Capítulo 34
1334palabras
2024-01-27 04:12
Capítulo Treinta y tres
Le Clan de la Rose Noire
―¿Anthony? ―La voz somnolienta de Maia me sacó de mis cavilaciones.

―Aquí estoy. ―Me acerqué a ella. Había amanecido hacía unas horas y los rayos de sol se escabullían por las rendijas libres que dejaban las cortinas―. ¿Cómo te sientes?
Estaba algo pálida, con ojeras oscuras debido a la sangre que había perdido, sin embargo sus ojos verdes brillaban como dos esmeraldas cuando me observaron. Las mejillas se le tiñeron de rosado y mi garganta se secó y pareció cerrarse ante esa simple reacción de su cuerpo. El latir de su corazón se hizo más fuerte y pareció acabar con el silencio de la habitación, era el único sonido que podía oír. Inhalé su aroma y la sed me quemó por dentro, en mi lengua se recreó con una perfección absoluta el sabor delicioso y exquisito de su sangre.
―Bien ―esbozó una sonrisa. Todo mi cuerpo se había estremecido, estaba deseoso, anhelante, temblando ante su presencia en apenas dos segundos. Hice un esfuerzo para relajarme y le devolví la sonrisa.
―Me alegro. Se te ve mejor. Traeré algo de comer ―dije en un intento por escapar de ella.
―No, quiero levantarme. Me debilitaré en la cama.
―Está bien, pero luego debes descansar ―asentí―. Te dejaré para que te cambies. ―Salí con rapidez de la habitación y cerré la puerta. Una vez en la sala intenté despejarla de mi mente. Esa es la principal razón por la que los de mi raza matan a las víctimas que atacan, su sangre se vuelve tan adictiva en el momento en que la probamos que es casi imposible dejarla. Y si lo hacemos, ese sabor y ese aroma nos acompañarán el resto de nuestra existencia.

Una vez que logré relajarme pude pensar en cuál debía ser nuestro siguiente paso. Tomé el celular que tenía guardado en un cajón y jugueteé con él unos segundos antes de decidirme a abrirlo y marcar.
―Vaya, vaya, por fin apareces ―respondió una voz del otro lado de la línea.
―También me alegra saber que te encuentras bien, Alejandro.
― ¿Cómo va todo por allá? ―preguntó la voz pausada y elegante.

―Imagino que ya habrás recibido noticias de lo que sucede aquí.
―Camilla. Sí lo sabemos todo o al menos una gran parte.
―Tengo a la chica ―murmuré―. He intentado esconderla pero nuestra mujer vampiro está decidida a dar con ella.
―¿Está contigo?
―Sí, hemos sufrido varios ataques. Mira Alejandro, creo que ha llegado el momento de reunir el Consejo.
―¿Tan mal va la cosa?
―Así es.
―Bien, si pides que se reúna el Consejo, pues así lo haremos. ¿La traerás?
―No puedo dejarla sola, es hora de que tomemos una decisión. Conozco a Camilla y sé que trama algo grande, puedo sentirlo.
―Para serte sincero Vlad, es algo que esperamos desde hace tiempo; y en verdad siento una gran curiosidad por esa chica.
―Lo sabrás en cuanto la veas ―respondí después de titubear unos segundos.
―¿Será verdad lo de…?
―No lo sé, yo la llevaré y nos encargaremos de ponerle fin a esto. No tengo idea hasta dónde llegan los planes de Camilla, pero créeme que no presagian nada bueno.
―¿Para cuándo la reunión?
―Para dentro de dos días.
―Bien, avisaré a los demás.
―¿Con quién hablabas? ―preguntó Maia al aparecer en la sala. El largo cabello mojado le caía por la espalda como una cascada oscura. Aún tenía esas ojeras debajo de los ojos, no obstante la palidez de su rostro había dado lugar a un rubor natural. Había olvidado lo frágil que en verdad se veía, a pesar de ser una muchacha alta y con curvas que se escondían debajo de aquella ropa ancha, su rostro infantil e inocente la hacía parecer una niña.
―Con un colega. ―Me acerqué―. Uno de los míos. Creo que ha llegado la hora de pedir ayuda. No podemos hacer esto solos, tengo la leve impresión de que Camilla juega con más peones de los que imaginé.
Maia asintió despacio y se dirigió a la cocina para agarrar unas tostadas y servirse café. Después se sentó junto a la mesada y clavó su mirada en mí.
―Este amigo tuyo, ¿cómo puede ayudarnos?
―Bueno, son más de uno.
―¿Cuántos con exactitud? ―cuestionó ella con cautela.
―Creo que para responder eso tendría que explicarte algunas cosas ―dije después de sopesar unos segundos mi respuesta―. Verás Maia, entre los de mi raza no hay reglas. Tenemos algunas pautas a seguir, como por ejemplo, no abandonar a aquel que abrazamos hasta que le enseñemos todo sobre sus nuevas habilidades. Como ya te conté, la conversión es para nosotros algo delicado, sobre todo si tenemos en cuenta el hecho de que tratamos de pasar desapercibidos para la sociedad.
»Sin embargo, hacia mediados del siglo XVII un grupo de antiguos decidimos crear un clan. Ya habíamos vivido épocas de guerras en gran parte de Europa, pero para aquel entonces estábamos reunidos en París y todos sabíamos lo que se venía. El más antiguo de nosotros, Alejandro, estaba presente y llamó a una reunión a la que nadie pudo negarse, por el simple hecho de que uno de los seres con más años era el que la convocaba.
»Fue la reunión más grande de inmortales que existió, nunca se vio a tantos de los nuestros juntos. Alejandro expuso su idea de crear un clan compuesto por los más viejos vampiros, para tratar temas importantes sobre nuestra forma de vida e intervenir en caso que fuera necesario. Como
imaginarás fue un gran revuelo, la mayoría se opuso y se retiró, mientras que unos pocos aceptamos.
»Los clanes de vampiros existen desde hace miles de años, lo más común es que un vampiro forme su propio clan con aquellos que abraza como igual. En este caso, Alejandro quería formar un grupo más allá de eso, sin importar si los integrantes pertenecían a clanes diferentes.
Como no podíamos erigirnos como gobernantes, los que se marcharon quedaron fuera de las decisiones que tomara nuestra agrupación, pero se impuso una regla esencial: la convivencia. Para nosotros es elemental poder coexistir con los humanos sin llamar la atención.
»Así quedó compuesto Le clan de la rose noire, El clan de la rosa negra, con aquellos que decidimos unirnos a la idea de Alejandro. Nos reunimos en determinadas ocasiones o cuando un miembro lo solicita para pedir asistencia. Ser parte de un clan tiene sus privilegios además de sus obligaciones, ya no estás solo en el mundo vampírico.
»Hemos intervenido muy pocas veces a lo largo de la historia, solo en los casos más importantes que causaron un caos en el orden mundial. Hoy en día es el clan más poderoso que existe y nadie se atrevería a ir en contra de una decisión tomada por nosotros.
―Nunca imaginé que podría existir algo así. Son como una especie de sociedad secreta.
―Algo por el estilo.
―¿Y cuándo han intervenido?
―En especial a principios del siglo diecinueve en Europa y durante la Segunda Guerra Mundial.
―¿Acaso alguno de los de tu raza tuvo algo que ver?
―Te asombrarías de la cantidad de hechos importantes de la historia en los que hemos tomado parte. Recuerda una cosa, cuando hay alguien detrás del poder y se produce derramamiento de sangre, uno de los nuestros está involucrado.
Ella se apoyó contra el respaldo de la silla, impresionada. Podía leer en su rostro la curiosidad y el desconcierto.
―¿Cuántos son los que forman el clan?
―Catorce.
―¿Y son muy antiguos?
―Mucho.
―¿Más que tú?
―Algunos. No todos, pero Alejandro tiene más de dos mil años.
―¿Lo dices en serio? ―Maia me miró con ojos desorbitados―. Vaya, no puedo imaginar a nadie con tanta edad.
―No se le nota.
―Creo que me va a intimidar su presencia.
―Todos nos sentimos intimidados ante él. No te preocupes, yo estaré allí. Le encontraremos una solución a esto para que puedas volver a tu casa y olvidarte de que existimos.
Maia asintió despacio mientras su sonrisa se desvanecía.