Capítulo 6
1434palabras
2023-09-27 21:42
Capítulo Cinco
La Fiesta
Los días se sucedieron como una película que pasaba frente a mis ojos donde yo no era protagonista, sino un simple espectador que veía a los personajes moverse por hilos invisibles.
Pensaba que la vida no podía ser más descolorida ni triste. Tal vez se debiera a que me esforzaba para que el lugar me pareciera feo y aburrido, para no salir de mi habitación ni dar indicio alguno de que aquel castillo era de mi agrado.
Así pasó un mes de mi llegada a Rumania, entre paredes y gente que no conocía, sonrisas falsas, bienvenidas arregladas, cenas sin sentido y semblantes sin expresión. Era como una pesadilla eterna donde el único rostro que quería ver nunca aparecía y las fantasías con el duque de Anglars comenzaron a desvanecerse poco a poco, siendo reemplazadas por indecorosos y acalorados sueños con el extraño y seductor caballero.
Cuando aparecía la luna y me hallaba sola en mis aposentos los ojos grises de aquel hombre misterioso invadían mi cabeza. ¿Había sido solo una ilusión o había sido real?
Así llegó aquella noche en que la nieve caía copiosamente y el hielo se escarchaba a la orilla del camino. El viento frío parecía cortar el rostro con su fuerza y debí salir del castillo camino a una de las tantas fiestas a las que solo asistía en contadas ocasiones para complacer a mi padre. Me coloqué una amplia capa de piel sobre un vestido de terciopelo azul y me dejé arrastrar a la casa de un honorable señor de apellido Wofthman.
Al llegar los presentes se abalanzaron sobre nosotros. Aún éramos la nueva familia venida de Francia, dueña de una de las minas más grandes de aquellos parajes y con una hija soltera en edad de merecer. No era de extrañar que los padres hicieran fila para presentarme a sus hijos.
Cuando ya no soportaba el desfile de rostros apareció una joven muchacha que me tomó del brazo con delicadeza y me salvó de un colapso nervioso.
―Soy Evelyn Wofthman, pero puedes llamarme Eve. Creí que necesitabas ayuda cuando te vi rodeada de esos muchachos.
―Gracias. ―Sonreí―. Soy Juliette Von Leftet y si no me hubieras salvado creo que hubiera salido corriendo. ¡No quiero ni imaginar la vergüenza que habría pasado!
―Te entiendo. ―Eve esbozó una cálida sonrisa―. Nosotros vinimos desde Inglaterra hace tres años y fue duro, es difícil acostumbrarse a vivir aquí. También fuimos el centro de atención durante un tiempo, pero los muchachos no me perseguían tanto como a ti. ¡Claro que tú eres mucho más bonita! ―Me tomó del brazo―. ¿Vamos a comer unos panecillos? Desde que los vi en la cocina quiero probarlos.
En ese instante él hizo su aparición. Incluso antes de verlo algo en el aire delató su extraña y poderosa presencia. Sus ojos se cruzaron con los míos entre la multitud y me estremecí. ¡Era real, existía y estaba allí! Me quedé muda en medio de una frase conteniendo la respiración ante la idea de que él se acercara.
Y así fue, con ese caminar felino, porte de caballero y actitud sensual, se acercó haciéndome desear tenerlo cerca.
―¡Conde! ―dijo Eve al voltearse para seguir mi mirada―. Déjeme presentarle a Juliette Von Leftet ―agregó mientras yo miraba al hombre que durante tantas noches había ocupado mis ensoñaciones.
―Juliette, te presento al Conde Vlad Tepes IV.
―Un gusto conocerla mademoiselle ―dijo con una voz profunda y gruesa que quedó grabada en mi mente, aunque ya la había escuchado en sueños. Me tomó de la mano, la besó y luego clavó sus profundos ojos en mí―. Si me disculpa señorita Wofthman, tal vez la prive de su compañera por unos momentos. ¿Le gustaría dar un paseo por el jardín mademoiselle Juliette? ―preguntó, gallardo.
Me había quedado sin habla, las palabras que podría haber dicho invadían mi cerebro cuando ya era demasiado tarde para decirlas, así que solo pude asentir con la cabeza. Él me tomó del brazo y salimos a los vastos jardines.
―¿Qué le ha parecido Rumania? ―preguntó el conde mientras doblábamos a la izquierda para tomar un sendero que se adentraba entre los arbustos.
―No he tenido oportunidad de conocerla ―respondí en un susurro―. No salgo mucho.
―Es una pena que una belleza como usted se encuentre encerrada entre cuatro paredes. ―Lo miré sin saber qué responder, él no apartaba aquellas extrañas pupilas grises de mí, que me observaban con una seguridad aplastante, fuerte como todo lo que parecía hacer―. Yo la he visto a usted antes. ¿Por qué no ha salido de su castillo?
―La verdad es que no conozco a nadie y no me siento cómoda.
―Entiendo, está usted muy sola aquí. Pero si quiere puedo ser su guía y enseñarle la belleza de nuestras tierras.
No podía creer que aquel hombre, tan apuesto y distinguido se ofreciera para llevarme de paseo. ¿Quién era aquel perfecto caballero; que aparecía y desaparecía, que me hacía sentir vulnerable con su mirada, el tono de su voz y el movimiento de su cuerpo? Sabía que estaba en desventaja ante él, que no podía rehusarme a nada que saliera de sus labios.
―Me gustaría conocer estas tierras con usted.
―Voy a mostrarle lugares muy hermosos, mademoiselle Juliette, así no se arrepentirá de haber venido a Rumania. Sé que estar aquí no es de su agrado. Lo leo en la profunda tristeza que se refleja en sus ojos.
―Dejé todo en París ―dije con la voz entrecortada―. Mi vida quedó allá. Ahora tengo que empezar de nuevo en este lugar y eso...
―Eso le da miedo, ¿verdad? No se preocupe mademoiselle, yo le ayudaré a reconstruir su vida aquí y no volverá a sentir soledad.
Él parecía leer mi mente, ver mis sentimientos, mi corazón y mi alma. Y eso me seducía a la vez que me asustaba. Volvimos tomados del brazo con la brisa helada que se calaba a través de nuestras ropas y al llegar al salón él besó mi mano y se despidió. Lo vi desaparecer entre la multitud en menos de un minuto. Un encuentro demasiado breve para haber dejado en mí sensaciones tan profundas.
Aún estaba vislumbrando la sombra del conde desvanecerse cuando apareció Eve con una enorme sonrisa en su rostro.
―¿Y? ―preguntó emocionada―. ¿Qué te pareció el Conde?
―Un hombre muy educado ―dije todavía aturdida por su reciente presencia.
―¡Vamos Juliette! Deja el protocolo de lado, ¡ese hombre es tan apuesto! Tienes mucha suerte ¿De qué hablaron?
―De Rumania, se ofreció para llevarme a conocerla.
―¿Lo dices en serio? ―preguntó Eve asombrada―. ¡Oh por Dios! Tú sí que no puedes quejarte, llegas y ya tienes una cita con el hombre más deseado de la región.
―¿El más deseado?
―¡Sí! ¿O crees que eres la única que se ha fijado en él? ¡Vamos Juliette! Ese tipo de hombres no pasan desapercibidos. Todas las jóvenes casaderas de la región andan detrás de sus encantos, e incluso podría decir que algunas casadas le han echado el ojo. Lo que sucede es que también es un poco misterioso. Mi padre no me dejaría salir con él ni en un millón de años. ―Eve lanzó una risita ahogada.
―¿A qué te refieres?
―Bueno, hay que admitir que es un poco extraño, ¿no?
―Sí. No se puede negar que es un hombre bastante enigmático.
―Pero lo más raro es la forma en que apareció. Siguiendo su árbol genealógico es descendiente directo de un príncipe que reinó hace tiempo en Valaquia y es recordado por su crueldad. Cuando murió nadie sabía que tuviera un heredero. Pero hace dos años vino este apuesto caballero diciendo que era su descendiente. En el pueblo hubo un gran revuelo hasta que se confirmó que en verdad era quien decía ser.
―Y si se confirmó, ¿qué tiene de raro?
―Que nadie supo nunca de dónde vino, dónde estuvo todos estos años, por qué no apareció antes a reclamar sus tierras, que fueron rematadas. Ese hombre tiene un pasado muy oscuro que nadie conoce y mucha gente le teme ―dijo Eve tomando un pastelito de una bandeja―. ¡Pero todo esto tú deberías saberlo Juliette!
―¿Por qué iba a saberlo yo?
―Por Bran Castle ―respondió, como si aquello explicara todo―. El castillo donde tú vives es el de su familia.
Me quedé perpleja ante aquella revelación. ¿Acaso había oído bien? ¿Ella acababa de decirme que yo vivía en el castillo de la familia Tepes? Sus palabras resonaban en mi cabeza con una intensidad abrumadora y aun cuando despedí a mi nueva amiga al finalizar la velada, no podía apartar la historia del conde de mi mente.