Capítulo 26
1570palabras
2023-11-10 07:12
Capítulo Veinticinco
Revelaciones
—Maia—

La voz sonaba lejana, como si alguien hablara a través de un teléfono a miles de kilómetros de distancia. No entendía qué decía, pero de una cosa estaba segura, pronunciaba mi nombre una y otra vez.
Maia. Maia. Maia.
Un camino sombrío en algún lugar de una vieja carretera. Ningún auto recorría aquel paraje, solo un enorme gato negro que pasó dos veces por el mismo lugar para luego desaparecer en la penumbra.
A un costado de la ruta un enorme cartel de neón iluminaba la oscuridad y dejaba ver con letras rojas: «MOTEL». Detuve el auto en el estacionamiento, frente a las puertas de las habitaciones, y me apresuré para dejar la ruta y dirigirme al edificio destartalado que me ofrecía una cama para pasar la noche.
En el mostrador no había nadie, extraña circunstancia teniendo en cuenta que hacía unos minutos había jurado ver una sombra a través de uno de los vidrios. Me encogí de hombros y tomé una llave para dirigirme a uno de los dormitorios.
Crucé la galería externa mientras mis ojos encontraban el número que coincidía con el cartón que llevaba en la mano. Me detuve, introduje la llave y entré.

El cuarto era pequeño, apenas para que entraran dos personas, sucio y bastante viejo. De nuevo esa voz lejana, apenas perceptible, pero tan conocida que me erizaba los vellos de la nuca.
De pronto la luz roja proveniente del cartel de afuera se apagó. La habitación quedó prácticamente a oscuras. Sentí una presencia detrás de mí y, al voltear, me encontré con aquellas aterradoras pupilas brillantes como dos brasas ardiendo...
Desperté sobresaltada, la autopista pasaba veloz frente a mis ojos y a los costados pude ver las extensiones de campo y árboles como en una diapositiva. Volví la vista hacia el conductor. Anthony no apartaba sus ojos del camino, atento e inmóvil, algo me dijo que se encontraba muy lejos de allí, que su mente había viajado miles de años en el pasado.
Lo observé unos minutos hasta que se percató de mi presencia, entonces se volvió con una débil sonrisa en sus labios.

―Despertaste. ¿Qué tal te encuentras? ―preguntó, cordial.
―Bien. ―Volví a mirar por la ventana. Una vez más tuve la impresión de que una sombra oscura corría entre la maleza, persiguiéndonos. Miles de preguntas abarrotaron mi mente, pero no estaba segura de querer escuchar las respuestas. Todo era tan surrealista que aún intentaba determinar si me había vuelto loca o si aquello estaba sucediendo de verdad.
―Sé que tienes muchas preguntas ―dijo Anthony como si leyera mis pensamientos―. Te las responderé cuando nos detengamos a descansar ―agregó pisando el acelerador―. Quiero alejarme lo más posible de la bahía antes de parar.
Volví a distraerme con el paisaje. Intenté no prestar atención a la figura que veía de vez en cuando entre los árboles, hasta que a lo lejos distinguí un lobo gris que corría casi a la par del automóvil. Miré a Anthony con la intriga reflejada en mi rostro.
―No nos hará daño. Puedes quedarte tranquila, nos está cuidando.
―¿Nos protege de la pantera? La he visto a la orilla del camino varias veces.
―Sí ―asintió de forma escueta. Esperé alguna otra explicación por su parte pero no dijo más.
Cuando cayó la tarde, Anthony insistió en detenerse en una estación de servicio para obligarme a comer algo. Tenía el estómago revuelto y me encontraba desorientada por mi incierto destino. Sin embargo, no pude convencerlo de mi falta de apetito y terminé mordisqueando un sándwich y tomando una gaseosa, hasta que él se sintió satisfecho y dejó de observarme, momento en que aproveché para tirar los restos de comida y volver a sumirme en el silencio que se cernía sobre nosotros.
Muy en contra de mis deseos volvió a invadirme un profundo sopor a medida que el panorama seguía reproduciéndose ante mis ojos y me quedé dormida otra vez.
Cuando desperté ya había caído la noche. Me asombré de haber dormido más de una hora, pero después me percaté de que hacía varias noches que no descansaba. Si tenía en cuenta todo lo sucedido en las últimas veinticuatro horas, no me extrañaba que mi cuerpo se venciera ante el cansancio y el agobio que me apresaba.
Anthony vislumbró un hotel a la vera del camino y decidió que pasaríamos allí la noche. Me dejé arrastrar por él hacia la habitación y después me dirigí al baño para darme una ducha. Pensaba que tal vez si hacía algo normal las cosas volverían a su cauce habitual. Sin embargo cuando salí y me encontré a Anthony sentado sobre la cama mirando la televisión, me di cuenta de que todo esto realmente estaba sucediendo.
―He pedido algo de comer para ti. ―Señaló una bandeja que reposaba sobre una pequeña mesa de madera―. Trajeron lo que tenían ―añadió casi apesadumbrado. Recorrí el corto trecho que me separaba de la mesa, me senté en una silla y destapé la fuente; allí había una presa de pollo asada con ensalada de zanahoria. La comida no se veía muy tentadora, pero probé un poco y me tomé la gaseosa de un sorbo antes de dejar el plato a un costado y volverme hacia mi acompañante.
―No has comido mucho ―musitó cuando notó mi insistente mirada en su persona.
―No tengo hambre ―respondí haciendo una mueca. Anthony se dio cuenta de que no podía dilatar más el asunto y bajó el volumen del televisor para luego acercarse a mí. Se veía fuera de lugar en aquella pequeña habitación que parecía llenar con su presencia sobrenatural.
―Imagino que ha llegado el momento de contestar esas preguntas ―dijo por fin con su profunda voz sensual. Sus ojos grises revolotearon por mi rostro y luego se posaron en los míos. Esta vez le mantuve la mirada con firmeza e intenté no perderme en esa profundidad grisácea que emanaba―. Dime qué quieres saber.
Rebusqué entre las miles de preguntas que tenía y me decidí por la que me había torturado desde que habíamos salido de casa.
―La pantera negra, la he visto antes en sueños y creo que estuvo rondando mi casa. Ahora la vi siguiéndonos desde que partimos de la bahía, ¿qué relación tiene con Camilla?
―Su nombre es Zahíra. Acompaña a Camilla desde hace cientos de años, casi desde el principio. Es su animal, su compañera.
Lo miré insatisfecha por la escueta respuesta y él captó al vuelo mi expresión.
―Veo que tendré que explicártelo todo. Hay cosas que tal vez sería mejor que no supieras.
―Yo no pedí estar aquí contigo ni que una mujer vampiro psicópata decidiera perseguirme ―repliqué enojada―. Pero, sin embargo, aquí estoy, haciendo un esfuerzo por confiar en ti y hacer lo que me pides. Por lo menos merezco respuestas con un poco más de contenido, ¿no? Tengo que saber de qué escapo y contra qué lucho.
―Bien. Verás Maia, cuando los de mi raza nacemos a esta nueva vida muchas cosas cambian en nosotros. Adquirimos poderes especiales y sobre todo una conexión especial con los animales, con la naturaleza en general. Esto se traduce en que cada uno tiene asignado un animal que lo acompañará durante toda su existencia. Es probable que la leyenda por la que se nos atribuye el poder de convertirnos en animales derive de esto. Nosotros no podemos transformarnos como se muestra en las películas.
―¿Ni siquiera en murciélagos? ―Apenas terminé de hacer la pregunta me sentí una idiota por haberlo dicho.
―No, ni siquiera en eso. ―Esbozó una sonrisa divertida.
―Bien y estos animales, ¿cómo llegan a ustedes?
―No se sabe cómo funciona, lo único que sabemos es que son ellos los que nos buscan. Pueden pasar años antes de que el animal te encuentre, pero una vez que lo hace se convierte en inseparable con su amo. Se forma una conexión muy especial, tanto que ellos llegan a compartir nuestra inmortalidad y nosotros adquirimos parte de sus atributos animales. Incluso podemos llegar a ver a través de sus ojos, nuestras mentes funcionan casi como una sola.
―¿Camilla puede vernos a través de la pantera? ―cuestioné aterrada ante la idea.
―Sí, así es, la presencia de Zahíra equivale casi a la presencia de Camilla misma.
―¿Y tu animal? ―pregunté. De pronto la respuesta estaba en mi mente, no solo había oído hablar de él sino que lo había visto ese mismo día a un costado de la carretera―. El lobo gris…
―Sí, Dreiko ―asintió Anthony―. Él está allí afuera ahora para vigilar y mantener a raya a Zahíra. Hay una batalla que se lleva a cabo en las afueras de este hotel entre ellos.
―¿Y tú puedes ver lo que pasa allí afuera? Pero estás conmigo, estás aquí, ¿cómo es posible…? ―La pregunta quedó suspendida en el aire sin que pudiera terminar de formularla.
―Hay cosas, Maia, que no entenderás por más que te las explique, tendrías que vivirlas para saber a lo que me refiero cuando te digo que la conexión con nuestros animales es tan estrecha. Puedo ver lo que pasa afuera, una parte de mí puede verlo y está presente en Dreiko. La otra está aquí contigo.
En silencio miré por la ventana que había a mi derecha a la espera de ver a la pantera o al lobo en la oscuridad. Afuera todo estaba sumido en una tranquilidad absoluta e intenté imaginar a los animales que nos acosaban y protegían.