Capítulo 44
1363palabras
2023-08-06 00:02
Bostezo de nuevo. Cada vez me resulta más difícil permanecer despierta, por lo que, buscando un poco de consuelo, me acurruco más cerca de Gonzalo. Ahora que me enfoco en todo lo que no he dormido y la razón sobrenatural de ello, el agotamiento me invade. Estoy de quejumbrosa y sentimental y mis párpados se cierran cada pocos segundos antes de que me despierte de nuevo. Sé que si me duermo tendré otra pesadilla que podría ser perjudicial para mi salud.
“Martina, ¿tienes alguna sugerencia?”, pregunta Gonzalo a la pareja de Iker, la chica pelirroja a la que aún no me han presentado. Ella es hermosa, incluso luego de que la despertaron en medio de la noche. Su cabello es naturalmente ondulado y sus ojos verdes brillan como esmeraldas. Definitivamente, es más alta que yo, pues probablemente mide entre 160 o 170 centímetros, pero ya es bien sabido que todos me superan en altura, ya que yo a penas alcancé los 150 centímetros.
La hermosa chica me mira con lo que probablemente pretende ser una sonrisa, pero que en realidad parece más una mueca. Luego, titubeante, comienza a hablar.

“Lo siento, pero no hay mucho que pueda hacerse. Diría que lo último que deberías hacer es quedarte dormida, ya que cada vez que lo hagas, la magia te extraerá energía, dejándote todavía más exhausta que cuando estabas despierta. Me comunicaré con algunos de mis amigos de otro aquelarre para ver si tienen alguna poción mágica que pueda suavizar los efectos. Desafortunadamente, solo se puede romper este tipo de hechizo si la bruja o brujo que lo hizo lo elimina”.
Ella baja la mirada, angustiada por no poder hacer nada más que eso. Iker la abraza de la cintura y la besa en la mejilla, y ella se recarga en él, buscando su apoyo. No tengo idea de por qué Martina sabe tanto sobre magia. Le preguntaré una vez que termine esta pesadilla y haya dormido unas cuarenta y ocho horas seguidas.
“¡M*erda!”, gruñe Gonzalo. “¿Entonces dices que si no encontramos a este m*ldito brujo, Triana nunca podrá dormir?”. Suena como si estuviera molesto con Martina por la información que compartió, pero sé bien que simplemente está frustrado por mí. Noto que Iker sostiene a su compañera con más fuerza y de manera más protectora al notar el tono de su Alfa. Pero no dice nada, solo se queda quieto esperando órdenes.
Si hay algo que he aprendido sobre los hombres lobo, es que son seres sumamente leales, protectores; e incluso a veces sobreprotectores, con sus compañeros, y que defenderían a su Alfa y Luna con su vida. Ni siquiera conozco muy bien a Martina, pero sé que hará todo lo posible por ayudar a una simple humana como yo, solo porque soy la compañera de Gonzalo y su Luna. Es reconfortante saber que tengo muchas personas que me cuidan y se preocupan por mí.
“Sí, Alfa. Triana comenzará a deteriorarse aún más y eventualmente…”. Martina mira hacia otro lado y se muerde el labio al tiempo que habla. Es obvio que trata de decir que moriré si no encontramos a Emanuel.
Gonzalo gruñe más fuerte que nunca, haciendo que a todos comiencen a temblarles las rodillas. Los muebles se tambalean solo por el ruido, y sospecho que cualquiera que estuviera durmiendo ahora, se ha despertado. Sus ojos están completamente negros, tiene los caninos hacia afuera mientras me sujeta con más fuerza, y se eleva sobre los otros cuatro líderes de la manada. Ellos son Betas y Gammas, pero no son tan fuertes ni poderosos como Gonzalo.

Aún me zumban los oídos por su arrebato y estoy tensa por su ira, pero apoyo mi cabeza en su cuello y le doy pequeños besos para calmarlo. Comienzo a entender este asunto del emparejamiento al ver que ante mi acción, lentamente, Gonzalo comienza a recuperar su aura.
“No te preocupes, Gonz. Ellos encontrarán a Emanuel. Estoy bien”, susurro.
“No lo estás, Triana. No finjas”. Frota su nariz a lo largo de mi cuello, inhalando mi aroma como para recordarse que aún sigo viva y que sigo con él. “Reúnan a los guerreros de la manada. Nos iremos en veinte minutos al aquelarre. Lo quiero vivo”.
Los Betas y los Gammas intercambian miradas de pesar, determinación e ira, lo que hace que confíe en que intentarán revertir esta magia. Entonces se dan la vuelta y salen por la puerta, quizás para despertar a algunos miembros de la manada y así comenzar con la búsqueda de Emanuel.

No puedo creer que alguien a quien creía mi amigo sea un brujo. Gonzalo me contó de la existencia de estos sobrenaturales, y que vivían en aquelarres, pero eso es todo lo que hasta ahora sabía. No sé si usan calderos, libros de hechizos mágicos, pociones o varitas, ni tampoco cómo viven. Solo soy consciente de que estoy herida. Emanuel me lastimó, y es casi imposible que pueda perdonarlo por eso. Y el hecho de que me utilizara para llegar a Gonzalo, me enoja más de lo que puedo expresar. Mi compañero no merece estar molesto, y notando que sus ojos pasan con frecuencia del azul al negro, sé que su ira se debe a que no me encuentro bien.
Cuando todos se van de la oficina, Gonzalo me lleva de regreso a su dormitorio. Usa su trasero para abrir la puerta y la vuelve a cerrar hábilmente con el pie. Si yo hubiera intentado hacer lo mismo, probablemente me habría caído, pero el que sea un hombre lobo le permite hacer cosas tan rápido y de forma tan sencilla, que me hace sentir un poco celosa.
Luego me recuesta en la cama, apoyándome en algunas almohadas, y no protesto, pues sé que si lo hago, me callará de inmediato. Su lado lobuno hace que su necesidad de protegerme y velar por mí sea mucho mayor, así que dejo que lo haga.
“¿Qué puedo hacer?”, me pregunta, con la voz ronca y llena de emoción. Cansada, lo miro, y le regalo una pequeña sonrisa. Luego me acerco y me acurruco cerca de su cuerpo, dejando caer los brazos perezosamente sobre su pecho y cerrando los ojos.
“Nada…”. Puedo sentir que la oscuridad comienza a nublar mi mente, pero me despiertan enseguida.
“¡Triana, cariño! No puedes dormir. Ya escuchaste lo que dijo Martina. Siento mucho esto, pero debes quedarte despierta”. Él me levanta, al tiempo que se reprocha haberme dejado sobre la cama, en donde fácilmente puedo sucumbir al sueño.
“¿Y si te preparo un café? Te gusta mucho, ¿no?”, pregunta, colocándome en un sillón de la esquina de la habitación. Asiento con la cabeza, temiendo quejarme de lo agotada que estoy si hablo. Ya me he desvelado antes por motivos escolares, pero tras pasar casi una semana sin dormir bien, ahora siento como si me estuviese muriendo. También luzco como un muerto viviente, y mi mente se acelera al saber que mi ex amigo está tratando de matarme.
“Bien, iré a traerte una enorme taza de café. Por favor, trata de mantenerte despierta, ¿de acuerdo? Vuelvo enseguida”. Me besa en la mejilla, y prácticamente sale corriendo para traerme el café. En cualquier otra circunstancia, me parecería gracioso su entusiasmo, pero en este momento no puedo concentrarme en muchas cosas. Además, Gonzalo siempre me dice que tomo demasiado café y que no es nada bueno que ingiera tanta cafeína, pero ahora es él quien se ofrece a traerme un poco. Es bastante curioso ese gran cambio.
Mis ojos empiezan a cerrarse, así que busco un punto interesante en la pared, en el cual puedo distinguir un poco de yeso que se pintó para que coincidiera con el color de la habitación. ¿Cómo se habrá hecho ese agujero?
En tiempo récord, Gonzalo regresa con una enorme taza de café. Y no bromeo, es justo como esas tazas que la gente compra para regalar a sus amigos y familiares como una broma. Es tan grande que mis manos ni siquiera la cubren por completo. El calor se extiende en mis extremidades al sostenerla haciéndome sentir cansada y confundida, así que luego de soplarla, rápidamente tomo un sorbo de la bebida más celestial que existe.