Capítulo 28
1386palabras
2023-07-21 15:25
Esa voz al instante, calma mi miedo. Es muy extraño, ya que para cualquier otra persona, el sonido de esa voz resulta aterrador, pero en mi caso, me tranquiliza. Emanuel mira hacia arriba para ver al hombre que lo amenazó, y abre los ojos de par en par antes de retirar su mano.
“Hablaremos luego, Triana”, se queja Emanuel, molesto porque lo interrumpieron antes de que pudiera explicar todo lo que quería.
“No, no lo harás. ¡Ahora, fuera de aquí, antes de que Gonzalo te vea!”, grita Cirino, sonriendo mientras Emanuel tiembla de miedo. Cuando este último se ha ido, agradecida, me dirijo a Cirino. Tras estar tan asustada por Emanuel, ahora me siento bastante confundida con la «amistad» que tengo con él. Pero por razones que no puedo explicar, inmediatamente lo abrazo, recargando mi cabeza en su pecho.

Este fin de semana lo eché de menos. Claro que extrañé más a Gonzalo, pero por ahora ni siquiera puedo pensar en mi relación con él. Justo ahora, Cirino está frente a mí, así que me concentraré en él. El que me haya defendido, demuestra que sigue siendo mi mejor amigo, sin importar de qué especie sea. Ahora ya no me importa que sea un hombre lobo, y quizá soy débil por perdonarlo tan fácilmente, pero necesito de sus bromas m*ldiciones innecesarias en mi vida.
“Mira quién está aquí”, dice Cirino riéndose, y casi perdiendo el equilibrio por la fuerza de mi abrazo. Él también me corresponde, pero al ser hombre lobo, lo hace con demasiada fuerza, por lo que tengo que golpear ligeramente su hombro para llamar su atención.
“No puedo respirar”, le grito a Cirino, quien enseguida me suelta y se aleja de mí como si lo hubiera electrocutado. “¡M*erda! Lo siento, olvidaba lo frágil que eres. ¿Estás bien?”, me pregunta preocupado. Sus rebeldes rizos castaños caen sobre su rostro, y frustradamente los aparta a un lado.
Mi risa hace que su expresión intranquila desaparezca. “Estoy bien, Cirino. ¿Podemos ir a clase?”.
Así, caminamos hacia psicología, sin decir nada sobre el incidente. Cuando nos sentamos en nuestros asientos, reviso mi celular, solo para percatarme de que, aunque la clase debería haber comenzado hace dos minutos, la profesora no ha llegado. Sin nada que hacer más que esperarla, me dirijo a Cirino.
“¿Puedo preguntarte algo?”.

Cirino se despereza y se recarga en la silla, bostezando tan fuerte que llama la atención de dos compañeros. “Hazlo”, sonríe, apoyando la cabeza en sus manos.
No estoy segura de cómo formular mi pregunta, pero decido hacerla de la forma más directa posible. Entonces, bajando la voz para que nadie a nuestro alrededor pueda escucharnos, cuestiono: “¿Cómo sabes cuando alguien es sobrenatural?”.
Él alza las cejas, las cuales se pierden detrás de su mata de cabello castaño. Después se sienta y se inclina hacia enfrente, descansando sus brazos sobre sus muslos. Su expresión ahora luce preocupada. “Desafortunadamente para ti, no puedes saberlo. Al menos no con claridad. Nosotros, los hombres lobo, podemos olfatear a sobrenaturales al instante. Sin embargo, tú tendrás que buscar los detalles”.
“Al igual que con el vampiro, sus ojos se pusieron rojos”, susurro, más para mí que para él, y al escucharme, los iris de Cirino se oscurecen. “Cirino… tus ojos…”. Poco a poco me alejo lo más que puedo de él, tratando de que no parezca sospechoso para los demás.

Entonces él parpadea lentamente, y unos momentos después, se revela el habitual tono marrón al que estoy acostumbrada. “Lo siento, pero el solo hecho de imaginar a ese m*ldito vampiro poniendo una mano sobre ti…”.
Suelta una sombría risita: “Si yo estoy tan enojado, ¿cómo crees que se siente Gonzalo porque tocó a su pareja? No me sorprendería si ese vampiro experimentara prematuramente su segunda muerte”.
“¿Gon… Gonzalo lo ma… matará?”, tartamudeo, y me muerdo el labio, apretando el reposabrazos con tal fuerza que mis nudillos se ponen blancos.
“Él es un Alfa e hirieron a su Luna. Hará mucho más que eso”.
Me quedo sin palabras, sorprendida de saber que el vampiro será asesinado. Sin embargo, no me preocupa tanto. Debería estar horrorizada de que lo torturen y sufra, pero, por el contrario, me siento más segura. ¿No debería molestarme?
No sé cómo responder, así que solo asiento lentamente con la cabeza. De repente, las puertas de la parte trasera de la sala de conferencias se abren, y nuestra profesora entra a toda prisa por el pasillo hasta llegar al frente del salón de clases. Tras disculparse por haber llegado tarde, nos pide que le demos unos minutos para prepararse. Mientras espero que comience la lección, me dirijo tímidamente a Cirino.
“Lamento haberte ignorado este fin de semana”.
Él solo me sonríe y me da un empujón con el brazo. “No te preocupes, lo entiendo. Había demasiado por asimilar”.
“No fue solo a ti. Ignoré a todos y no le respondí a nadie”, aclaro, esperando que comprenda que solo necesitaba un tiempo lejos de todos, no específicamente de él.
“Oh, claro, lo sé”, dice sonriendo, al tiempo que saca su computadora portátil de su bolso. “Gonzalo se ha comportado como una p*rra estos dos días. Su habitación está hecha un desastre, pues la ha destrozado al golpear las paredes y al hacer ese tipo de cosas. No he estado con Alpidio, porque tuvo que ponerse básicamente a cargo de todos los deberes del Alfa mientras Gonzalo tiene su colapso mental”.
“¿Qué dices? ¿Está bien?”, pregunto, bueno, más bien exijo saber. Mi preocupación por él aumenta lentamente, esperando a que Cirino me explique. Tengo el pulso acelerado y mi pierna comienza a temblar por la ansiedad.
“¡No, no está nada bien!”, dice Cirino burlonamente. ¿Por qué eso sería gracioso? “Lo ignoraste todo el fin de semana luego de impedirle que se quedara contigo. Ahora piensa que le tienes miedo y que nunca lo aceptarás. Tuvimos que evitar que fuera a buscarte a tu casa al menos cinco veces”, explica.
Me tapo la boca con las manos, sorprendida. No creí que ignorar a Gonzalo lo afectaría tanto…
“¡Por ​​supuesto que lo afecta!”, exclama Cirino, y me doy cuenta de que dije esa última parte en voz alta. “Intenté decírtelo en el auto el otro día: ahora que Gonzalo por fin te encontró, ya no puede vivir sin ti. Alpidio es mi compañero, y el hecho de estar separado de él por un día es difícil. Es el Beta de la manada, y el segundo al mando después de Gonzalo, así que a penas pude verlo cuando se hizo cargo. Los compañeros son muy diferentes a la sociedad humana. Somos mental y físicamente más débiles el uno sin el otro”.
Nuestra maestra comienza la clase y yo tomo notas sin mucho entusiasmo, y cada que hay una breve pausa, pienso en Gonzalo. Es probable que lo vea pronto, pero ahora, ya no le tengo miedo. En este momento solo temo por lo mucho que se preocupa por mí. Si está dispuesto a matar por mi causa, ¿qué más podría hacer? Nunca he estado en una relación, y este es el primer chico en el que me he interesado románticamente, por lo que la situación me resulta nada conocida. Además, no hay nadie a quien pueda pedir ayuda. De todas formas, ¿qué iba a decir?: «Disculpe, pero mi compañero hombre lobo anda golpeando paredes y matando vampiros por mí, ¿eso qué significa en nuestra relación?».
Perdida en mis pensamientos, de pronto siento y escucho algo. Al mirar hacia abajo, veo veinte bolígrafos, cortesía de Cirino. Al igual que la última vez, es imposible que los bolígrafos se queden en mi pupitre, por lo que la mayoría de ellos se caen al suelo, emitiendo sonidos que probablemente no sean tan fuertes. Sin embargo, en medio de la silenciosa sala de conferencias, el ruido podría compararse con el lanzamiento de misiles.
Cirino solo se encoge de hombros, con su imborrable sonrisa en el rostro. “¿Qué? Como no sabía si me perdonarías o no, necesitaba un plan B”.
Al terminar la clase, Cirino intenta convencerme de ir a la casa de la manada con él, para reconciliarme con Gonzalo. Y aunque realmente quería y necesitaba hacerlo, debía ir a cumplir mi turno en Vegas, así que no pude. Además, enterarme de lo de «la casa de la manada», me aterra completamente.