Capítulo 59
1526palabras
2023-08-17 00:02
Frunce el ceño y me mira a los ojos. "Mi castigo fue aguantar el dolor como lo haría un ser humano... Como lo harías tú. No me voy a librar de ellos".
¡C*ño! Es la tercera vez que se me nublan los ojos en un lapso de diez minutos, pero aguanto las lágrimas y me resisto a mostrarme demasiado emotiva.
"¿Por qué no los desafías y ya? ¡Estás penando! ¡Tienes que restablecerte!". Me estiro para tocarlo, pero retiro las manos antes de hacer contacto con él. Temo lastimarlo más.

"Se enterarían si uso mi magia. Esta es como una gran fuente de energía de la cual beben los brujos de ambos sexos. Cuando alguien del aquelarre la usa, todos lo sabemos. El tipo de energía que necesitaría para autosanarme... Lo sabrían de inmediato y le harían daño a Emanuela si yo intentara algo".
Asiento con la cabeza y aprieto los dientes con ira. Tengo rabia de la gente a la que llama su "aquelarre". Son unos monstruos. ¿Cómo pueden permitir que él sufra así cuando podría curarse fácilmente en cuestión de minutos? No les bastó dejarlo hecho polvo, sino que ¿también quieren que rabie de dolor durante semanas? Son despreciables. No quiero que se me caliente la boca mientras él empeora progresivamente, así que saco mi teléfono y pido un Uber.
Se inclina sobre mi hombro y mira mi teléfono. "¿Qué estás haciendo?".
"Voy a pedir un Uber para llevarte al hospital. Pensé que no te iba a gustar que llamara una ambulancia".
Antes de que pueda quejarse, lo hago callar. "Dijiste que tenías que curarte como lo hace un ser humano. Bueno, en el estado en que te encuentras, un humano iría al hospital, así que, vamos. Lo que querías decirme, me lo puedes decir cuando lleguemos". No dejo lugar a discusión.
El Uber llega cinco minutos más tarde. Le digo al chofer que le ponga el pie al acelerador y, al ver la apariencia enfermiza de Emanuel y oír que vamos para el Regional Hospital de Lagoazul, actúa en consecuencia. Cuando entramos en la sala de emergencias, me quejo con la señora de la recepción y nos llevan a una sección del hospital con las paredes cubiertas por cortinas. Emanuel, aturdido, continúa buscando a su alrededor. Probablemente nunca ha estado en un hospital; al menos como paciente.

Poco tiempo después, va un médico a verlo y, en cuanto ve la herida que tiene en el abdomen, se pone manos a la obra. Mira el resumen de la historia clínica que hizo la enfermera, y ve que la fiebre de Emanuel es de ciento tres grados. Ordena que nos transfieran para una habitación privada donde le ponen un suero con líquidos y un antibiótico. Emanuel se queja mucho, lo cual habría sido extremadamente divertido si no estuviera en tan mal estado.
Una enfermera entra para vendarle la herida y tratar de las otras, y él comienza a insultarla por ser demasiado ruda. No digo ni esta boca es mía, y me disculpo internamente por su comportamiento. Sin embargo, parece que la enfermera está acostumbrada a tratar con pacientes más difíciles, porque no se ve muy contrariada por la actitud irritada del brujo.
Cuando las enfermeras y los médicos dejan de entrar y salir de la habitación, me siento en el borde de la cama de Emanuel. Ya se ve un poco mejor. No está sudando tanto y los analgésicos deben de haber hecho efecto, porque se ve más tranquilo. Tiene los dedos entablillados y, aparte de los dedos, no tiene ninguna otra factura.
Se le nublan los ojos inmediatamente y la ira lo hace fruncir el ceño, pero no estoy segura de por qué.

"Tenemos que hablar sobre por qué vine a verte. Ellos están planeando algo. Quieren...".
Deja de hablar y los dos miramos en dirección a la puerta del hospital. Se oyen fuertes gritos procedentes de la enfermería, y los latidos de mi corazón se aceleran. Me paro delante de él, como un escudo, en parte esperando que todo su aquelarre entre para lastimarlo de nuevo.
Lo que no espero es ver a mi compañero entrando a la fuerza, con sus ojos grisáceos brillándole. Al entrar en la habitación, va directamente hacia mí al tiempo que dos enfermeras corren detrás de él para obligarlo a irse. Ellas no están preparadas para un "visitante" tan grande y fuerte como Gonzalo, por lo que no saben qué hacer. Una de ellas tiene un teléfono en la mano y se prepara para llamar a la seguridad del hospital. La otra se vuelve hacia Emanuel, y hacia mí, con miedo. "¿Conocen a este hombre?".
Miro a Emanuel, sabiendo que, si lo niega, entonces matarán a la seguridad del hospital, conjuntamente con la mitad de las personas que están aquí. Le ruego con los ojos que responda afirmativamente.
"¡Sí! Este es mi primo Rubén, que me viene a visitar en un momento difícil. Está todo bien, enfermeras. ¡Fuera!". Emanuel hace un ademán con las manos, indicándoles que salgan, y las enfermeras abandonan la habitación en actitud vacilante, no sin antes volver a mirar a Gonzalo con expresión de enfado.
Me he vuelto especialista en calibrar las emociones de Gonzalo, y puedo asegurar que está a punto de mutar. Corro hacia él y cuando se encuentra conmigo, a mitad de camino, me envuelve en sus brazos y mete la cabeza en mi cuello. Cierro los ojos y le masajeo la espalda de arriba abajo para relajarlo. Sus músculos se distienden poco a poco a medida que prolongo el masaje.
Levanta la cabeza de mi hombro, pero mantiene mi cuerpo cerca del suyo y, por último, se gira para mirar al brujo de cabello rubio platino. "Te dije que te mataría si te volvía a ver".
Emanuel suelta una risa inexpresiva. "Adelante, lobezno. Mátame mientras estoy indefenso. Estoy seguro de que Triana lo apreciaría".
Gonzalo reacciona con un gruñido cuando, sin querer hacerlo, me aparto de él y me paro entre los dos para tratar de aliviar la tensión en la habitación.
"Emanuel, Gonzalo no te va a matar. Gonzalo, no mates a Emanuel", les digo levantando un poco la voz. Nunca pensé que estaría en esta posición, pidiendo a un hombre lobo, que es mi novio, que no mate a mi amigo, poseedor de poderes mágicos. Cualquier otra persona en mi lugar, ya habría enloquecido.
Gonzalo respira con dificultad, pero no intenta agredir a Emanuel, lo cual agradezco. Lo que sí hace es mirarme y decir en voz baja: "¿Dónde has estado?".
"Bueno, yo estaba...".
"Porque Javier se comunicó conmigo mentalmente y me dijo que habías sido secuestrada por un brujo que no pudo identificar".
Ah, ese es el primer punto. "Trato de llamarte y no respondes. Cuando rastreo tu teléfono y veo que estás en un almacén de mi*rda abandonado, pienso que probablemente te están torturando, o peor. Voy corriendo para allá sin llevar refuerzos y no estás allí. Entonces veo en el teléfono que estás en el hospital de mi*rda". Cuanto más habla, más se enfada. Me siento culpable por haberle hecho pasar por eso, pero Emanuel me necesitaba y no tuve tiempo para enviarle un mensaje de texto y mantenerlo al corriente.
"¿Qué c*jones debo pensar? ¿Eh? Pienso que te estás muriendo. De nuevo. Sé que no estás muerta porque lo habría sentido, pero no sé qué pensar. Entonces sigo tu olor hasta aquí, y te encuentro cuidándolo a él". Escupe cuando dice "él", como si se tratara de una cosa repugnante.
"Lo siento, pero ¿qué iba a hacer?", pregunto. "Emanuel tenía algo importante que decirme, y tú no dejabas que él se me acercara. Incluso bloqueaste su número en mi teléfono". Cruzo los brazos y apoyo todo mi peso sobre mi pie derecho mientras lanzo a Gonzalo la mirada más despectiva de la que soy capaz. Quiero que sepa que no estuvo bien lo que hizo, y que yo también puedo enfadarme con él. La rabia no es un patrimonio exclusivo de él.
La expresión de sus ojos se suaviza un poco, pero sigue siendo dura. "Lo hice para protegerte".
"¿En serio? Porque todo parece indicar que Emanuel puso en peligro su vida para decirme algo realmente importante. Estaba a punto de hacerlo cuando irrumpiste aquí como alma que lleva el diablo".
"Bueno, para adivino Dios y para sabio Salomón", dice en tono de burla. Se comporta como si no rompiera un plato, aunque sabe que lo que hizo estuvo mal. "La última vez que ustedes dos estuvieron solos, él casi te mata y ...".
Emanuel se aclara la garganta, lo que nos hace, a Gonzalo y a mí, detener nuestra discusión para mirarlo.
"Odio poner fin a esta pelea entre amantes, de verdad, pero tengo cosas importantes que decir y se me acaba el tiempo".
Me acerco a su cama y me siento en el borde. Gonzalo gruñe por lo cerca que estoy de él, pero lo callo con una mirada de enfado. Bien. Tiene que aprender a comportarse.
Emanuel me mira y luego mira a Gonzalo. Termina clavándome los ojos y me dice algo que he estado temiendo. "El aquelarre está planeando matarte".