Capítulo 24
1490palabras
2023-07-21 14:24
Al mover el brazo, siento un ligero tirón en la mano y, cuando bajo la vista, me doy cuenta de que me han puesto un suero. Me toma unos segundos percatarme y, una vez que siento el dolor en la parte posterior de la cabeza, me impactan de lleno los recuerdos de la noche anterior. Debo respirar profundamente para abstraerme de esas voces. Gonzalo se para a mi lado enseguida, con una mezcla de alivio, tristeza y culpabilidad en sus ojos azules grisáceos.
No me importa cómo él se siente. Me mintió y ya no puedo confiar en él. Y le temo. En este momento, solo pienso en alejarme de él lo más que pueda, ... y no en el hormigueo que siento en la piel cuando me toma la mano.
Me siento, pero me arrepiento en el acto, ya que la cabeza comienza a darme vueltas. Él me agarra por los hombros en el momento que mi cuerpo, inconscientemente, se va hacia un lado. Sin embargo, su toque solo me asusta más. No quiero que ese monstruo me toque.

Me sale un grito incoherente de la garganta mientras me alejo de él y salto de la cama. Él no esperaba eso, así que puedo zafarme de su toque, salir de la cama, ... e ir en dirección al suelo.
No llego al piso porque unos fuertes brazos me agarran por la cintura y me levantan. Aparentemente, las piernas no me quieren funcionar. La persona que me asegura parece darse cuenta de esto y me sostiene; me parece que me abraza.
"Tranquila, Triana. No quiero que te lastimes", bromea una voz familiar. Es Cirino. Lo miro y por primera vez no lo veo tan bromista como de costumbre. No sonríe, y las grandes bolsas que tiene debajo de los ojos han adquirido casi un matiz morado debido a la falta de sueño. En general, está hecho un desastre, pero estoy tan agradecida de que esté aquí que estoy a punto de romper en llanto.
De hecho, lloro. Y mi dolor de cabeza arrecia a causa del llanto, así que termino llorando más fuerte... Sí, es un círculo vicioso interminable de la bebé grande que soy, pero en este momento no puedo pensar, solo sentir.
"Cirino, estoy contentísima de que estés aquí. ¡Por favor, ayúdame!". Sollozo, y parece que mis lágrimas empapan su sudadera roja de capucha. Él me envuelve en sus brazos de manera protectora y su abrazo me hace sentir segura, ... hasta que un fuerte gruñido resuena en la habitación. No puedo evitar estremecerme y meto más la cabeza en la sudadera con capucha de Cirino cuando oigo la voz de Gonzalo.
"Quítale tus cochinas manos de encima a mi pareja", ordena. Mis sollozos se hacen más ruidosos; es obvio que Gonzalo se está refiriendo a mí. Pero ¿me llama su pareja? ¿Y eso que significa?

"Gonzalo, te respeto como alfa. Pero en este momento, necesitas recular. ¿No ves que la estás asustando? Ella nunca te aceptará si te tiene miedo", dice Cirino, abrazándome más fuerte. Sigue sosteniendo todo mi peso, ya que no puedo estar de pie, y parece no costarle ningún esfuerzo.
Otro gruñido animal es suficiente para desencadenar mi llanto. "Gonz, él tiene razón. Cálmate y mira a Triana. Mira lo asustada que está. Por un segundo, olvídate de esa mi*rda de ser un lobo posesivo y de gruñir, y sé humano", dice Alpidio con firmeza. De repente, los gruñidos se detienen por completo y yo, aliviada, exhalo un suspiro.
Unos instantes más tarde, una voz rompe el silencio. "Triana". Su voz es suave, pero imponente. Aunque sé que no debo hacerlo, saco la cara de la sudadera de Cirino y giro la cabeza despacio para quedar cara a cara con Gonzalo. Entonces me sorprendo, al ver lágrimas en sus ojos. Se resiste a dejarlas caer, pero puedo ver la emoción en sus ojos.
“Discúlpame si te asusté, … solo estaba preocupado por tu lesión. Y sigues alejándote de mí como si yo fuera a lastimarte, cosa que nunca haría. Me preocupo mucho por ti, Triana. Mucho más de lo que podrías concebir. Y sé que ahora estás confundida, pero ¿me dejarías... abrazarte?". Termina de hablar, y su desesperación se evidencia en su pregunta.

Es una locura lo mucho que mi corazón anhela su toque. Tengo muchas ganas de hacer desaparecer su dolor, pero mi mente no me lo permite, y me grita que huya de él. Mi mente lo sigue viendo como el enorme lobo negro que anoche hundió sus colmillos en el vampiro de ojos rojos. Y como mi psiquis no puede ver otra cosa por el momento, instintivamente me alejo de él cuando estira el brazo para tocarme. Es instinto, de veras. Veo el desencanto y la derrota en sus ojos mientras baja la mano lentamente.
Él ha estado hablando tan abiertamente sobre lo que pasó anoche que casi olvido que Cirino y Alpidio no deben de saber bien por qué estoy herida y por qué Gonzalo me asusta. Sin embargo, cuando miro sus rostros, veo que les entristece el hecho de que yo no toque a Gonzalo...
Sorprendida y con la respiración entrecortada, me zafo de Cirino, quien parece desconcertado por mi abrupto movimiento, lo cual me tiene sin cuidado. A pesar de que fui aceptada en una universidad de la Ivy League, me he demorado mucho en armar todo este rompecabezas. ¿Fue tan fuerte el golpe que recibí en la cabeza?
"¿Tú también?, pregunto a Alpidio, que tiene a Gonzalo fuertemente agarrado por el hombro, parece que para contenerlo. Él asiente con la cabeza, como con remordimiento. Retrocedo un poco y luego me giro hacia Cirino mientras las lágrimas me corren por las mejillas. "¿Y-y tú?".
Afirma con la cabeza. También se le salen las lágrimas. "Triana, puedo explicarte...".
"No se me acerquen, ninguno", grito mientras levanto las manos cual si fueran mi escudo. A decir verdad, sé que, si alguno de ellos quisiera lastimarme, lo hubiera hecho cuando me desmayé. Sin embargo, mi cerebro no está examinando las cosas de manera lógica, sino emocionalmente.
"¿Todos ustedes son... hombres lobo?", susurro.
Asienten con la cabeza. Comienzo a parpadear reiteradamente, tratando de que mi visión borrosa y mi dolor de cabeza se disipen. Hago un gesto de dolor al mover la cabeza en la dirección equivocada y sentirme un chichón grande en el occipital. "Ay".
Gonzalo parece estar a punto de estallar. Jamás lo había visto tan molesto, particularmente al mirarme. Da miedo.
"El médico dijo que tienes una conmoción cerebral y que el estrés es malo para tu salud. Si no te dejas ayudar... ¿Podrías sentarte en la cama? Por favor", suplica. Obedezco, pero solo porque me duele mucho la cabeza y porque probablemente él tenga razón sobre lo que el facultativo aconsejó. Una vez sentada en la cama, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no estoy en un hospital normal. Aunque hay un porta suero y una cama común de hospital, una ventana deja ver un bosque que parece extenderse por muchísimos kilómetros.
"¿Dónde estoy?", pregunto despacio.
"Estás en la casa de la manada", responde Gonzalo.
"¿Qué diablos es eso?", pregunto. "O mejor. No importa. Me gustaría irme a casa. ¿Puedo irme?".
"Sí".
"No".
"Sí".
Alpidio, Gonzalo y Cirino responden a la misma vez. Gonzalo dice que no. Alpidio y Cirino lo fulminan con la mirada antes de volverse hacia mí. "Por supuesto que puedes irte a casa. Te llevaré", se ofrece Cirino.
"No". La voz atronadora de Gonzalo se apodera de la habitación, desafiando a cualquiera que lo desobedezca. Tiemblo de miedo una vez más. "Ella necesita quedarse mientras analizamos su situación y seguimos de cerca su recuperación. Un m*ldito vampiro la atacó anoche y quiero saber por qué lo hizo. No puede ser coincidencia que el chupasangre la atacara".
"Lo que ella necesita es irse a casa y pensar en lo que sucedió, no ser obligada a quedarse aquí en contra de su voluntad. ¿Cómo te respetará alguna vez si le arrebatas sus opciones?". Cirino responde de manera protectora.
"Modera el tono cuando hablas con tu alfa", le advierte Gonzalo, acercándosele.
"Está bien, basta ya". La voz suave y firme de Alpidio arbitra en la tensión. "Cirino, lleva a Triana a casa". Gonzalo tiene intención de protestar, pero Alpidio levanta la mano para evitar que interrumpa. "Nos vamos de aquí para interrogar al vampiro. En este momento, esa es la mejor manera en que puedes ayudarla".
Da la impresión de que Gonzalo quiere seguir discutiendo, pero una mirada de Alpidio hace que me eche un vistazo en la cama, donde estoy sentada con la cara metida entre las rodillas al tiempo que miro a estos hombres intimidantes en la habitación.
Con un suspiro y con el cabello alborotado, Gonzalo sale corriendo de la habitación, y Alpidio sale deprisa tras él.
Me han dejado con Cirino, ... otro amigo que resultó ser un licántropo...