Capítulo 11
1311palabras
2023-10-10 08:29
Capítulo Diez
En el cine I
Desvié mis pensamientos hacia otros rumbos y aproveché para poner música y darme un tranquilo baño de espuma. Mi voz se unió a coro mientras entonaba «Bring me to life», y cuando salí con el pelo mojado atado en una cola alta y me dirigí a la alcoba, ya me sentía mucho mejor. El reloj que había sobre la mesita de noche marcaba las cuatro y alcancé a terminar de vestirme justo antes de que sonara el timbre. Al abrir la puerta me encontré con Lisa que me miraba sonriente desde la entrada. Con un efusivo abrazo y un torrente de palabras, mi mejor amiga entró a la casa y se dejó caer en el sillón con pereza mientras tomaba el control del televisor y lo encendía.

―¿Cómo te trata la vida en soledad?
―Pues ya lo ves, estoy mejor que nunca. Esto de no tener horarios y hacer lo que quieres a cualquier hora me gusta demasiado.
―Ah, yo nunca podría. ―Lisa apartó un mechón de su lacio cabello rubio a un costado―. Odio la soledad.
―Lo sé. Me consta que no puedes estar un minuto sola. Y dime, ¿qué tal va todo con Julián?
―Eh… ya no salimos más.
―¿Quéeeee? ¿Cuándo pensabas decírmelo?

―Fue anoche y esta mañana apenas hablamos, además no quería contarte por mensaje.
―Bueno, ¿qué fue lo que pasó? Creí que era el chico más apuesto que habías visto en tu vida y que estabas perdidamente enamorada de él.
―Fue solo la primera impresión. No es que fuera mala persona, ya sabes, un chico de ciudad lindo y con un buen trabajo, y además el sexo era increíble, pero terminó volviéndose insoportable y pedante. Él era el centro del mundo y yo era una simple pueblerina ignorante… el muy idiota…
―No quiero decirte «yo te lo dije»…

―Ya sé. En fin, todo ha vuelto a la normalidad, tu amiga ya no se escapará los fines de semana a Carmen de Patagones para ver a su novio interesante, así que podremos encerrarnos a ver películas y comer helado. ―Sonrió Lis con un brillo especial en sus ojos color miel.
―Vaya, ¡qué plan interesante! ―Me burlé.
―Maia, ya aparecerá nuestro príncipe azul y nos salvará de la depresión. El mío vendrá en un caballo blanco y me llevará a la capital para convertirme en una gran actriz, y el tuyo en un barco pesquero y te llenará de muchos hijitos a los que les guste la pesca.
―Gracias por lo que me toca.
―Vaya, si lo piensas bien Peter encaja justo en esa descripción. ―Puso cara de falso asombro―. Es de familia de marineros, trabaja en el Club de Pesca y su padre es uno de los miembros más importantes del consejo. Además estaría encantado de llenarte de bebés y regalarte una casita junto al mar en la que pasarían sus días.
―Por más tentadora que sea la oferta, paso ―respondí haciendo una mueca.
De pronto me pregunté cómo había imaginado Juliette a su hombre ideal y si el conde fue el que la salvó de la vida a la que había sido arrastrada por su padre. Comprendí la desolación que debió sentir cuando la alejaron de todo lo que era suyo y me pregunté si no se había visto forzada a lanzarse a los brazos del conde o si en verdad se había enamorado de él.
―Es una pena, él estaría tan feliz ―se burló Lisa haciéndome volver a la realidad.
―No es que Peter sea un mal chico o que no sea lindo, pero solo puedo verlo como a un amigo. Es como un hermano para mí.
―La verdad es que últimamente atrae muchas miradas. Varias de las chicas están loquitas por él. Es una pena que no puedas darle una oportunidad.
―Pues sí, así son las cosas ―le corté la perorata a Lis a sabiendas de que venía una charla sobre las cualidades del muchacho y lo agradable que era. A veces me preguntaba por qué no se ponía de novia con él si tantas cosas buenas le veía.
El timbre volvió a sonar y fui a abrir para encontrarme con un joven alto de cabello castaño claro que le caía en rizos sobre la frente, ojos marrones y una sonrisa sincera que le cruzaba el rostro. Llevaba una remera de mangas largas color marrón que denotaba su cuerpo bien formado y sus hombros anchos, producto de su trabajo acarreando cajas en el puerto.
―Hola, preciosa. ―Besó mi mejilla―. ¿Cómo estás?
―Muy bien. Estamos ansiosas por ir a ver esa película ―agregué en el momento que aparecía Lisa y lo saludaba mientras yo buscaba mi abrigo.
Hacía apenas unos meses la Municipalidad de Carmen de Patagones y el Ministerio de Educación y Cultura habían inaugurado un cine-teatro cerca de la avenida principal. Antes de que se instalara la sala teníamos que ir a la ciudad a ver las películas, conformarnos con las que pasaban en el salón del Club de Pesca los fines de semana o esperar a que la subieran a alguna plataforma de streaming.
Mientras caminábamos las siete cuadras hasta la esquina del Acceso y la calle Adolfo Díaz, Pedro nos contaba cómo había conseguido, a través de su padre, las entradas para la premiere de ese día. Era bastante complicado conseguirlas para la primera función porque todo el mundo quería ver el filme antes de que alguien pudiera contarle el final.
―¿Qué película es? ―pregunté.
―Ni idea ―se excusó Pedro.
―Espero que sea una romántica. ―Lisa se emocionó.
―Y yo que sea de acción o por lo menos de suspense ―agregó mi amigo.
―Yo me conformo con que no sea romántica.
―¡Ah! Intenta hacerte la dura con todo esto del romanticismo, ya verás que cuando te enamores serás igual de tonta que todos ―replicó mi amiga.
―Entonces recuérdenme que no me enamore para poder mantener mi compostura —repliqué.
Pedro no hizo ningún comentario hasta que llegamos al cine. La cola para entrar ocupaba una cuadra y nos pusimos al final mientras esperábamos con ansiedad nuestro turno.
―Es romántica. ―Sonrió triunfante Lisa―. Escuché a una señora que la vio en la ciudad el fin de semana y le encantó.
―Bueno, si no queda otra. ―Me resigné.
Pronto nos encontramos en nuestros asientos y a los quince minutos me di cuenta de que se trataba de una de esas cintas románticas dramáticas en que la protagonista hace cualquier cosa por estar junto al amor de su vida y al final terminan de una forma trágica y triste, demostrándose una vez más mi teoría de que el amor no rompe todas las barreras.
―Voy a comprar algo de comer ―le susurré a Pedro en el momento en que el galán del film se juntaba con otra mujer para darle celos a su amada, que estaba a punto de casarse con un millonario. Salí de la sala y me dirigí al mostrador donde un chico de cabello pelirrojo y abundantes pecas me sonrió.
―¿Qué tal todo por aquí, Marcos? ―pregunté mientras paseaba la mirada por los dulces y las bebidas.
―Como siempre, a rebosar de gente. ¿Qué tal la película?
―Una de amor. La típica guerra de amantes que luchan por estar juntos y seguro terminan separados. Quiero una soda y una bolsa de palomitas saladas.
El chico se apresuró a servir mi pedido cuando sentí una presencia detrás de mí. Temiendo que se tratara de Pedro que buscaba un momento para quedarse a solas conmigo me concentré en observar un cartel que había colgado en la pared.
Una voz logró que me distrajera.
―¿Saladas? ―preguntó―. Mmm… no las he probado nunca, ¿las recomiendas?
Me llamó la atención que alguien tuviera tan poca imaginación como para entablar una conversación de esa forma, pero cuando me volví olvidé por completo la estupidez de la frase y lo que hubiera podido responder.