Capítulo 29
1910palabras
2023-12-28 23:30
Capítulo Veintiocho
Salvador
Entregada a mis captores esperé los colmillos clavarse en mi carne en cualquier momento, por eso caí aturdida al piso cuando el vampiro que me tenía atrapada me soltó de repente.

Tardé unos segundos en que mis ojos enfocaran lo que sucedía. El vampiro que me había apresado se encontraba suspendido en el aire, sostenido del cuello por la mano blanca de Anthony, que se encontraba a unos pasos de mí.
―Veo que Camilla ha sido tan estúpida como para enviar neonatos en la búsqueda ―dijo Anthony con voz profunda y baja―. ¿Te estabas divirtiendo? ―preguntó sin apartar sus feroces ojos grises que ahora relucían con un intenso brillo. De un ágil movimiento lanzó al sujeto hacia un costado, haciendo que se golpeara contra un árbol que crujió y se astilló. El contrincante se levantó de inmediato con la mirada enloquecida y una expresión desquiciada en su rostro. Se le unió su compañero que oteaba con detenimiento hacia otro lado, donde había un lobo gris al acecho.
―Solo queremos a la chica ―aclaró el vampiro rubio―. No buscamos luchar contra otros de nuestra especie.
―Demasiado tarde, debieron pensarlo antes de trabajar para Camilla. Aunque imagino que su sire no da opciones cuando envía a una misión.
―Déjanos a la chica y nos marcharemos.
―Lo lamento, pero ella está conmigo.

Antes de que pudiera siquiera pestañear observé cómo el vampiro moreno se abalanzaba sobre Anthony a una velocidad increíble. Mi salvador ni siquiera se inmutó ante el ataque, solo se movió medio centímetro y golpeó al otro con fuerza en la cabeza. Se escuchó un crujido cuando lo tomó del brazo y lo levantó frente a él. Acercó su boca a la de su presa, casi hasta rozarla, y aspiró. Aún paralizada en el piso vi cómo una tenue luz blancuzca, similar a la neblina, se escapaba de la boca del apresado e ingresaba en el cuerpo de Anthony.
El vampiro moreno parecía tan inmovilizado como yo, sus pupilas rojas comenzaron a opacarse y de pronto las cuencas se vaciaron, como si alguien hubiera absorbido los glóbulos oculares desde adentro. Su piel blanca y brillante se volvió grisácea y apergaminada, y se arrugó como un papel viejo hasta parecer una hoja disecada. Sus músculos se achicharraron y desaparecieron dejando la fina capa de piel que cubría sólo los huesos. Cuando Anthony soltó su presa, quedaba un cadáver seco y vacío, como si lo hubieran drenado desde el interior.
Percibí ruidos a un costado y logré ver apenas una cabellera rubia que se perdía entre los árboles. Anthony pronunció un gruñido bajo y el lobo gris que estaba junto a mí salió a la carrera detrás de su presa.
―Maia. ―La voz de mi protector resonó suave y pausada. Levanté la vista y me encontré con sus ojos grises que me miraban, ahora sin atisbo de ferocidad en ellos―. ¿Cómo te encuentras?

Tardé unos segundos en responder, la visión que tenía de él sorbiendo la energía del otro vampiro aún ocupaba mi mente, pero me relajé al notar la preocupación en su rostro serio e inexpresivo.
―Estoy bien ―susurré moviendo mis piernas con suavidad, noté que tenía los puños cerrados con fuerza y me dolían las manos. Intenté ponerme de pie, pero mi cuerpo tembló ante el esfuerzo, aunque era probable que los temblores se debieran al miedo. Apretaba los dientes con fuerza y cerré los ojos en un intento de relajarme, entonces unos brazos me rodearon y me alzaron del piso sin esfuerzo. Al abrir los párpados me encontré con el rostro de Anthony muy cerca del mío.
―Si me permites, yo te llevaré ―susurró.
Asentí complacida y él comenzó a caminar entre los árboles. Mi cuerpo dejó de temblar y mi cabeza cayó sobre su pecho, ocultándose contra él mientras las lágrimas luchaban por salir, pero pude controlarlas. Ahora sabía que mi única salvación era permanecer cerca de él y me prometí no volver a contradecirlo en nada. De forma inmediata me invadió un estado de paz y tranquilidad que logró relajarme.
Por más asombroso que pareciera, estaba segura en sus brazos.
***
Acurrucada en el sillón, cubierta con una manta, atisbé la oscuridad que se extendía afuera a través del ventanal. Esperé encontrar alguna sombra acechándonos, pero solo vi las copas de los árboles moverse por el viento y la fina lluvia que arremetía insistente.
Aparté la mirada del exterior y me concentré en la pecera que formaba parte de la pared. Logré distraerme con los peces que se movían de un lado a otro hasta que noté la presencia de Anthony detrás de mí. Me volví para mirarlo y él se acercó con una humeante taza en sus manos.
―Toma esto. ―Me entregó la infusión. Sin emitir palabra tomé el té y el calor recorrió mi cuerpo y relajó mis músculos.
―Gracias ―susurré con voz débil. No sabía qué decir, me sentía como una pequeña que había desobedecido a sus padres y esperaba ser regañada.
―De nada ―respondió sentándose a mi lado.
― ¿Lo capturó? Dreiko, ¿capturó al otro?
―Sí, lo alcanzó, y te puedo asegurar que ese vampiro no será un estorbo para nosotros nunca más.
―Yo… lo lamento ―exclamé por fin, abatida―. No debí marcharme.
―No, no debiste ―respondió él con su voz inexpresiva. Observó la pecera durante unos segundos y luego se volvió hacia mí.
―Fue una estupidez, lo sé.
―Sí, lo fue. Admito que por unos momentos pensé en dejarte ir. Esperaba que te perdieras antes de salir en tu búsqueda. Envié a Dreiko para seguir tu rastro y fue cuando vi a los vampiros perseguirte. Él está siempre muy atento a ti y a todo lo que nos rodea.
―No volverá a suceder. ―Bajé la cabeza para eludir su mirada―. De veras lo siento, es que estoy tan sola aislada aquí adentro, Camilla se mete en mi cabeza y me susurra cosas terribles, al punto de hacerme perder la cordura.
―Yo también te debo unas disculpas. ―Anthony suavizó su tono de voz. Aquellas palabras me cogieron por sorpresa y volví a mirarlo con el interrogante marcado en mi rostro―. Sé que no soy el mejor compañero. ―Esbozó una triste sonrisa―. Pero debes entender que no estoy acostumbrado a socializar con la gente y menos a convivir con alguien. Durante toda mi existencia estuve prácticamente solo, inclusive en mi época, donde tenía todo, estaba rodeado de sirvientes. Mi única compañera fue Camilla y ya ves cómo terminó. ―Su semblante se ensombreció al decir aquello―. Además, uno se acostumbra a no crear lazos personales porque sabe que tarde o temprano deberá desaparecer, antes de que comiencen a notar la falta de envejecimiento. Nunca he convivido con un mortal.
―Vaya, no lo había visto de esa forma. ―Me removí en el sillón para verlo mejor. De pronto imaginé la soledad de su existencia y sentí pena por él―. Pero hay otros como tú, hay más… vampiros en el mundo.
―Claro que sí, aunque no acostumbramos a vivir juntos. Nos reunimos de vez en cuando, pero cada uno sigue su propio camino.
―Ah ―murmuré desorientada―. Bueno en realidad no lo haces tan mal. Solo deberías mejorar el tema de la conversación, es bueno hablar de vez en cuando.
―Sí, es cierto, he estado muy distante estos días.
―Eso se arregla. Con práctica verás que no es difícil. Yo puedo ayudarte. Para empezar podrías contarme quiénes eran esos vampiros, ¿los envió Camilla?
―Envió rastreadores en tú búsqueda. Eran jóvenes, llevaban poco tiempo de convertidos. Eso fue un descuido de su parte.
―¿Por qué?
―Los vampiros cuando recién despiertan a esta vida son como niños pequeños, como leones jóvenes que están aprendiendo a utilizar sus nuevas habilidades. Son feroces, no saben medir bien su fuerza y no pueden controlar la sed, por lo que necesitan alimentarse permanentemente. Esto los lleva a ser descuidados e impulsivos a la hora de atacar, además de que confían demasiado en sus nuevos poderes y se saben inmortales.
―¿Y qué sucede con ellos? Parecen muy peligrosos, si vagaran solos por el mundo miles de personas los hubieran visto.
―Así es, si convirtiéramos humanos a diestra y siniestra sin encargarnos de ellos, crearíamos una población de asesinos desmedidos. Es un tema delicado para nosotros, por eso, cuando tomamos la decisión de volvernos vampiros, tenemos un sire, aquel que nos abrazó, que nos trajo a esta nueva vida. Es nuestro maestro el tiempo necesario para enseñarnos a usar nuestras habilidades, después cada uno sigue su camino.
―¿O sea que esos vampiros fueron convertidos por Camilla?
―Sí, fueron abrazados y utilizados por ella. Camilla llega a sentir desprecio por los vampiros nuevos, los usa como armas porque conoce su ferocidad. No entiende que es un gran error, ellos aún son débiles, no son nada comparados con los que hemos vivido tanto tiempo.
―¿Mientras más antiguos, más poderosos?
―Podría decirse que sí. ―Sus ojos grises escrutaron mi reacción. Me intimidaba, pero a la vez una irresistible atracción se apoderó de mí―. Mientras más tiempo llevamos de existencia más aprendemos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades.
Asentí en silencio al recordar la escena en que Anthony absorbía la energía del vampiro moreno y me estremecí de manera involuntaria. Me pregunté qué otras cosas podía hacer y, al observarlo, me di cuenta de que era aún más poderoso de lo que hubiera imaginado.
―Esta conversación parece más un interrogatorio que otra cosa —dijo con una sonrisa.
―¡Oh! Lo siento. Es que, ya sabes, uno no escucha estas cosas todos los días.
―¿Extrañas a tu familia? ―Cambió de tema.
―Estoy preocupada, quisiera llamarlos para decirles que estoy bien. No quiero que mi madre se desespere por no tener noticias mías.
―Bien, mañana podrás llamarla antes de que nos vayamos.
―¿Irnos?
Ya me había hecho a la idea de quedarme encerrada en aquella casa hasta que el peligro desapareciera.
―Ya tuvimos visita y en cualquier momento Camilla puede caer por aquí. Tenemos que movernos para hacerle perder el rastro.
―¿Adónde vamos?
―A la capital. Debemos camuflarnos entre la gente y el mejor lugar para eso es una gran ciudad.
Asentí despacio y luego esbocé una débil sonrisa. La idea no era mala, estaría más segura en un lugar abarrotado de personas que perdida en medio del bosque. Dejé la taza sobre la mesa y bostecé agotada.
―Creo que será mejor que descanses. Mañana llamarás a tu madre y amigos, y después nos iremos.
―Gracias. ―Sonreí mientras dejaba la manta a un lado y me ponía de pie. Tenía el cuerpo adolorido y cansado a causa del estrés sufrido, como si hubiera corrido cien kilómetros. Me tambaleé un poco cuando di el primer paso y sentí de forma inmediata el cuerpo de Anthony junto al mío. Su brazo me rodeó la cintura para ayudarme a mantener el equilibrio y, a pesar de que rezongué, él se empeñó en acompañarme hasta la habitación.
Me dejé caer sobre la cama como si fuera un zombi y cerré los ojos, agradecida de encontrar un lugar donde descansar. Él me cubrió con las mantas y me acurruqué debajo de ellas.
―Que descanses ―susurró la voz de barítono de Anthony en mi oído―. No tengas miedo, yo estaré protegiéndote.
Su aliento rozó mi cuello haciéndome estremecer; contuve la respiración por unos segundos mientras la sensación de calidez desaparecía.
―Gracias ―murmuré casi sin voz. Me dormí en el acto, con la presencia de él a mi lado.
Era mi salvador, nunca volvería a dudar de él.