Capítulo 36
1912palabras
2024-02-16 06:48
Capítulo Treinta y cinco
Reunión II
—Maia—

El sol se había ocultado en el horizonte mientras transcurrían los minutos. Sentada en aquel sillón negro y con la vista perdida entre los edificios que la ciudad me ofrecía, había logrado calmar mi ansiedad. Los tonos anaranjados se habían vuelto rojizos y luego habían menguado con lentitud mientras el astro rey se perdía a lo lejos.
No podía dejar de pensar en la posibilidad de huir de allí, la sola idea de adentrarme en una habitación abarrotada de vampiros me aterraba. Aún tenía grabado a fuego en mi mente el rostro de Camilla, los neonatos del bosque, los que me habían atacado en el departamento y, por último, el de Anthony. Sin embargo, era solo él quien me daba la confianza suficiente para seguirlo hasta allí y aceptar esa entrevista.
De pronto, su voz en mi cabeza me hizo sobresaltar, hacía días que no la escuchaba, aunque podía recordar su tono melodioso y amenazador, por lo que no pude evitar mirar hacia todos lados a la espera de encontrarme con ella en algún rincón.
―Maia, Maia, mírate dónde estás, en verdad me decepcionas ―susurró Camilla―. ¿Acaso crees que ellos pueden ayudarte? Es una pena, niña, que hayas decidido confiar en Anthony. Solo te están utilizando.
Intenté no prestar atención a sus palabras, pero fueron elevando el tono, por lo que me fue imposible evadirlas.
―En cambio yo quiero ayudarte, darte una vida mejor, ¿acaso no lo deseas? ―Rió por lo bajo―. Sé que sí. Te atrae nuestra raza, ¿verdad? Es tu destino ser uno de los nuestros.

―No me dejaré engañar por ti otra vez ―murmuré con miedo a que alguien oyera que hablaba sola―. Prefiero confiar en ellos y librarme de esto. Quiero mi antigua vida.
―¿Tu antigua vida? ―inquirió suspicaz―. Conmigo no juegues, sé que no deseas volver a tu aburrida vida de pueblo. Quieres más que eso, quieres el mundo a tus pies, ser como yo.
―¡Eso nunca! ―afirmé con voz contenida y los dientes apretados.
―Yo sé lo que pasa por tu mente, no puedes ocultármelo. ―Volvió a reír con sarcasmo―. Sé cuánto te atrae Anthony, ¿o creíste que no me daría cuenta? Recuerda que yo sentí lo mismo por él hace tiempo.

―Solo estoy agradecida porque me protege de ti.
―Puedes decirte eso a ti misma si te hace sentir mejor, a mí no me engañas. Sé el efecto que él puede causar. Es realmente irresistible, ¿no crees? Su mirada, su voz, sus movimientos, todo te atrae, ¿verdad? Sí niña, lo sé, sueñas con él y sientes que tu corazón se desboca cuando se acerca.
No respondí, detestaba lo que me decía, en especial porque no sabía con exactitud si aquella conversación era imaginaria o Camilla podía entrar en mi mente con tanta facilidad. Pero también sabía cuánta verdad había en ellas y eso me hacía odiarla aún más.
―¿No tienes nada que decir? ―susurró divertida―. No puedo culparte por sentir eso, Anthony siempre ha tenido ese efecto en quienes lo rodean. Yo también fui su víctima, ¿o acaso ya olvidaste mi historia?
―La recuerdo, pero tengo la leve impresión de que gran parte de ella era mentira ―dije enfadada―. No pretenderás que crea en alguien que ha enviado asesinos en mi búsqueda.
―Yo no quiero matarte, al contrario, quiero darte la eternidad. Pero estás en el lugar equivocado, allí sí quieren verte muerta.
Aquella frase resonó en mi cabeza unos segundos hasta que sentí que se abría la puerta. De forma instintiva volví los ojos a la espera de encontrarme con Camilla.
―¿Estás bien? ―preguntó Anthony al ver mi rostro.
―Eh… sí. ―Me apresuré a contestar mientras intentaba olvidar lo que acababa de suceder.
―Ven. ―Hizo una seña con la mano. Di unos pasos hacia él y me detuve a su lado. Su mano me rodeó la cintura con delicadeza, apenas tocándome, y su rostro se acercó al mío sin dejar de observarme. Sentí que se me aceleraban las pulsaciones.
―Todo estará bien ―dijo en un susurro tan débil que apenas lo escuché―. Yo estoy aquí.
Asentí en silencio y él me liberó para dejarme pasar. La puerta se cerró en el momento en que me encontré dentro de la sala. Era un recinto amplio con el piso cubierto por una alfombra color negra, las paredes blancas y en el fondo un gran ventanal en el cual se podían ver las luces que habían comenzado a encenderse en los edificios. En el centro había una mesa rectangular tipo ejecutiva, rodeada por sillas tapizadas en cuero ocupadas por los miembros del clan.
Sentí el cuerpo de Anthony detrás de mí y su mano me rozó la espalda mientras me invitaba a adelantarme. Titubeé unos segundos, pero al final di dos pasos y me detuve en la punta vacía de la mesa. De inmediato mi mirada se trabó con la del hombre que estaba sentado en el extremo opuesto y no pude mirar nada más.
Su rostro era tan perfecto que parecía irreal. Tenía el cabello rubio largo hasta arriba de los hombros, en mechones rebeldes y desnivelados que enmarcaban su inmaculado rostro. A pesar de estar sentado se notaba que era de estatura alta, con hombros anchos y fuertes que descansaban sobre el respaldo de la silla. Sus ojos azules, de una oscuridad e intensidad casi imposibles, me observaron con atención y una sonrisa se dibujó en sus labios. Emanaba una especie de energía tan potente que desdibujaba todo a su alrededor, atrayéndote hacia él de forma inevitable. Me dio la impresión de que era capaz de hacerme saltar por la ventana solo con pedirlo.
―Tenías razón Vlad ―dijo con voz pausada y dulce, sonó como el canto de un ruiseñor ante mis oídos. Anthony se acercó a él y le susurró algo demasiado despacio como para que pudiera oírlo.
Era consciente de que en la sala había más inmortales, pero el ver a aquellos dos vampiros juntos casi me cortó la respiración. Su presencia conjunta opacaba la de cualquier otro ser. Me sentí tan empequeñecida por ellos que tuve la sensación de ser una insignificante oruga arrugada rodeada de maravillosas mariposas.
―Puedes sentarte, Maia ―ofreció Anthony, sus pupilas se clavaron en las mías y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para apartarme de ellos y buscar la silla que había junto a mí. Cuando me vi librada de la terrible influencia de ellos pude observar con más detenimiento a los demás.
Miré con interés todos los rostros que allí había, pálidos y amenazantes, pero hubo seis de ellos que llamaron mi atención.
El primero se sentaba a mi derecha, era joven, con el cabello claro corto y rebelde, sus ojos eran de color miel y me miraron divertidos mientras una mueca aparecía en sus labios. No sentí miedo, al contrario, me cayó bien de inmediato a pesar de no saber ni siquiera su nombre. Parecía esa clase de personas que son atractivas desde el principio y a las que seguirías aún sin saber a dónde te lleva.
Dos sillas más allá estaba sentado otro vampiro de cabello rubio. Su color no era tan dorado como el que ocupaba la cabecera, se lo veía un poco más apagado. No era muy alto pero se sentaba erguido, con la barbilla levantada y mirando hacia el frente con sus pupilas marrones. Parecía un rey en su trono que observa a sus súbditos desde arriba.
A ambos lados del que encabezaba la mesa estaban los dos vampiros que me habían causado escalofríos de sólo verlos. El primero estaba junto a Anthony, tenía la tez morena, de estatura baja pero que se complementaba con un cuerpo fuerte y cuadrado. Su cabello oscuro estaba trenzado y sus ojos, ligeramente rasgados, eran de un negro intenso y destellaban tal hostilidad que tuve que apartar la mirada para no salir corriendo.
El otro estaba sentado enfrente y me asombró lo grande que era. Tal vez no se debía a que tuviera una altura mayor que la de Anthony, sino a que su cuerpo era grande y fibroso en exceso, con el cabello castaño rojizo largo y ondulado, y una pequeña barba recortada. Me observó con interés y sus manos enormes se cerraron en un puño sobre la mesa, haciéndome imaginar la fuerza que debía tener.
Por último había dos mujeres: una de cabello rojo fuego recogido en una cola, alta y de cuerpo bien dotado, como si se tratara de una atleta; y la otra de estatura baja, delgada, con el cabello oscuro y ondulado cayéndole a los costados del rostro. Ambas me observaron con marcado desinterés, dándome a entender que mi presencia allí no les afectaba en nada por tratarse de una simple mortal.
―Bienvenida, Maia. Mi nombre es Alejandro ―dijo la melodiosa voz del vampiro rubio que había llamado mi atención apenas entrara. Me sonrió de forma sincera y luego miró a sus compañeros―. Te presentaré a los demás miembros ―levantó su mano―: a mi izquierda ellos son Harald ―señaló al más grande que aún tenía los puños apretados―, Hernán, Peter, José, Flora ―la mujer de cabellos negros hizo un pequeño movimiento con la cabeza a modo de saludo―, y Fritz. A mi derecha Ethele ―no me atreví a mirar al que me producía más miedo de todos los presentes―, Mary, Arnold, Napoleón, Grígori y Jack. ―El que estaba junto a mí esbozó una seductora sonrisa y sentí que me ruborizaba como una niña de doce años.
―Creo que está intimidada ―señaló el aludido al ver mi reacción.
―¿Cómo estarías tú en su situación? ―contraatacó Anthony, atrayéndome de nuevo hacia él. Me bastó observarlo unos segundos para sentir que mi posición se relajaba en la silla. Él siempre tenía ese efecto tranquilizador.
―Yo hubiera salido corriendo ―asintió Jack―. Eres valiente al quedarte aquí rodeada de todos nosotros. ―Guiñó el ojo y no pude evitar agradecer el gesto.
―Maia, imagino que tendrás muchas preguntas para hacer ―inquirió Alejandro.
―Sí. ―Traté de que mi voz sonara normal; fallé, sonó aterrada y casi infantil―. Yo… ―titubeé unos segundos―. No entiendo qué está pasando ni por qué Camilla me persigue. Si es por lo que me contó no diré nada sobre su existencia.
―Me temo que ese no es el motivo por el que Camilla se ha obsesionado contigo ―contradijo Alejandro.
―¿Por qué entonces?
―Aún no estamos seguros. Lo único que puedo decir es que de forma involuntaria has quedado atrapada en medio de algo que puede llegar a convertirse en un asunto muy delicado.
―No entiendo nada de lo que acaba de decir. Pero me gustaría obtener una explicación de lo que ocurre. ―Alejandro levantó una ceja ante mi tono inquisitorio y, a pesar de que aquel ser me intimidaba de sobremanera, no aparté la mirada.
―Hay muchas cosas detrás de esto que son complicadas de explicar. Esta situación es el resultado de un suceso de hechos que ocurren desde hace miles de años y no puedo resumir toda la historia en tan corto plazo. Solo puedo decirte que Camilla trama algo que podría desatar un caos en todo el mundo. Podría haber una guerra si no actuamos con cuidado.
―¿Una guerra? ―Tragué saliva con dificultad―. ¿Entre todos o solo ustedes?
―Si te refieres a si los mortales se verían incluidos, sí es probable que el conflicto se extienda más allá de la frontera de los nuestros para involucrarlos a todos.
Miré a Anthony aterrada ante aquellas palabras, no podía creer el cauce que tomaban los acontecimientos.