Capítulo 31
1470palabras
2023-07-21 15:28
Versión de Gonzalo.
Estos últimos días han sido una p*ta t*rtura, o incluso peores que eso. Puedo soportar el dolor físico, pero no que el amor de mi vida me mire como si fuera un monstruo, o como si fuese igual a la criatura que la atacó hace unas noches.
De solo pensar en ese repugnante vampiro me dan ganas de matarlo, e incluso me sorprende mucho que aún no lo haya hecho. Alpidio me ha estado haciendo esperar, para que, al dejarlo expuesto a las lámparas ultravioleta por unos días, esté lo suficientemente débil como para que lo cuestionemos. De mi parte, considero que ese vampiro es esc*ria y que ni siquiera merece ser considerado ni tratado como un ser vivo, pues no lo es.

Hoy decidí dejar de mandarle mensajes de texto a Triana. Básicamente, le dije que no volvería a molestarla a menos de que ella misma decidiera ponerse en contacto conmigo. Eso significa que seré un simple y espeluznante acosador por el resto de mi vida. Pero no puedo vivir sin ella, así que si vigilarla y observarla desde lejos es la única forma de mantenerla en mi vida, y de garantizar su seguridad, entonces eso haré. Aunque me duela mucho renunciar a mi compañera, no quiero provocarle más dolor del que ya le causé.
Estoy sumamente furioso conmigo por haberla asustado. No debí actuar así delante de ella, ni tampoco debí haber atacado al vampiro de esa forma tan violenta. Sus hermosos ojos color avellana jamás debieron presenciar tal derramamiento de sangre. Bueno, para empezar, ella no debió haber sido el objetivo, y el hecho de no saber quién envió al vampiro me produce una rabia inmensa, que solo podría calmar mi compañera. Sin embargo, ella no se siente bien estando a mi lado, ¡qué ironía!
Aprieto la mandíbula y los puños en un intento de controlar a la bestia furiosa dentro de mí. Al sentir emociones tan intensas, surge la necesidad en mi cuerpo de compensarlo transformándome a mi lobo, lo cual no mejoraría en nada la situación. Estando en esa forma, causo diez veces más destrucción, y de por sí, ​​mi habitación ahora mismo ya es un desastre.
Con solo mirar las cajoneras destruidas, los agujeros en las paredes y el edredón roto sobre mi enorme cama, recuerdo cuántas veces recurrí a la violencia para lidiar con mis emociones reprimidas. Debo dejar salir todo de alguna manera, y los sacos de boxeo no me ayudan en absoluto. Después de darles algunos golpes, termino rompiéndolos. El sentir que algo se hace pedazos, se rasga o se quiebra en mis manos es muy liberador.
Lo que más me ayudaría a controlar mi ira sería abrazar a Triana, mi tierna compañerita. Pero el solo recordar que la última vez me miró asustada, triste y herida…
En medio de mi rabia, termino haciendo el octavo agujero en la pared, y gruño, al no poder tranquilizarme como quisiera. De pronto, tocan despacio a mi puerta, y me pongo en alerta al saber que alguien quiere entrar en mi habitación. Después de deducir por su olor que se trata de Alpidio, le respondo con un brusco «adelante», para que pase.

Alpidio es una de las únicas personas en el planeta que puede estar cerca de mí cuando estoy enojado sin enfrentarse a ningún tipo de represalia. Nadie más se interpondría en mi camino cuando trato de controlar a mi lobo, pues una vez que me transformo, todo lo que se me pone en frente, debe darse por muerto.
“Oh, genial, más agujeros”, dice sonriendo Alpidio, mirando mi puño cubierto de yeso mientras respiro hondo, tratando de calmarme lo suficiente para responder.
“¿Qué quieres?”, me quejo, tocándome la mano herida. Ni siquiera siento el dolor, pues el sufrimiento de mi corazón es mucho más grande.
“Eh… Los gruñidos y los fuertes golpes, pueden escucharse en toda la casa”, me informa. Ni siquiera tengo la energía para sentirme culpable o mal por ello. “¿Sí sabes que son las dos de la mañana?”.

“Sí, lo sé”, me las arreglo para decir, apretando los dientes. Si no me deja en paz ahora mismo, lo agarraré del cuello y…
“¿Quieres interrogar al vampiro?”, me dice, con una sonrisa de complicidad en su rostro. Él sabe que he querido torturar a ese hijo de p*ta que se atrevió a poner sus repugnantes manos sobre mi compañera, pero el protocolo para atrapar a los vampiros es ponerlos unos días bajo los rayos ultravioleta para que estén débiles antes de que los interroguemos. Al igual que los hombres lobo, los vampiros son extremadamente poderosos y difíciles de matar, ya que no hay muchas cosas que puedan hacerles daño. La única manera de asesinarlos, es decapitándolos o sacándoles el corazón, al igual que nosotros.
Ya que el vampiro ha estado bajo los rayos durante tres días, debería estar mucho más débil que cuando mis guerreros de la manada lo capturaron, lo cual me parece perfecto.
Una sonrisa, que estoy seguro de que resulta maliciosa para cualquiera, se extiende por mi rostro, al tiempo que crujo mis nudillos y me dirijo hacia la puerta en la que está recargado Alpidio. “Llévame con él”.
Cuando salimos de la casa de la manada, ambos cambiamos a nuestros lobos. Estando así, Alpidio es casi tan alto como yo, pero sigo siendo el lobo más grande del este de los Estados Unidos, y me gusta que todos lo sepan. A diferencia de mi lobo que está cubierto de pelaje oscuro, el de Alpidio tiene un pelaje claro con un brillo casi dorado. No obstante, es tan peligroso como yo, y la gente también le teme.
Corremos por el bosque, esquivando con facilidad troncos y ramas de árboles caídas, dirigiéndonos a ver al vampiro. Lejos de la casa de la manada y cerca de los límites de mi territorio, tengo una mazmorra, a falta de una palabra mejor. Creé una unidad subterránea de celdas en la que están recluidos todos mis prisioneros, aunque, a decir verdad, no tengo muchos. La mayoría de las criaturas sobrenaturales saben que deben permanecer lejos del territorio Hidalgo, y que no deben meterse conmigo.
Cuando me convertí en Alfa, a los dieciocho años, algunos miembros de un aquelarre cercano intentaron probar mi autoridad, usando magia frente a los humanos. Tuve que emplear mi poder para obligarlos a cesar toda magia y limitarlos a que lo hicieran solo en sus tierras. ¿Por qué esos brujos y brujas son tan est*pidos? Los juicios de Salem ocurrieron debido a su descuido, y en el proceso murieron humanos. Esa es otra razón por la que los odio, pero, por otra parte, tampoco me agradan muchos otros seres.
En el mundo sobrenatural, es ilegal revelar lo que eres a cualquier humano, a menos que sea la pareja de un hombre lobo o que lo apruebe el Alto Consejo. Este último se compone por una de cada poderosa criatura sobrenatural, es decir, doce miembros. Los seres más pequeños, como los pixies y los nixies, no tienen un lugar en el Alto Consejo, ya que son criaturas pacíficas que prefieren mantenerse alejadas de la política sobrenatural. Pero si algún día deciden que quieren un puesto, lo tendrán.
Solo tardamos cinco minutos en llegar a las celdas, y rápidamente cambiamos a nuestras formas humanas, poniéndonos los pantalones cortos que nos dan los guardias que vigilan ahí. Agradeciéndoles con la cabeza, entro y camino directamente hacia el prisionero. Sé perfectamente dónde está, ya que huele asqueroso, como a una mezcla de queso curado y carne podrida.
El vampiro luce bastante mal, y su piel ahora se pela capa por capa, debido a las quemaduras de tercer grado que está experimentando por las luces ultravioleta. Mi mirada se ensombrece de placer al verlo así. Respira entrecortadamente, sentado en la silla a la que está encadenado, y debido a la ofensa que cometió, no tiene espacio para moverse. Lastimar a la Luna se castiga con la muerte, la cual recibirá una vez que obtenga la información que necesito.
“¿Has disfrutado de tu estadía?”, incito, y el vampiro me dirige una mirada feroz. Un guardia me abre la celda y Alpidio entra conmigo.
“¡Váyanse a la m*erda tu compañera y tú!”. El vampiro lucha contra las cadenas que lo sujetan, pero como no hay sangre corriendo por sus venas, y con los rayos ultravioleta deteriorándolo, no tiene fuerza ni posibilidades de escapar. Sin embargo, es agradable verlo forcejear así.
En cuanto escucho que la vil criatura ofende a mi hermosa Triana, lo sujeto de la garganta, asfixiándolo al instante. Él lucha por respirar, y mis ojos se oscurecen, dejando escapar un gruñido monstruoso. “¡No te atrevas a decir nada malo sobre ella! Pero ya que estamos hablando de Triana, ¿por qué no me cuentas la razón por la que la atacaste?”.