Capítulo 27
1565palabras
2023-11-20 09:25
Capítulo Veintiséis
Revelaciones II
―¿Alguna otra duda? ―. Tenía el rostro relajado y tranquilo, con su tez pálida y sus rasgos cincelados con una perfección rayana a lo inverosímil. Estaba apoyado en el respaldo de la silla, como si estuviéramos manteniendo una conversación sobre el clima o el programa que en ese momento daban por televisión.

―¿Cómo te alimentas? ―cuestioné una vez que logré apartar mi vista de su perfección.
―Otra vez eso, veo que es algo que te preocupa.
―¿Te parece que es algo por lo que no debería preocuparme? Según tengo entendido podrías comerme en cualquier momento.
Él rio despacio. No entendía por qué todo lo que yo decía le entretenía, pero su tranquilidad había llegado a exasperarme.
―No estás errada, nos alimentamos de sangre, así que podría comerte si quisiera.
Lo miré con expresión de horror ante su afirmación y por mi cabeza pasaron las mil y un formas de salir corriendo de aquella habitación y escapar de él.

―Pero no debes preocuparte por eso, en realidad no es la única forma que tenemos de alimentarnos ―añadió al cabo de unos segundos.
―¿Cómo es eso?
―Es complicado de explicar
―Haz un esfuerzo.

―Lo diré del modo más simple para que lo comprendas. Desde el momento en que nuestro cuerpo sufre el cambio, hay una cosa que nos atrae más que nada en el mundo y eso es la sangre. Es una sed permanente que nos llama y nos incita, todo nuestro ser cambia para eso y está preparado para convertir a cualquiera en nuestras víctimas. Ella nos fortalece y nos hace vivir. Sin embargo hay otra forma de alimentarse, no excluye a la sangre para vivir, pero logra suplantarla para los fines de nuestra existencia y es la energía psíquica de las personas. No quiero complicarte las cosas, solo puedo decirte que algunos de los más antiguos de mi raza, aquellos que ya nos hemos alimentado lo suficiente de sangre humana, nos abocamos a esta nueva fuente de alimento.
―¿Energía psíquica? ¿Cómo es eso?
―La energía de las personas, todas la tienen aunque no puedan verla. Nosotros podemos y, por ende, alimentarnos de ella. No hacemos daño a la víctima de esta forma si somos medidos, sólo pueden llegar a sentirse un poco agotados después de estar en nuestra compañía. Es una forma bastante inofensiva y nadie se da cuenta de ello, además podemos alimentarnos de varios a la vez por lo que en general no lo sienten.
―Vaya, eso es nuevo ―repuse asombrada―. ¿Y así ya no sienten necesidad de alimentarse de la otra forma?
―Nuestro cuerpo funciona igual que si nos alimentáramos de sangre, pero en verdad la sed que notamos nunca cambia, siempre está presente. Queda en cada uno mantenerse alejado de ella y resistir. Es un trabajo difícil, pero, si te tranquiliza, llevo muchos años practicando con la energía psíquica, por lo que no me siento atraído por ti de la forma en que lo haría si no me alimentara psíquicamente.
Me estremecí ante su comentario, aunque decidí no dar más vueltas sobre el asunto.
―Camilla me contó varias cosas sobre ti ―dije al cabo de unos minutos―. De su historia y cómo se convirtió.
―Imagino lo que dijo. Puedo afirmar que es posible que Camilla haya cambiado un poco las cosas a su favor. No me justifico, es verdad que la seduje y la elegí para ser mi compañera, pero estoy seguro de que las cosas no sucedieron exactamente como ella te contó.
―¿Y cómo fue entonces? Me dijo que se convirtió porque quería estar a tu lado y tú la abandonaste.
Anthony dudó unos minutos antes de contestar, parecía sopesar qué contar y si debía hacerlo. Al final decidió hablar, aunque su expresión se ensombreció cuando lo hizo.
―Cuando conocí a Juliette sentí una terrible atracción por ella. Al principio fue solo porque me interesaba para alimentarme, me gustaba escoger a mis víctimas con cuidado en aquella época. Luego las cosas cambiaron y por primera vez en mucho tiempo me sentí solo. Quería tener una compañera, alguien con quien compartir mi inmortalidad, pero escogí mal. No me di cuenta de quién era ella ni lo que en verdad buscaba. Juliette se deslumbró conmigo, como le pasaría a cualquiera, pero sobre todo con lo que soy; se obsesionó con ello y se dio cuenta del poder que conllevaba. Por eso decidió convertirse, no fue una historia de amor y entrega como ella te contó, fue amor propio, la razón por la que la mayoría de nosotros elegimos esta vida de forma voluntaria.
»Pasaron varios años antes de que comenzara a mostrar lo que quería. Para esa época yo buscaba una forma de pasar desapercibido en la sociedad, de convivir con los mortales, y si bien todavía no había empezado con mi fase psíquica, no atacaba a diestra y siniestra. Camilla fue muy diferente a lo que esperaba, se entregó a sus instintos desde el primer momento y creció en ello, se volvió cada vez más sádica y despiadada, con un completo desinterés por todo lo demás. Los mortales pasaron a ser como ovejas para ella, nada más. No podíamos estar en una ciudad más que unos meses porque la gente comenzaba a sospechar. Esperé que pasara la primera etapa donde a todos nos cuesta controlarnos, pero ella no cedió. Fue entonces cuando decidí abandonarla, me di cuenta de que no era lo que quería y lo peor es que era mi responsabilidad porque había sido yo quien la había convertido. Eso fue un golpe para mí, me alejé pero nunca dejé de vigilarla, soy responsable de ella por toda la eternidad.
Su expresión seguía fría y sombría, como una máscara de piedra. Sus ojos grises parecían removerse ante sus palabras e incluso llegué a notar cierta tristeza en ellos.
―Es bastante diferente a lo que ella me contó. Creo que omitió algunos detalles.
―Lo imaginé. Ahora será mejor que descanses, han sido suficientes preguntas por hoy y tus dudas más acuciantes deben estar resueltas.
Me aparté de la mesa para acostarme y recién allí noté que solo había una cama matrimonial en el centro de la pequeña habitación.
―No te preocupes ―dijo Anthony detrás de mí cuando me detuve indecisa―. Yo descansaré en el sillón, mis sentidos se despiertan más de noche y prefiero estar alerta para lo que pase afuera.
―¿Duermes? ―pregunté dejándome caer en la litera y tapándome con la manta. Él apagó las luces y se sentó en el sillón, junto a la ventana, con la débil luz de la luna iluminándole apenas el rostro.
―Sí, duermo, aunque no es algo necesario. Podemos estar varios días sin dormir y no nos sentimos cansados, pero nuestro cuerpo necesita reposar de vez en cuando. ―Apoyó su cabeza contra el respaldo de la butaca―. De todas formas, aunque esté dormido, puedo ver a través de Dreiko, así que estaré atento a lo que suceda.
Me volteé hacia el otro lado y cerré los ojos. El silencio se cernió sobre nosotros. Afuera no se oía nada e intenté escuchar con atención cualquier movimiento que Anthony hiciera, sin embargo parecía que él hubiera desaparecido. Decidí decir algo solo para saber si seguía ahí.
―El sol ―musité al cabo de unos minutos―. ¿Te hace daño? Recuerdo que dijiste que a Camilla no le gusta y que tú ya te habías acostumbrado a él.
―No nos prendemos fuego ni nos convertimos en cenizas, como ya habrás notado. ―Su voz llegó flotando a mí en un susurro―. Pero una exposición directa nos debilita y en exceso puede llegar a ser muy malo. Podrías decir que somos fotosensibles.
―¿Y por qué es eso? ―No quería dormirme, en realidad quería seguir escuchando su voz porque me tranquilizaba. El silencio me aterraba, temía despertar y encontrarme sola con Camilla a mi lado.
―Somos seres nocturnos. Nuestros sentidos se han agudizado cien veces, nuestros ojos están preparados para ver de noche, nuestros oídos escuchan más allá de lo que puedas imaginar, nuestro olfato es mejor que el de cualquier rastreador. Todo esto tiene como consecuencia que seamos más sensibles a los sonidos, a los olores y, por supuesto, a la luz solar.
―¿Ves a través de la oscuridad que se extiende allá afuera? ―pregunté con los ojos abiertos pero sin voltearme.
―Veo todo lo que ocurre allá afuera, incluso al otro lado de la carretera.
―¿Al otro lado de la carretera? Vaya, eso es tener una vista privilegiada. ―Sonreí para mí misma―. ¿Y qué oyes? ―cuestioné interesada por el tema. Pasaron unos minutos antes de que él respondiera.
―Lo que hablan las personas en las otras habitaciones, el sonido de los autos que pasan por la ruta, los pasos de aquellos que caminan, las ramas al moverse, el viento al rozarlas, el respirar de los que nos rodean, el latir de sus corazones… ―Su voz quedó suspendida en el aire al decir las últimas palabras y yo me estremecí.
―¿Escuchas mi corazón? ―dije muy despacio. Sentí el retumbar de los latidos en mis oídos, acelerados de pronto al saber que eran audibles para él.
―Más fuerte que el de los demás. Estás asustada, es normal. Será mejor que descanses.
No me atreví a volver a hablar, cerré los ojos y dejé que mi corazón dejara de golpear con tanta fuerza sobre mi pecho. Percibí que mis extremidades se relajaban y me dejé alcanzar por el sueño.