Capítulo 12
1015palabras
2023-10-10 08:30
Capítulo Once
En el cine II
Un hombre alto vestido con una camisa blanca, un suéter azul y un jean oscuro me miraba con gesto seductor. Sus ojos eran de color azabache, igual que su cabello algo largo y despeinado, que caía enmarcándole el rostro de facciones finas y a la vez fuertes. Su mandíbula fuerte tenía una barba incipiente y sus labios eran tan perfectos que parecían dibujados. Era en extremo apuesto y su sonrisa se ensanchó más al ver que lo observaba con detenimiento, como si estuviera sacando una radiografía con los ojos. Él tampoco desaprovechó la ocasión para estudiarme y se apoyó en el mostrador de forma desenfadada, a la espera de una respuesta.

Logré reponerme y sonreí mientras hacía una seña hacia la máquina.
―¿Nunca has probado las saladas? Eso es extraño… ―dije mientras tomaba la bolsa que Marcos me tendía y le daba el dinero.
―Bueno, en general me gusta más lo dulce, pero al oírte pedirlo me ha picado la curiosidad.
―Prueba, no hay mejor manera para saber si te gusta.
Él estiró su brazo y tomó una para llevársela a la boca sin dejar de mirarme. Masticó despacio, con satisfacción, y ese solo gesto me pareció casi obsceno viniendo de él. Sin querer me relamí los labios mientras lo veía.
―Bueno no está nada mal, aunque aún prefiero lo dulce. ―Sonrió y pidió a Marcos una bolsa―. ¿Te gusta la película? ―Se volvió hacia mí con rapidez.

―Para ser sincera, la detesto. Tenía ganas de ver algo con un poco más de acción o suspense.
―Sí, entiendo, tampoco es mi estilo. ―Tenía acento extranjero, aunque no podía adivinar de dónde era―. ¿Vives aquí o solo estás de paseo? ―preguntó.
―Soy de aquí. ¿Te gusta el pueblo?
―Sí, es un lugar muy tranquilo. Aunque estoy de pasada. Me gustaría quedarme un poco más, pero debo continuar mi viaje.

―Con unos días te alcanzará para conocer todo lo que hay, no es un lugar muy grande. ¿De dónde eres?
―De Francia.
―Vaya, estás lejos de casa ―Me alejé del mostrador para volver a la sala.
―Hace unos meses decidí hacer un viaje y de alguna forma terminé recorriendo Argentina―. Pronto estuvimos frente a la entrada y no me quedó más remedio que despedirme.
―Bueno, espero que lo disfrutes. ―Estreché su mano.
―Estoy seguro de que así será. Por cierto, soy Anthony.
―Eh… soy Maia. ―Me presenté un tanto turbada mientras abría la puerta de la sala y el sonido del filme llegaba a mis oídos.
―Bueno Maia, nos veremos por ahí. Tú misma lo has dicho, este es un pueblo chico. ―Dio media vuelta y se marchó hacia la salida. Me quedé unos segundos allí plantada hasta que decidí entrar a ver el final de la cinta. Terminó tal y como había imaginado, Lis lloró y yo aproveché para burlarme un poco de ella y de la estúpida trama de aquella trillada historia de amor. Una vez fuera Pedro insistió en acompañarnos a mi casa, a pesar de que a él le quedaba más cerca volver directamente a la suya. Nos quedamos charlando un rato en el porche hasta que se marchó, entonces Lisa se volvió hacia mí con expresión de «dale una oportunidad».
―Ni siquiera lo pienses ―le recriminé antes de que abriera la boca.
―¡No he dicho nada! ―se excusó con cara de inocencia―. Es solo que… es tan tierno, ¡y está loquito por ti!
―Ya te lo he dicho mil veces Lis, no puedo verlo de otra forma. Sé que es un buen chico y seguro que tiene muchas cosas que me atraen, sin embargo Pedro es como mi hermano.
―Sí, pero no lo es. En fin… te demoraste bastante hoy cuando fuiste a comprar, ¿fue una excusa para escabullirte de la película o había mucha cola? ―preguntó sarcástica.
―Tenía la esperanza de que Peter se fijara de pronto en ti y se olvidara de mí, como te gusta tanto… ―Lisa me sacó la lengua como una niña de cinco años―. En realidad estuve hablando con alguien.
―¿Con quién? ¿Era lindo? ¿Era de aquí? ¿De dónde venía? ¡Cuéntame! ―me atiborró de preguntas mi amiga. Cabe destacar que, en un poblado pequeño como este, toda persona que viniera de afuera era un acontecimiento importante, en especial para Lisa que siempre estaba esperando a su salvador.
―Un hombre, muy lindo por cierto, está de viaje y viene de Francia ―respondí logrando que ella me mirara con mucho interés. Por supuesto aquello terminó en una larga conversación donde tuve que contarle con lujo de detalles cómo era Anthony y cada palabra y gesto que había hecho, para que luego Lisa empezara con sus fantasías y planes para buscarlo por el pueblo. Cuando nos despedimos había logrado convencerme de que nos encontráramos al día siguiente en la heladería para recorrer los muelles y buscar al francés.
Corrí al interior de mi casa apenas mi amiga dobló la esquina, cambié mi chaqueta de jean por un suéter marrón, tomé mi bolso y salí a la calle de nuevo. Eran casi las nueve de la noche y la temperatura había descendido bastante, pero ahora solo podía pensar en lo que me esperaba cuando cruzara la puerta de la casona a la cual me dirigía.
Adentro el clima era acogedor y la casa seguía manteniéndose en una semioscuridad que lograba darle a un aspecto más lúgubre del que en verdad tenía. Recorrí el pasillo con paso apresurado hasta entrar en la sala. Allí estaba Camilla parada frente a la ventana. Llevaba un vestido negro ajustado que le llegaba un poco más abajo de las rodillas, con un pronunciado escote en la espalda. Se veía tan hermosa que me pareció estar frente a una diosa griega.
―Adelante Maia.
―Buenas noches.
―¿Quieres algo de tomar? ―preguntó amable. Negué con la cabeza mientras la observaba ansiosa. Ella pareció darse cuenta y se acomodó en su butaca esbozando una sonrisa―. ¿Estás lista para escuchar lo que sigue?
―Por supuesto.
―Bueno entonces continuaré con mi historia. ―Asentí emocionada y su voz volvió a trasladarme cientos de años al pasado.