Capítulo 60
1269palabras
2023-08-18 00:02
Al oír esas palaras, Gonzalo emite un estridente gruñido, se precipita sobre el cuello de Emanuel y lo aprieta fuerte. Este respira con dificultad mientras a Gonzalo se le tensan los brazos debido a la violencia de su embestida. Grito alto, le pongo las manos sobre los hombros y lo empujo con toda mi fuerza. Recuerdo, por experiencias anteriores, que probablemente eso no sea aconsejable si enfrentamos a un alfa que ha sido cegado por la ira, pero Gonzalo está estrangulando a Emanuel y ni siquiera pienso en mi propia seguridad.
Después de unos segundos, que me han parecido horas, Gonzalo afloja el agarre y se aparta de Emanuel. Sin que su ira se disipe, posa luego su mirada feroz en mí.
"Nunca. Jamás te pares delante de un hombre lobo enfurecido. Si fueras cualquier otra persona, ahora estarías muerta".
Me alejo de él, ligeramente asustada por sus ojos oscuros y sus grandes colmillos. Casi nunca he visto este lado amenazador de él, apuntándome con su ira de esta manera. Lo he visto enojarse con Emanuel y con Imanol (el hombre lobo al que atacó por faltarme el respeto), pero jamás lo hizo conmigo. Y rehúso acostumbrarme a la forma en que las venas de su cuello se tensan y a la malquerencia con que acaba de tratarme.
A pesar de su amenazante figura, me mantengo firme y cruzo los brazos sobre el pecho, en una postura defensiva delante de Emanuel. El hecho de que me esté dirigiendo a él como "alfa Gonzalo" en lugar de "mi Gonzalo" no significa que me voy a sentar pasivamente y aceptar su comportamiento.
Emanuel continúa con la respiración trabajosa, y el funcionamiento del monitor cardiaco se ralentiza. Me siento en parte responsable de las acciones de Gonzalo. Aunque no debería sentirme así, por ser una pareja, suelo pensar que nuestras acciones están interconectadas y que debo disculparme por él. Sin embargo, soy consciente de que este lado agresivo de él es inaceptable.
"Espero que no mates a tu pareja, alfa". Suelto esta palabra como un insulto. Él no merece ser llamado por su nombre, dado que su faceta lobuna está siendo totalmente posesiva e irracional. Sus ojos recuperan poco a poco su tono azul y, ahora que su cólera ha pasado, veo su remordimiento.
"Bebé, discúlpame. Mi lado lobuno...".
Intenta tocarme, pero retrocedo un poco más mientras lo miro e interrumpo su disculpa.
"No. No puedes ser perdonado así de fácil. Emanuel nos acaba de decir que su aquelarre planea matarme; a mí, no a él. Es obvio que él no está de acuerdo. Entonces, ¿por qué lo lastimarías, especialmente cuando sabes que, al hacerlo, también me harías daño a mí?".
"Tú no conoces a los brujos como yo". Intenta razonar. "Son leales a los suyos y traicionan a cualquiera que no sea uno de ellos. Probablemente esto no pase de un gran complot para que confíes en él y luego, cuando menos lo esperes, matarte".
Niego con la cabeza y me doy la vuelta para ver la mano con la que Emanuel se está agarrando el cuello. Este ha adquirido un color morado rojizo, al igual que el resto de su cuerpo golpeado. Sostengo con suavidad su mano fracturada y la froto con el pulgar de un lado a otro. En el estado en que se encuentra, al no poder abrazarlo, esto es lo que más se parece a un abrazo.
"Emanuel no haría eso".
La risa sarcástica de Gonzalo atraviesa el aire y aumenta la tensión en la habitación. Tiene la mandíbula apretada mientras respira fuertemente por la nariz en un intento fallido de calmarse.
"Eso tú no lo sabes".
"Yo no haría eso", agrega Emanuel con una voz áspera y cansada. Parece que está a punto de dormirse, ya que los medicamentos y el dolor que tenía le están pasando factura, pero, aun así, mira a Gonzalo directamente a los ojos. "Puedes escuchar los latidos de mi corazón. Sabes que no te estoy mintiendo. Y, seamos sinceros, estoy demasiado débil para engañarte con una magia".
Me giro hacia Gonzalo y lo miro con los ojos bien abiertos. ¿Lleva un detector de mentiras? ¿Siempre ha sabido cuándo estoy mintiendo? Eso es lamentable...
Gonzalo mira a Emanuel con rabia y con el pecho saltándole. Gruñe. "Está bien, si no tienes en mente volver a lastimar a mi pareja, entonces dime lo que planea tu aquelarre". Me presiona la espalda con la parte delantera de su cuerpo mientras sus manos se deslizan despacio hasta mi cintura. Me tiene junto a él de una manera posesiva, y ni siquiera trato de resistirme. Sigo molesta con él por lacerar a mi amigo, y él continúa enojado por pensar que fui dañada nuevamente. Sé por experiencia propia lo que es pensar que tu pareja está herida, es horrible.
Echo la cabeza hacia atrás para que descanse sobre su pecho al tiempo que cierro los ojos. Ojalá no hubiera todo un aquelarre sobrenatural queriendo matarme. Con los ojos cerrados, me concentro en el olor a bosque de mi compañero y en el calor de sus dedos a través de mi camisa, y casi consigo olvidarlo todo.
"No sé lo que están planeando. Ellos me ven como un traidor, así que no me dirán nada". Emanuel respira fuerte varias veces mientras se toca un lado del cuerpo. "¡C*jones, esta mi*rda duele! ¿Cómo lidias con esto?". Mis carrillos se desinflan poco a poco mientras exhalo un lento suspiro.
"Nunca me han lastimado tanto como a ti, pero, cuando tenemos que lidiar con el dolor, sencillamente lo hacemos".
"Bueno". Emanuel se ríe y luego hace un gesto de dolor. "Avísame la próxima vez que te cortes, aunque sea con un papel. Te atenderé".
"¡Hurra!" Salto y bailo jubilosamente. "Las heridas producidas por papel son las peores. Son pequeñitas, pero muy incómodas. Y yo leo mucho, así que sé lo que te estoy diciendo".
Emanuel echa la cabeza para atrás y la apoya en sus manos mientras sonríe ante mi emoción. "Definitivamente, lees demasiado. No es natural".
"Lo es, totalmente. Lo tuyo es la magia y lo mío es la lectura. ¡Oh!", digo, y empiezo a juguetear con mis dedos. "¿Tu oferta incluye ayudar a mi hermanita? Ella siempre se está cayendo y raspándose las rodillas, o lastimándose en el patio de recreo".
"¿Existe una pequeña Ortega? Tengo que conocerla. Estoy seguro de que es linda". Sonríe y de inmediato me mira de arriba abajo, y luego vuelve a mirarme a los ojos. "Igual que tú".
Pongo los ojos en blanco ante su sutil coqueteo. Gonzalo arrecia el agarre protector de mi cintura y me aparta del brujo.
"¿Estás pidiendo que te asesinen? Porque yo puedo encargarme de eso", dice más en un gruñido que en una voz humana. Doy una vuelta en sus brazos para quedar cara a cara con él, y pongo las manos sobre sus hombros. Con solo tocarme una vez, el hormigueo se extiende por todo mi cuerpo. Espero que eso sea suficiente para calmarlo.
"Él solo estaba bromeando. Sabe que estoy contigo". Al ver que Gonzalo continúa tenso y que lanza metáforas afiladas a Emanuel, suspiro y le rodeo la nuca con mis manos. Lo atraigo hacia mí y lo beso suavemente en los labios. Pensaba que sería un beso dulce y fugaz, mas se convierte exactamente en lo contrario. Las manos de Gonzalo se aferran a mi cuerpo como si yo tuviera la intención de desaparecer con Emanuel. Sus labios embisten los míos como si él nunca fuera a tener otra oportunidad de poseerlos. Si no lo conociera tan bien, diría que está celoso...