes del clan ―dijo ella suspicaz.
―En gran parte. Tenemos miembros que rotan también, ya sabes…
―Mortales ―terminó la frase por mí―. Vaya, nunca imaginé vampiros banqueros. ―Sonrió.

―¿Qué pensaste que haría un grupo de inmortales? La mayoría de los que formamos parte del grupo fuimos hombres ricos e importantes en nuestra época. Líderes, reyes, príncipes, duques, condes. Nos gusta la buena vida, y para alguien que lleva muchos años aprendiendo sobre economía y finanzas y toda una eternidad para hacer dinero, el mercado bursátil es lo ideal. Claro que «Knigth Group» se dedica a otras áreas aparte de la económica financiera, de acuerdo a lo que convenga en el momento y pueda sernos de utilidad.
―Creo que empiezo a verle el lado bueno a esto de la inmortalidad ―expresó Maia en el momento que el ascensor se detenía.
Habíamos llegado al piso número veintitrés, aquel al que solo tenían acceso los del clan. Me bastó observarla dos segundos para darme cuenta de que estaba asustada, aunque ella intentara disimularlo.
La conduje por un pasillo hasta que llegamos a una sala donde había varios sillones de color negro junto a la ventana.
―Primero entraré solo. Siéntate aquí y disfruta el panorama. ―Corrí la cortina para que entraran los últimos vestigios de luz. Maia asintió en silencio y se sentó, sus manos jugaron nerviosas sobre su regazo―. Todo va a estar bien ―susurré colocando una mano sobre las de ella. El latir de su corazón se aceleró y se hizo cada vez más audible, música para mis oídos y deleite para mi vista cuando apartó la mirada con las mejillas teñidas de rojo. El deseo asaltó mi cuerpo una vez más, haciéndome estremecer, sintiendo cada parte de mi ser responder a ella, querer agarrarla en ese momento y deleitar el sabor de su piel y su sangre. Hacerla mía.
―Confío en ti ―dijo en voz baja, y eso me dio la fuerza para retroceder y contenerme.
―Te llamaré cuando puedas entrar. ―Abrí la puerta de doble hoja que había a un costado y me adentré en la sala.
Todos estaban allí, sentados alrededor de una gran mesa de reuniones.
―Llegó el que faltaba ―enunció la voz melodiosa de Alejandro. El vampiro rubio y alto se encontraba sentado en el extremo opuesto, encabezando a los demás. Sus ojos suspicaces me observaron unos segundos y luego asintió.
Me dirigí hacia él por el costado izquierdo y me acomodé a su lado, a la derecha de un vampiro de cabello oscuro y trenzado que se limitó a sonreír con una mueca torcida.
―Buenas a todos ―saludé mientras tomaba mi lugar.
―Vaya Vlad, nos has tenido al vilo con esto ―dijo mi compañero con un marcado tono de desaprobación.
―Lamento haber importunado tus tan importantes tareas, Ethele.
―No le hagas caso, Vlad ―interrumpió Mary, su largo cabello rojizo estaba recogido en una cola―. Ethele se preocupa de más por sus negocios. ―Esbozó una devastadora sonrisa.
―Cuéntanos lo que has visto. ¿Qué se trae entre manos nuestra querida Juliette? ―cuestionó Alejandro casi con sarcasmo.
―Saqué a Maia de la Bahía hace quince días y ella nos siguió. Primero la llevé a otro pueblo de la costa Argentina y fuimos atacados por dos vampiros neonatos ―un rumor recorrió la sala, sabía que aquello no gustaría a nadie. Juliette abrazando adeptos a diestra y siniestra era algo a lo que temer―. Decidí entonces llevarla a la capital, allí ella no utilizaría neonatos porque delataría su presencia. Hace dos días fuimos atacados por tres de los nuestros, uno de ellos era Vladimir.
―Se tomó el trabajo de contratar a un mercenario ―recalcó Alejandro pensativo―. Dime qué tiene la chica que la lleve a tomar esas medidas.
―Es su aura, ¿verdad? ―preguntó una voz más alejada. Me volví para encontrarme con Jack que estaba en el extremo opuesto de la mesa.
―Sí. Creo que tiene que ver con ello.
―O sea que es verdad ―dijo el hombre que estaba frente a mí.
―Sí, Hernán, es factible que lo sea ―respondí mientras me reacomodaba en la silla para sopesar mis palabras.
―¿Ella lo sabe? ―cuestionó Mary.
―No tiene idea. Juliette la distrajo contándole su historia. Cuando llegué ella ya sabía de nuestra existencia.
―¿Qué trama? ¿Hay más detrás de ella? ―preguntó Jack.
―Creo que hay más de lo que imaginamos. Juliette ha planeado esto desde hace tiempo, aunque aún no puedo dilucidar qué es lo que se trae entre manos.
―¿La situación es tan extrema como para reunirnos? ―cuestionó Ethele con un deje de desprecio.
―Tanto como para decidir intervenir ―respondí con rapidez―. Esta vez Juliette lo ha pensado muy bien, podemos esperar cualquier cosa, y Maia es una parte esencial en su plan. El otro que es como ella es inalcanzable para todos nosotros; sabe lo que es, está adiestrado, comanda su propio grupo y es un cazador sanguinario. En cambio Maia ha vivido en la ignorancia, no tiene idea de lo que la rodea y eso es lo que Juliette quiere aprovechar.
―¿Podemos hablar de guerra? ―cuestionó Mary sin dejar de mirarme.
―Es probable.
―Vaya, no imaginé que sería para tanto ―replicó la pelirroja recostándose en el respaldo de la silla.
Volví la vista hacia Alejandro que me observó sin decir nada. Caviló unos segundos y el silencio reinó en la sala mientras cada uno de los presentes meditaba lo que se venía.
―Lo imaginé ―asintió ―. Juliette deseó el poder desde que abrió sus ojos a la nueva vida. Nunca lo consiguió como en verdad quería, no obstante su inactividad en los últimos años era sospechosa. Como la de tantos otros que han comenzado a sacar la cabeza de sus guaridas. ―Me miró suspicaz y esbozó una sonrisa―. Preséntanos a la chica Vlad, veamos qué tan involucrada puede estar en todo esto.
De un rápido movimiento me puse de pie y me dirigí hacia la puerta. Titubeé unos segundos antes de abrir, con la atención puesta sobre mí, expectantes por verla. Una extraña sensación me recorrió la espalda, pero decidí ignorarla. Había una sola cosa por hacer, un único camino que tomar si quería detener a Juliette y salvar a Maia. Solo esperaba que las cosas no se me escaparan de las manos.