Capítulo 23
1522palabras
2023-10-31 07:35
Capítulo Veintidós
La Huída
Le lancé una mirada resentida a Anhony y me dirigí hacia el armario para buscar una mochila. Coloqué adentro lo primero que me vino a la cabeza y lo que encontraba en el camino y pensé que podía servir. Entré al baño para cambiar mi ropa y mientras me recogía el pelo en una cola alta me observé en el espejo. Mi rostro estaba pálido, ojeroso y con expresión temerosa.

¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso me había vuelto loca? No podía creer que me iba a ir así como así con Anthony. ¿Por qué le creía? Dejé correr el agua y me mojé la cara para ordenar mis pensamientos. De pronto no estaba segura de nada de lo que me había dicho y comencé a flaquear en mi decisión.
―Creo que he cambiado de opinión ―dije al salir del baño. Él leía uno de mis libros de estudio. Se volteó con rapidez y escrutó mi rostro.
―¿Estás segura?
―No, pero no puedo irme así contigo. Es una locura.
―Está bien. ―Me asombró la facilidad con la que accedió, esperaba más insistencia de su parte―. Te he dicho lo que debes saber, si quieres quedarte es tu decisión, no puedo obligarte.
Me dirigí hacia la ventana y miré el paisaje. Era un día despejado y caluroso, ideal para estar en la playa. Parecía imposible que allí afuera hubiera un ser tan maligno como Camilla esperando por mí. ¿Qué podía tener yo de especial que ella quisiera? Era una ridiculez.

―No puedo abandonar todo así, no puedo creer que ella esté tan obsesionada conmigo.
―Lamento oír eso, de verdad ―susurró él―. Me iré como te dije que haría, tu destino quedará en tus manos si eso es lo que quieres. Espero que no te arrepientas de esta decisión.
Su voz llegó flotando a mis espaldas y cuando me volteé para mirarlo ya había desaparecido. Me sentí triste sin saber porqué, pero aliviada al comprobar que él no me obligaba a nada.
Me dejé caer sobre la cama, aún desorientada por lo sucedido. Ahora debía inventar una nueva excusa para explicar la cancelación de mi viaje; o tal vez podía desaparecer unos días para seguir con la simulación y de paso cerciorarme de que la situación se hubiera calmado.

En eso estaba cuando escuché un sonido. Era suave, lento, como si fueran las pisadas de un niño que anduviera descalzo. Me incorporé con rapidez y escruté la habitación. Unas pupilas verdes aparecieron en la puerta. La pantera de mis sueños, negra como el carbón, con aquellos ojos felinos color esmeralda y su cuerpo fuerte y musculoso, estaba frente a mí.
Me paralicé por completo, sin saber si estaba dormida o despierta, con el miedo que recorría mi cuerpo en pequeños choques eléctricos. El animal se detuvo y me miró fijamente. Dejó al descubierto sus dientes mientras daba unos pasos, acercándose, y un gruñido feroz emanó de su garganta. Se agazapó contra el piso de madera y vi sus garras curvas y afiladas, listas para atraparme al primer salto.
―Maia. ―La voz femenina sonó en mi mente―. ¿En verdad creíste que escaparías? Vamos, sé que quieres venir conmigo, no me vas a hacer jugar al gato y al ratón. Ambas sabemos cómo terminará esto.
―Solo quiero seguir con mi vida ―dije en un susurro.
―No, sé que quieres otra cosa y yo puedo dártela. ¿No te quieres enfrentar a tu destino? No puedes escapar de mí, lo sabes. ¿Por qué no haces las cosas del modo más fácil? Ya verás cómo te gusta una vez que te enseñe mi mundo. Hace siglos que busco una compañera.
―¡Nunca! No me iré contigo y no me convertiré en lo que eres.
―Si no eres mía, no puedes seguir con vida ―gruñó.
Sabía que no tenía posibilidad de escapar, si me movía el felino se apresuraría a capturarme y no quería ocasionar ninguna reacción de su parte. Un nuevo rugido me hizo estremecer, la puerta estaba tapada por su enorme cuerpo y solo podía salir si pasaba por su lado. Decidí que, a pesar de todo, debía intentarlo.
Antes de pensarlo otra vez di dos pasos hacia atrás y me abalancé hacia la izquierda para pasar por el costado. No había llegado ni a mitad del camino cuando vi que la pantera saltaba hacia mí con las garras prestas hacia adelante. Grité sabiendo que estaba perdida, me encontraría entre sus fauces antes de llegar a la salida.
Pero nunca llegó a tocarme, sentí ruido de vidrios al romperse y algo se interpuso entre nosotros; una figura que apareció de la nada atrapó al animal en el aire y lo lanzó hacia atrás con una fuerza increíble. La pantera cayó con estrépito contra la cama y se volvió hacia su atacante.
―Quédate detrás de mí ―murmuró Anthony. Había adoptado una posición de ataque semejante a la del felino y con los músculos tensos se agachó para mirarlo. De su pecho salió un sonido gutural similar a un gruñido, feroz y amenazante―. Deberías saber que estoy con ella ―susurró. Su rostro estaba a la altura de la pantera y su voz teñida de furia―. No dejaré que la toques ni que le hagas daño. Así que será mejor que saques a tu animal de aquí si no quieres que lo despedace.
Se produjo silencio durante unos interminables segundos en que ambos no dejaron de mirarse, entonces el felino se volvió y escapó con rapidez.
Anthony se volteó hacia mí.
―¿Estás bien? ―Asentí despacio sin poder emitir una palabra por el estado de shock en que me encontraba―. Lamento haber entrado así. ―Señaló los vidrios de la ventana desparramados por el piso―. Todavía no me había alejado demasiado cuando sentí su presencia. Decidí hacer una última ronda de vigilancia antes de marcharme y oí el ataque.
Sin moverme busqué la fuerza suficiente para hablar. La escena rondaba en mi cabeza y la sensación tan cercana a la muerte aún no me había abandonado.
―Gracias ―murmuré cuando volvió mi voz, aunque sonó muy débil.
―No fue nada. ¿Estás segura de que no quieres venir? ―preguntó con tranquilidad―. ¿Sigues pensando que quedarte aquí es lo mejor?
Esta vez no necesité pensarlo, no sabía quién era Anthony, ni si podía confiar en él, pero me había salvado de que aquel animal me destrozara y esa era la única verdad que conocía. Camilla andaba detrás de mí y no solo por gusto, sino porque quería convertirme en lo que ella era. La idea me revolvió el estómago.
―Será mejor que nos marchemos, ella está atenta. ―Anthony agarró mi mochila.
Lo seguí mientras salíamos de la habitación. Poco a poco el miedo fue cediendo y me percaté de que abandonaba mi casa sin saber si volvería. Me embargó la tristeza y me detuve en medio de la sala para mirar a mi alrededor. Tomé una foto de mis padres que había sobre una mesita y la quité del retrato.
―Tú me enseñaste que hay que luchar hasta el final ―murmuré mientras mis dedos se deslizaban por el rostro de mi padre―. Me salvaste la vida porque querías que saliera adelante, porque sabías que podía hacerlo sola. No te voy a decepcionar.
Doblé la foto por la mitad y la coloqué en el bolsillo trasero del pantalón. Me volví hacia Anthony con expresión decidida.
―Bien, esto es lo que hay que hacer, ¿no? Voy a pelear, ella no me tendrá tan fácilmente ni dañará a nadie que yo conozca. ―Me adelanté para arrebatar la mochila de sus manos. Él me miró con expresión asombrada y algo curiosa ante mi repentino cambio.
―Mientras estés conmigo, ella no te tocará. ―Abrió la puerta. Se colocó un par de anteojos de sol antes de salir. Llevaba puesta una camisa negra y un tapado de cuero del mismo color a pesar del calor que hacía. Me precipité hacia fuera y él me guió a un auto gris que nos esperaba en la acera de enfrente.
Tiré el bolso en el asiento trasero y me acomodé en el del acompañante mientras Anthony lo hacía arrancar. El motor rugió apenas y pronto dejamos atrás la calle donde se encontraba mi hogar, donde había pasado toda mi existencia.
No tardamos mucho en llegar al puente, el único acceso que unía la península con el resto del continente. Lo cruzamos en silencio, a sabiendas de que una vez hubiera terminado, estaría fuera de la bahía.
El coche giró a la izquierda y nos encontramos en la carretera, un cartel señalaba que estábamos entrando a la Ruta Nacional Nº 3. Eché un último vistazo hacia atrás y allí en medio del puente, a varios metros de distancia, vi a la pantera negra que nos observaba amenazante.
Volví la vista hacia delante con un respingo. Acompañada de un vampiro dejaba todo lo que era, sin saber cuándo volvería y qué era lo que me deparaba el futuro. Lo único que tenía claro era que Camilla iba tras de mí y que Anthony era la única persona en la que podía confiar. Depositaba mi vida en las manos de un extraño.
Mi vida y mi muerte.