Capítulo 29
1256palabras
2023-07-21 15:26
Me llevaron a esta casa, o más bien mansión, después del ataque de los vampiros. Cirino me contó, que aquí viven los miembros importantes de la manada, por lo que, básicamente, es un gran centro de caza lleno de hombres lobo, los cuales son mucho más fuertes y rápidos que yo. Sin lugar a dudas, no quiero volver ahí pronto. Puede que ya me esté haciendo a la idea de que mis amigos son hombres lobo, ¡pero no estoy lista para verme con hombres lobo desconocidos!
A pesar de eso, Cirino me envía un mensaje de texto con la dirección, solo en caso de que cambie de opinión, pero eso nunca sucederá. Solo le sonrío y le doy un abrazo, le digo que lo reconsideraré y luego me voy. Después de caminar a casa y ponerme mi uniforme, salgo una vez más y llego a Vegas, unos diez minutos antes de que comience mi turno.
Al registrar mi entrada me doy cuenta de que mi amiga Carla estará trabajando conmigo esta vez. Voy a toda prisa a la sala de descanso y la encuentro concentrada en su celular, muy probablemente revisando su Instagram. Cuando abro la puerta, alza la mirada, se pone de pie al verme, corre hacia mí y me abraza con fuerza. Me río y le regreso un abrazo con la misma intensidad.
“También me da mucho gusto verte”, digo riéndome. Carla me suelta y me da un golpe, no muy suave, en el hombro.
“¡Ay! ¿Por qué hiciste eso?”, lloriqueo, frotando la marca roja que se forma en mi brazo.
“¡Eso es por haberme ignorado todo el fin de semana! Te mandé muchos mensajes de texto, y te marqué varias veces, pero nunca me contestaste”, dice, con cara de enfado. “Por eso, tuve que estar todo el tiempo con Kathy”, agrega ella, fingiendo un escalofrío. Sé que no le agrada Kathy, una chica con la que ambas fuimos a la secundaria. Sin embargo, Carla dice que esta es su «amiga de respaldo», en caso de que sus verdaderos amigos no estén disponibles. Me parece que eso es un poco cruel, pero ella piensa que no es algo malo.
“¡Lo siento mucho! No me di cuenta de que me habías contactado. Silencié mi celular todo el fin de semana”. Me aseguro de que mi disculpa suene sincera, pues no quiero que se moleste. Carla es muy sensible, y para poder ser su amiga durante tanto tiempo, es que tuve que aprender a estar atenta a sus constantes cambios de humor.
Por suerte, ella me cree y me sonríe alegre. “Está bien. ¿Pero por qué silenciaste tu celular? ¿Para evitar a un chico?”, dice en broma y se ríe, como si esto fuese la cosa más ridícula que jamás hubiera sugerido. Yo solo la miro fijamente, sin saber cómo reaccionar. Mi silencio en sí mismo es una respuesta, y cuando mi amiga lo nota, da un salto.
“¡Dios mío! ¿De verdad estabas evitando a un chico? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Es sexy?”. No me pregunta, sino que me exige que le responda. Considero que si le platico un poco, en algún momento dejará de cuestionarme.
“Te contaré, pero debes prometer que no hablarás de esto con nadie más”. No quiero que se difunda la noticia de que hay algo entre Gonzalo y yo, y además, honestamente, tratándose de chicos, me vendría muy bien la ayuda de Carla. Ella ha tenido más novios que ropa, así que es muy probable que pueda ayudarme a descifrar el comportamiento de Gonzalo, pues aunque es un hombre lobo, sigue siendo un chico.
Cuando al fin acepta mantener en secreto todo lo que le diga, le cuento. A lo largo de nuestro turno en Vegas, le explico cómo nos conocimos, a través de Cirino, y cómo comenzamos a mandarnos mensajes y llamarnos. Le platico sobre nuestra cita, sobre el primer beso que nos dimos, y de cuando regresamos en medio de la lluvia a la casa de mi madre. Obviamente, me abstengo de contarle lo sobrenatural, ya que no sé si ella estaría en peligro al saberlo, y considero que es casi seguro que no me creería si lo hiciera.
Carla se queda a mi lado mientras le explico, y cada que suena el timbre avisándonos que entró un nuevo cliente, se enfada mucho, como si venir a la cafetería fuera un crimen contra la humanidad. Enojada, toma su pedido y los apura las veces que tardan demasiado. Debo regañarla un par de veces por su falta de modales, pero ella se justifica diciéndome que quiere quitarse los clientes de encima para escuchar el resto de mi historia.
Por fuera, finjo que no estoy de acuerdo, pero por dentro, me siento bastante feliz de que Carla esté siendo una gran oyente. Nunca había tenido situaciones con chicos para contarle, por lo que ella no solo está atenta a mí, sino que me cree todo lo que le digo. Cuando al fin llego al momento de nuestra discusión, ya casi termina nuestro turno.
“Espera, no entiendo. ¿Fuiste a un club con otro chico y aun así te enojaste? ¿No te diste cuenta de que se puso demasiado celoso?”, comenta con seriedad.
“¿Qué? No, no estaba celoso”, declaro, al tiempo que continúo mezclando los ingredientes de la bebida de un cliente. Los chicos de Carla suelen celarla, pero eso jamás me sucede a mí.
“Te aseguro que estaba muy celoso. Probablemente, enloqueció al saber que irías a un club con otro chico, que te pondrías ropa muy sexy, y que bailarían muy pegaditos…”.
“¡Carla!”, grito, obligándola a dejar de hablar, y luego le entrego al cliente la bebida que terminé de prepararle. Volviendo mi atención a mi amiga, la miro con desaprobación. “Ni siquiera sabía que era un club hasta que llegué, ¡creí que era un bar! Además, no solo iría con Emanuel, sino también con Emanuela”.
“No importa”, declara Carla, negando con la cabeza. “Él estaba celoso e intentaba decirte que no quería que salieras con otro chico, y lo hiciste. ¿Por eso no se hablan? Si es por eso, solo necesitan tener un poco de s*xo de reconciliación”.
Lloriqueo y me cubro la cara con las manos, intentando ocultarme de sus crudos comentarios. ¿Por qué todos mis amigos dicen tantas vulgaridades?
Carla solo se ríe y me abraza del cuello. “No te preocupes, Triana. Creo que tú y tu príncipe azul estarán juntos antes de que te lo imagines”.
Murmuro: “Nunca estuvimos formalmente juntos”. Y mi amiga se ríe.
“Claro”, dice ella incrédulamente. “Anda, nuestro turno ya terminó. Tengo que prepararme para una cita”.
“¿Una cita? ¿Con quién?”, le pregunto, quitándome el delantal de Vegas y registrando mi salida. Carla tiene una sonrisa enorme en su rostro, una muy contagiosa, y necesito saber más.
“Bueno, ¡nos entretuvimos tanto hablando de tu hombre, que no pudimos hablar sobre el mío! ¡Él está demasiado bien, Triana! Tiene ojos de color azul brillante y un cabello rubio que ansío tocar. ¡Y ni hablar de su cuerpo! No lo conozco en persona, pero su Instagram está lleno de fotos de él haciendo ejercicio, y es sumamente sexy…”.
Dejo que la voz de Carla suene en el fondo de mi mente. Ella no para de hablar sobre este tipo, y me limito a dejar que lo haga, al tiempo que agarro mis cosas y salgo de Vegas. Ella continúa contándome animadamente, y medio la escucho, hasta que levanto la mirada y veo a alguien a quien solo esperaba ver cuando estuviera lista.
“Necesitamos hablar”.