Capítulo 55
1785palabras
2023-08-15 00:02
Cirino y yo dejamos de lado las conversaciones serias después de que yo accediera a hablar con Gonzalo la próxima vez que tengamos un momento a solas. Mientras espero que mi pareja termine sus labores de alfa, planeamos los detalles de la brillante broma que le vamos a hacer a mi novio. Como mi amigo tiene que comprar algunos materiales antes de ejecutar nuestro plan, lamentablemente, hoy no será el día de la broma. No obstante, siento cosquilleos de emoción de solo pensar en la malvada travesura, ¡Gonzalo se va a asustar!
Tan pronto como Gonzalo cruza por la puerta, mis ojos se enfocan tanto en él que casi no me doy cuenta de que Alpidio entra detrás de mi pareja y se dirige hacia Cirino. Enseguida, Gonzalo me abraza, y yo le devuelvo la muestra de afecto. Luego suspira aliviado, coloca la nariz en mi cuello y me olfatea, y yo me pongo rígida al recordar la conversación que acabo de entablar con mi mejor amigo sobre las marcas en el cuello entre parejas. Como percibe que algo anda mal, Gonzalo retrocede.
"¿Qué ocurre?", pese a que su preocupación es evidente, no puedo ser honesta con él en este momento. No pienso hablar del tema en una habitación ajena y con Cirino y Alpidio estando presentes. En definitiva, voy a esperar, por lo que invento la primera mentira que se me ocurre.
"Solo me preocupa que mi mamá me quiera de vuelta en casa. No me gustaría que se enoje demasiado conmigo. Después de todo, no he regresado en casi tres días…", es cierto que me siento consternada respecto a mi madre, y creo que ya es momento de enfrentarla. Debí haberme ido a casa después de despertarme de mi prolongado sueño, sin embargo, me acobardé y opté por pasar el día con Gonzalo y Cirino. Al menos hice algunas tareas de la universidad…
"¿Y por qué no te quedas aquí? No quiero que te vayas". Me hace reír cuando veo que frunce los labios. Por alguna extraña razón, tampoco me quiero alejar de él. Nunca había tenido novio, así que no sé si es raro que quiera estar cerca de Gonzalo todo el tiempo. Además, me dan ganas dedicarle cada minuto libre que tengo, y cuando estoy lejos, me lo paso pensando en él. Estudiar se ha vuelto un desafío, pues por mi mente solo se cruza esos hermosos ojos, sus brazos y su amabilidad… Sí, me he enamorado de él.
"No quiero irme, pero debo regresar. Mi mamá necesita que la ayude con las labores de la casa y a cuidar a Emilia. Ya sabes cómo es su horario de trabajo…", hago un pequeño puchero, a lo que él me mira los labios, se inclina y me besa hasta que mi expresión inicial desaparece.
"No puedo decirte que no, así que está bien. Sin embargo, no significa que me agrade la idea".
Le dedico una sonrisa triste antes de que ambos compartamos una mirada de desilusión por tener que separarnos. En el instante que me giro para despedirme de mi mejor amigo, veo que está envuelto en un beso apasionado con su pareja. Aquella interacción se va volviendo cada vez más ardiente, y justo cuando Alpidio agarra a Cirino con más fuerza y comienza a morderlo, Gonzalo me cubre los ojos con la palma de su mano y me arrastra para que salgamos rápido de la habitación. Luego, da un portazo al cerrar la puerta y emite un quejido a la vez que me río debido a la incomodidad, pues puedo intuir lo que van a hacer ese par de tortolitos…
A regañadientes, Gonzalo procede a llevarme a casa, y aunque me siento bien físicamente, en el fondo no tengo ganas de separarme de él.
Cuando al fin se estaciona en la entrada de mi hogar, no realizo ningún intento de irme. Por el contrario, me limito a quedarme quieta y a disfrutar de los últimos momentos que tengo con Gonzalo, así que volteo la cabeza para mirarlo y me percato de que él ya me observaba fijamente. Luce hambriento, me mira de arriba abajo como si yo fuera su postre favorito. Aquel gesto provoca que una calidez desconocida y agradable invada mi interior, por lo que aprieto mis muslos en un intento de controlar la sensación con algo de fricción.
Gonzalo inhala el aire con profundidad, sus ojos se vuelven oscuros en lo que se acerca, me desabrocha el cinturón de seguridad y me jala con facilidad para que cruce la consola central y me siente sobre su regazo. Creo que me estoy acostumbrando a su agilidad en momentos como estos.
"¿Sabes? Puedo olerte", gruñe, y yo me estremezco a causa de su voz tan rasposa. A medida que va hablando, siento que estoy al borde de mi límite. Todo sobre él me exc*ta: su voz, su cuerpo y su personalidad dominante.
"Percibo lo mojada que estás gracias a mí". Despacio, me recorre los muslos hasta que sus dedos acarician en mi área más sensible, y yo g*mo ante la sensación. Entonces, comienza a tocarme por encima de los pantalones de chándal que me prestó.
"Te ves demasiado sexy con mi ropa…", se inclina hacia delante, me besa y me acaricia con mayor intensidad. La fricción me resulta como una bendición y noto que mis bragas se humedecen cada vez más. "Y no puedo esperar a ver cómo te verás sin ella".
A medida que mis ansias por él aumentan, voy presionando más sus labios con los míos. Sus dedos continúan brindándome pl*cer, y la sensación familiar de que se aproxima un org*smo me hace prepararme para el clímax que tanto deseo con desespero.
Me encuentro disfrutando tanto del frote que hace con su mano que me toma por sorpresa cuando se detiene de forma abrupta, ocasionando que deje de besarlo y que hasta se me escape un quejido. Gonzalo me sonríe de oreja a oreja, me levanta y me vuelve a colocar en el asiento del pasajero.
"¿Q-qué pasa?", mi voz sale como un chillido, y me estremezco ante la frustración que me invade. ¡¿Por qué se detuvo de repente?!
"Ese será tu castigo por dejarme solo. Ahora, tendrás que hablar con tu madre estando toda exc*tada e incómoda mientras piensas en lo mucho que te habría gustado que te hubiera hecho correr". Enseguida, sale del auto y cierra la puerta, dejándome anonadada. ¡Qué hombre lobo tan arrogante y cruel! Tiene razón, no me voy a poder concentrar en hablar con mi mamá, ya que estaré pensando en lo que Gonzalo inició pero no terminó. ¡¿Cómo se atreve…?!
De pronto, la puerta del copiloto se abre, revelando a Gonzalo con mi mochila que sacó del maletero del vehículo. Procede a extenderme la mano para que la tome, pero lo ignoro, salgo del auto por mi propia cuenta, cruzo los brazos al nivel de mi pecho y me dirijo furiosa a la entrada de mi residencia. Antes de llegar, Gonzalo agarra con delicadeza mi muñeca y me atrae hacia él.
"No te enfades, mi amor", se ríe, y aunque intenta besarme, giro la cabeza hacia un lado para que impacte en mi mejilla en lugar de mis labios. Él no se molesta conmigo, sino que se dedica a dejarme besos por el mentón y el cuello, succionándome un poco la piel y provocando que el calor se esparza de nuevo en mi interior.
Agarro sus hombros en un intento por alejarlo. No obstante, por alguna razón, olvido que estoy molesta con él y termino acercándolo más a mí. A juzgar por la forma en la que sonríe entre cada beso en mi cuello, sé que está contento con mi reacción.
Continúa recorriéndome la piel hasta que se detiene en una parte de mi cuello en donde me besa y succiona con intensidad, a lo que yo g*mo y hundo mi rostro en su pecho. Una vez que me mordisquea suavemente, un hormigueo se extiende desde mi hombro hasta el resto de mi cuerpo. La sensación me hace reaccionar y caer en cuenta de que ahí es donde me va a marcar. Ahora comprendo a qué se refería Cirino cuando me dijo que era una zona sensible. ¡Más bien, me parece demasiado eróg*no!
Lo empujo y lo fulmino con la mirada antes de agarrar la mochila que dejó caer al suelo de forma descuidada. Estaba demasiado ocupado burlándose de mí como para sostener mi bolso.
"¡No, Gonzalo! ¡No es justo que me provoques para luego retractarte! No está bien que te enojes conmigo por regresar a ver a mi mamá", doy una pisada en el suelo a modo de queja.
"No estoy enojado contigo, corazón, es solo que… ¡Aj!", ruge y se restriega la cara con la palma de la mano en lo que piensa en cómo expresar sus pensamientos. "Si fuera por mí, nunca te dejaría fuera de mi vista. No me agrada la idea de tenerte lejos cuando sabemos lo peligroso que puede ser ese brujo. ¿Qué va a pasar si regresa para terminar el trabajo y no estoy cerca para protegerte?".
Mi ira se desvanece tan pronto como comparte sus consternaciones. Mientras yo pensaba en lo sola que estaría sin él, su naturaleza de alfa lo hizo analizar a profundidad: aparte de extrañarme, se preocupa por mi integridad.
"Emanuel no me va a hacer daño, nunca fue su intención lanzarme aquel hechizo", le explico y lo insto a que entienda que Emanuel no es una mala persona. Si bien se ha dejado manipular, tiene un buen corazón.
"Incluso si te creyera, no puedes olvidar que hay un aquelarre entero que lo ordenó a hacerte daño".
Bueno, en eso tiene razón. Aunque sé que debería estar en pánico ahora mismo, me siento bastante tranquila por alguna razón. Tal vez se trate de la calma antes de la tormenta, sin embargo, tengo la certeza de que Gonzalo me va a proteger. Me siento demasiado segura estando con él, es como mi ángel guardián.
Entonces, agrega: "No quiero que te preocupes. Le ordené a mis guardias que vigilaran tu casa las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. No vas a estar sola, aunque sería mejor que yo estuviera contigo".
"¿Guardias?", susurro con sorpresa y, al mismo tiempo, no me extraña que Gonzalo envíe a miembros de la manada a cuidarme.
"Ni siquiera te vas a percatar de que están cerca, se quedarán en el bosque en su forma de lobo", levanta mi barbilla para me nos miremos a los ojos y complementa: "Triana, llámame si me necesitas. Soy capaz de dejarlo todo y estar aquí en cuestión de minutos".
Una calidez me llena el corazón. "Lo sé".