Capítulo 57
1421palabras
2023-08-16 00:02
Luego de que cenamos las tres, por fin veo los dibujos de Emilia. El poni tiene la crin arcoíris y el cuerpo lila, y el hada tiene el cabello largo y negro y trae puesto un vestido rojo. Para ser honesta, creo que tal vez Emilia debería ser diseñadora de modas cuando sea mayor. Aunque el dibujo lo hizo una pequeña de seis años, el vestido está muy bien detallado, pues parece tener un escote en V y una abertura en la pierna derecha. Yo lo compraría.
El hada se encuentra dentro de una burbuja azul, y Emilia me explica que está flotando en el aire. Estoy de acuerdo en que esta debe haber bajado volando en la burbuja, como lo hizo Glinda del Mago de Oz. No tiene sentido señalar que su imaginación no es real, no puedo ni quiero destrozar sus sueños.
Durante la cena, recibo mensajes de texto de Gonzalo, pero no respondo a los dos primeros porque estoy escuchando a mi mamá hablar de su ascenso. No obstante, cuando veo que el tercer mensaje de texto dice «respóndeme o iré para allá», le contesto rápidamente que estoy bien y cenando con mi familia.
Me estoy acostumbrando a que Gonzalo tenga la necesidad de estar constantemente en contacto conmigo. Si alguna vez decide marcarme, supongo que los mensajes disminuirán, ya que sabrá al instante si estoy bien o no.
La sola idea de que podríamos tener una conexión tan profunda, me sorprende. No hay nada parecido con los humanos, pero siento que estoy lista para tener algo así con Gonzalo. Casi siempre estoy pensando en él y, de todos modos, me gustaría mucho poder enterarme de cuando está intranquilo. Así, sabría si llamarlo para animarlo cuando está de mal humor, cansado o triste.
Desafortunadamente, para ser capaz de sentir esa conexión, tiene que morderme el cuello, ¡puaj!
Antes de dormir, mientras le estoy escribiendo a Gonzalo, me llega un mensaje de Emanuel. Me animo, e inmediatamente lo abro. No hemos hablado desde que eliminó el hechizo, y quiero conversar con él para saber cómo reaccionó su aquelarre cuando revirtió su magia.
Emanuel: «Hola, ¿cómo estás?».
Yo: «Ya me siento mucho mejor. Gracias por salvarme (aunque de hecho, lo que me pasó fue un poco tu culpa, ja, ja)».
Emanuel: «Siento mucho que hayas sufrido debido a mí. La ética me estaba haciendo sentir muy mal».
Yo: «No es así como se usa la palabra 'ética' en una frase, pero bueno, ja, ja».
Me muevo en mi cama, esperando su respuesta. Sin embargo, luego de que pasan dos minutos, comienzo a preguntarme si ya terminó la conversación. Gonzalo me ha dicho innumerables veces cuánto odia a las brujas y los brujos, ya que son muy descuidados y no piensan en el efecto que tienen sobre otras criaturas. A pesar de que está prohibido, usan magia frente a los humanos, matan sin empatía y no respetan costumbres ajenas. Dice que son peligrosos.
Pero si todo eso es cierto, ¿no deberían haber ridiculizado a Emanuel? ¿No lo debieron haber lastimado o asesinado? Había roto las reglas del aquelarre, removiendo el hechizo de un humano al que querían matar. Necesito saber cómo está. Él me salvó, y lo menos que puedo hacer es preguntarle si necesita que lo ayude.
Yo: «¿Estás bien?».
Mi texto es bastante simple, y él responde al instante.
Emanuel: «No, pero lo estaré».
Intento marcarle, pero todas las llamadas se van directo al buzón de voz, y no vuelve a responder mis mensajes. ¡Este m*ldito brujo me está volviendo loca! Lo único que quiero es saber qué es lo que anda mal. Lo considero mi amigo, incluso si nuestra amistad ha sido un poco inestable. Es obvio que necesita apoyo en este momento, pero no me deja estar allí para él. Con suerte, el viernes lo veré en la clase de ética para poder preguntarle sobre sus sentimientos. No parece el tipo de persona que se abre con ese tipo de temas, pero puedo ser muy persuasiva cuando me lo propongo.
El resto de la semana pasa muy rápido. Cada día es igual al siguiente: voy a clase, Gonzalo me recoge y me lleva a Vegas para comprarme un café y un refrigerio, y luego regresamos a mi casa o a la suya para hacer nuestro trabajo. Debo admitir que tratar de concentrarme en presencia de un Dios griego es extremadamente difícil.
Cada vez que estira los brazos por encima de la cabeza, sus tríceps se marcan y me distraen. ¿Por qué d*monios me concentraría en cálculo cuando puedo mirar los músculos de Gonzalo? Lo observo frecuentemente, escribiendo quién sabe qué en su computadora. ¿Cuál es el trabajo de un Alfa?
En algunas ocasiones, me doy cuenta de que solo está provocándome. Dice que «derramó algo» en su camisa, un par de veces, y se la quita argumentando que no quiere ensuciarse. No obstante, en ambas ocasiones la prenda no tiene ninguna mancha. Lo que quiere es que mire sus abdominales, y lo único que me queda hacer es apretar las piernas para evitar exc*tarme más.
Eventualmente, comienzo poco a poco y luego abiertamente a provocarlo para vengarme por quitarse la camisa. No puedo concentrarme al verlo con el pecho desnudo. Así, comienzo a morder el borde de mi bolígrafo, lo que quizá no suena excitante, pero la forma en que sus ojos siguen mis labios cuando lo hago, hace evidente que lo distrae. Después de eso, se levanta y corre hacia mí con su velocidad de hombre lobo y me besa con fuerza, lo cual no me molesta.
Nunca encuentro el momento perfecto para mencionar lo de la «marcar». Ambos nos concentramos en el trabajo, y cuando terminamos me acobardo y decido preguntarle al día siguiente. Cirino me contó que «marcar» es algo sexual e íntimo, así que no quiero forzar el tema, deseo que salga naturalmente.
Hoy es viernes y voy caminando de Vegas a mi clase de Ética. Gonzalo me dijo que no quiere que entre si Emanuel lo hace, pero argumento que no puedo faltar. De ahí que el «guardaespaldas» me acompañara. Me siento como un miembro de la realeza, y no en el buen sentido, al tener alguien cerca para protegerme. Además, la sensación de sentirme observada, me parece espeluznante. No obstante, mi novio no me dio otra opción.
Entrando al aula, miro por encima de los asientos, buscando un cabello rubio plateado. Debo asegurarme de que está bien, pero no lo he visto desde que me salvó. Tras buscarlo por unos momentos, deduzco que no vino hoy. El guardaespaldas que está detrás de mí, y que no hace más que pasar desapercibido entre los estudiantes, parece examinar la habitación y buscar al brujo. Sin embargo, no se tensa como lo haría si estuviera aquí.
Frunzo el ceño y me siento en mi lugar de siempre, al lado de la chica que todo el tiempo está dibujando rosas. Escucho la clase a medias, decepcionada de que Emanuel no haya venido para burlarse de mi toma de decisiones éticas. En verdad, extraño discutir sobre los escenarios que nos dan…
La hora pasa lentamente, hasta que la maestra se despide de nosotros y nos recuerda que se acercan los exámenes parciales. Me quejo por dentro ante esto, ya que odio las evaluaciones. Conozco los temas, pero cuando me siento a hacer las pruebas, mi mente se queda en blanco. Por lo tanto, tengo que estudiar demasiado para obtener buenas calificaciones. Algunas personas tienen buena memoria por naturaleza y no necesitan estudiar tanto, pero yo no soy una de ellas.
Lentamente, empaco mis cosas, asegurándome de no dejar nada. El lobo guerrero que me observa, da un fuerte pisotón, como si estuviera impaciente y quisiera que recogiera mis cosas más rápido. Al ver esto, lo hago más despacio.
Puedo notar la molestia en su rostro, pero decide no decir nada, gracias a Dios.
Al final, cuando me aseguro de tener todo, me cargo la bolsa al hombro.
“Te llevaré a la casa de la manada. La reunión del Alfa Gonzalo se está alargando un poco, por lo que no podrá venir a recogerte”, dice.
“Está bien, gracias”, replico, haciendo todo lo posible por no hacer evidente mi disgusto, por tener que pasar más tiempo con él.
Al salir del aula, estoy por preguntarle dónde estacionó su auto, cuando de la nada un par de manos sujetan mis antebrazos y me jalan hacia enfrente. Un velo azul ahoga mi grito al tiempo que caigo en la oscuridad.