Capítulo 25
1799palabras
2023-07-21 15:15
Cuando Gonzalo y Alpidio salen, respiro un poco más tranquila. Todavía no estoy completamente a gusto, ya que Cirino está conmigo, pero me siento mucho menos abrumada. Dejo escapar un suspiro mientras intento calmarme. Él me mira con cautela y no puedo apartarle la mirada. En un intento de evaluar la situación, estoy estudiando la manera en que se mueve, dónde se tensan sus músculos, dónde miran sus ojos. No estoy segura de si él realmente planea llevarme a casa, o si está mintiendo.
Cuando se abre la puerta de la habitación, me tambaleo hacia atrás y empiezo a respirar con dificultad. Al ver mi angustia, Cirino se me acerca para calmarme. Sin embargo, cuando ve que su acción me hace sentir más incómoda, se queda donde está y me informa que ha llegado el 'médico de la manada' para asegurarse de que estoy bien.
Sacudo la cabeza mientras sostengo las manos frente a mí como mecanismo de defensa. El hombre se detiene en la puerta y no intenta acercarse, lo que me ayuda a calmarme un poco.

"Hola, Triana. Me llamo Juan y soy médico aquí. ¿Puedo revisar tus heridas? Cuando te dé el visto bueno, podrás irte a casa", dice en voz baja.
"¿Eres un- uno de ellos?", susurro, y su afinado oído le permite escucharme desde el otro lado de la habitación.
"Si lo que quieres decir es hombre lobo, entonces sí, lo soy. Soy médico. No te haré daño, solo deseo asegurarme de que estás bien. Es mi trabajo y mi deber", dice.
Sin querer, mis ojos se desvían hacia los de Cirino, como para verificar y asegurarme de que el hombre, Juan, está diciendo la verdad. Cirino asiente levemente con la cabeza y esboza una pequeña sonrisa para tranquilizarme. Asiento, despacio y con vacilación, dando luz verde al médico para que revise mis heridas. Si solo así podré salir de aquí, y si dicen que no me harán daño, ¿qué más puedo hacer? No podré hacerlo por la fuerza, así que, solo me queda confiar y esperar que sean sinceros cuando afirman que estoy a salvo aquí.
Juan me examina el occipital y me recuerda que debo tener cuidado, y que trate de no acostarme sobre esa parte, hasta que sane. Me dice que tenga cuidado con mi visión y que, si me mareo, lo llame. Me da su número, pero no creo que tenga que llamarlo alguna vez. Si mi conmoción cerebral empeora, prefiero ir al hospital con médicos y enfermeras humanos, y no hablar con un médico licántropo que en cualquier momento podría convertirse en lobo y matarme en un abrir y cerrar de ojos.
Aun así, asiento con la cabeza, fingiendo estar de acuerdo con todo lo que dice. En realidad, espero que, si obedezco, me deje ir. Cuando Juan finalmente se va, Cirino se me acerca.

"Me alegro de que estés bien. Estaba preocupado por ti anoche. Ese vampiro te dio bien fuerte", dice mientras se me acerca. Aunque me tenso por su proximidad, me enorgullece decir que mantengo la calma todo el tiempo. Cirino es mi amigo, era mi amigo. ¿Lo sigue siendo? No tengo idea de cómo nuestra amistad se verá afectada por el hecho de ser un hombre lobo, y tampoco sé qué impacto tendrá eso en mi relación con Gonzalo.
En este momento estoy muy confundida. Justo ayer, mi vida era normal. No obstante, se ha complicado con criaturas sobrenaturales y con cosas que solo existen en los libros que leo. He leído historias de innumerables heroínas que vencen a las bestias y criaturas sobrenaturales, pero cuando esto se hace parte de la vida real, no sé qué pensar.
"¿Quieres que te lleve a casa ahora? El médico ya lo autorizó", me dice Cirino.
"¿Dónde está mi teléfono? Llamaré un úber. Mi madre debe de estar enloqueciendo", le digo con el mayor sosiego posible. Sin embargo, por dentro estoy cada vez más ansiosa, pensando en cómo reaccionará mi mamá. Es media tarde y he estado fuera toda la noche. Ni siquiera sé qué pensará que me ha pasado, pero necesito irme a casa ya.

“Lo siento, Triana. La orden fue que te llevara a casa", responde Cirino con firmeza, casi como si fuera un soldado que cumple los mandatos de su comandante. Está serio, extrañamente serio. Siempre lo he visto como poseedor de un humor tonto, y ahora está diferente. "Y tu teléfono no funciona, así que, eso no va a ser posible".
No tengo ninguna opción en este momento, por lo que hago la única pregunta que puedo. "¿No corro peligro mientras esté contigo?".
"Absolutamente. Eres mi mejor amiga, Triana. El hecho de que seas consciente de lo que soy, no va a cambiar eso. Al menos, no de mi parte", dice, haciéndome sentir un poco culpable. El remordimiento me enoja. No debería estar molesta, no me corresponde estarlo. Él me mintió sobre su especie. ¡Cómo pudo ocultarme un secreto tan grande si éramos "los mejores amigos", como él decía!
"Bien. No tengo otra opción", murmuro, y su ceño fruncido me indica que oyó lo que dije.
Los primeros cinco minutos del trayecto estuvieron caracterizados por un tenso silencio. Después de salir de la mansión, sí, la habitación del hospital en la que me trataron era solo una habitación dentro de una mansión enorme, Cirino me llevó hasta un Range Rover negro, un automóvil que jamás había visto. Sé que ese no era su auto, y no pregunté por el dueño. Para conducir de regreso a mi casa, tuvimos que atravesar el bosque, que solo tenía un camino para los automóviles. Supongo que a los hombres lobo les gusta el aislamiento.
Pasados cinco minutos, Cirino habla. "¿Sabes lo que son las parejas?", pregunta. Mantiene la cabeza ladeada y me mira a la cara en busca de alguna reacción, posiblemente para percibir si le miento.
"No", respondo con sinceridad. "Oí a Gonzalo llamarme así, pero no sé lo que eso significa".
La risa de Cirino resuena en el auto silencioso, y casi me hace olvidar que es un hombre lobo y que puede hacerme daño. "Triana, eres la pareja de Gonzalo. Ni siquiera entiendes cuánto poder tienes sobre él y sobre todos nosotros", exclama. Su entusiasmo me confunde. ¿Cómo puedo tener algún poder sobre los hombres lobo?
"No entiendo", le pregunto. La confusión se me refleja en el rostro, con mis cejas fruncidas y mi mirada esquiva.
"Probablemente no debería ser yo quien te lo diga, pero nunca se me ha dado bien guardar secretos. Todo hombre lobo tiene una pareja, también conocida como su alma gemela", comienza. Asiento con la cabeza, esperando que termine su explicación. Sonríe mientras continúa. "Eres el alma gemela de Gonzalo. Ustedes estaban hechos el uno para el otro. Estaban destinados a enamorarse y vivir felices para siempre y toda esa mi*rda".
Abro los ojos como platos y mi corazón detiene su latido rítmico mientras comienzo a entrar en pánico. Empiezo a atar cabos en mi cabeza. Esto explicaría mis intensos sentimientos por él. Eso explicaría por qué una simple sonrisa suya me hace feliz, y por qué siento un hormigueo cada vez que nos tocamos. Y eso explica por qué me pongo nerviosa cada vez que me mira.
"Eso no es todo". Cirino bromea, y yo no creo que pueda recibir más noticias que me cambien la vida. En las últimas doce horas, he aprendido que los hombres lobo y los vampiros existen y que mis amigos son seres sobrenaturales. Ahora me estoy enterando de que Gonzalo es mi alma gemela, ¿qué viene a continuación?
"Los hombres lobo viven en manadas. Es la única manera de mantener el orden. Tiene que haber un líder, un alfa del grupo. ¿Alguien sabe quién es Gonzalo?".
El corazón me palpita mientras trato de procesar esta nueva información. "¿Me estás diciendo que Gonzalo es el líder, el alfa de tu manada?", pregunto, rezando a cualquier deidad para que Cirino solo esté jugando conmigo.
"Eso es exactamente lo que te estoy diciendo", dice con una sonrisa. "No te asustes tanto, Tria. Gonzalo es el alfa, lo que lo convierte en el macho más fuerte, rápido y protector de la manada. Eso significa que eres la persona más segura del mundo, porque tienes su protección. Él nunca permitiría que te pase algo".
"¿Cómo sé que no me hará daño? Acabas de decir que es el más rápido y el más fuerte". Le levanto la voz, olvidando que probablemente no debería estar gritándole a un hombre lobo.
Se pone serio de repente, y siento cuán importante es lo que está a punto de decir. "Eres su reina y su luna. Sin ti, él se desmorona y, como resultado, también toda la manada. Él jamás te haría daño. Piensa en todas las veces que han estado juntos. ¿Alguna vez te dio algún indicio de que quería, de alguna manera, lastimarte?".
Hago mutis mientras lo escucho. Es cierto que Gonzalo nunca ha tratado de lastimarme. En realidad, siempre ha sido muy cauteloso conmigo. Gruñía cuando alguien se me acercaba demasiado, me daba abrazos de larga duración, y siempre me preguntaba cómo me sentía. Mi miedo se está disipando un poco, pero todavía dudo si debo confiar en él.
"Triana, debes dejar a un lado tus creencias humanas y aceptarlo por lo que es. Nosotros, los hombres lobo, no somos diferentes a ti".
"Correcto". Me río entre dientes. "A excepción de tus garras afiladas, tus dientes puntiagudos, tu fuerza superior, tu extrema velocidad y tu oído súper afinado ...".
Me interrumpe con un golpe suave en el brazo, y me río.
"Cállate. Somos animales, pero también somos humanos".
Hacemos el resto del viaje en un cómodo silencio. Sigo bien incómoda con toda la situación, pero empiezo a pensar en ello cada vez más. A medida que nos acercamos a mi barrio, recuerdo algo que debí haber preguntado hace mucho tiempo. "Cirino".
"¿Eh?", se limita a decir, pues está concentrado en conducir.
"¿Quién me atacó anoche? ¿Y por qué? ¿Debería estar preocupada porque pueda regresar para matarme a mí y a mi familia?".
Cirino gira la cabeza para mirarme a los ojos. "Ese vampiro nunca volverá a ponerte una mano encima. Está encerrado en la prisión de la manada, donde permanecerá hasta que decidamos que le llegó la hora", gruñe.
Termina de hablar justo cuando dobla hacia mi calle. Se detiene en la entrada para autos y de repente me doy cuenta de que necesito hacerle muchas más preguntas.
"¡Espera! ¿Por qué el vampiro me persiguió? Él sabía que yo conocía a Gonzalo. ¿Cómo lo supo? ¿Él sabía que yo estaría allí? Yo...". Mis innumerables preguntas son interrumpidas cuando la puerta del pasajero es abierta de un tirón por nada más y nada menos que mi mamá, con cara de enfado.