Capítulo 19
894palabras
2023-07-21 13:42
Los besos de Gonzalo siguen el patrón perfecto de morder, lamer, chupar y repetir. Mi cerebro se derrite mientras él continúa su obra en mi boca, de la cual no puedo quejarme, pues, en este punto, ni siquiera puedo recordar mi nombre. Creí que ya me sentía muy bien, pero no era nada comparado con cómo me pongo al percibir algo duro contra mi vientre. En un principio, no le di importancia, sin embargo, en cuanto mis uñas se hunden en su espalda, noto que la dureza se dispara hacia enfrente.
Entonces me doy cuenta de que eso es su… cosa.
Esto es algo que jamás había sentido. Es algo completamente nuevo para mí, y aunque no está nada mal, sino todo lo contrario, realmente no sé qué se supone que debo hacer ahora. ¿Espera que tengamos s*xo?
Gonzalo nota mi vacilación y deja de besarme, retrocediendo para mirar mi rostro.
“Oye”, susurra preocupado. “No haremos nada que no quieras”.
Muerdo mis hinchados labios, observando que Gonzalo luce sumamente atractivo. Asiento con la cabeza, le doy un suave beso y le agradezco en un murmuro. Continuamos besándonos un poco más, pero su dureza solo parece aumentar entre más lo hacemos. Así, me muevo ligeramente contra él para adoptar una postura diferente, y en respuesta él g*me y se levanta de mí.
“Lo siento, no puedo evitarlo. ¡Es que solo mírate, eres hermosa!”. Sus ojos de color gris azulados se ven vidriosos al posarse sobre mí, aunque mi ropa está arrugada y mi cabello hecho un desastre por haber estado acostada.
Me sonrojo, tratando de acomodar mi cabello, el cual probablemente se extiende en muchas direcciones. Eso me sonroja aún más.
De pronto, siento algo húmedo cayendo en mi mejilla y lo toco con mi mano.
Rápidamente, más gotas caen sobre mi cara, mi ropa, mis brazos, y hasta entonces me doy cuenta de que está lloviendo. Enseguida, empiezo a empacar las cosas, pero Gonzalo toma mi mano, me dice que tome el globo de nieve y que corramos entre los árboles de regreso por donde vinimos, no sin antes prometer que enviará a alguien a que limpie, lo que me suena un poco extraño. Sin embargo, me concentro en mantenerme seca para no sentirme tan incómoda.
La copa de los árboles nos resguarda un poco de la tormenta repentina, pero tan pronto llegamos al parque, corremos hacia su auto. Para cuando cerramos las puertas del Tesla, los dos estamos tan empapados, que pareciera que acabáramos de salir de la alberca.
“¡Oh, Dios mío!”. Me estremezco al comprobar lo mojada que estoy, pero al mirar al hombre a mi lado, en verdad pienso que no es justo. ¿Cómo es que luzco como una rata mojada y él parece estar listo para posar para una sesión de fotos? Su cabello está empapado, y aun así se ve demasiado s*xy. Además, al ver hacia su camisa negra, me doy cuenta de que se pega a él como si fuese una segunda piel.
Al parecer, Gonzalo nota lo mismo en mi atuendo, pues su mirada se oscurece casi hasta volverse negra. Sus ojos siempre parecen cambiar, lo cual es muy extraño, y aunque considero que no es algo normal, soy demasiado tímida para mencionarlo. De cualquier forma, ¿qué se supone que diría? «Hola, Gonzalo. Tus ojos cambian mucho de color, ¿acaso eres un vampiro?». De hecho, no me sorprendería si lo fuera, pues es demasiado perfecto.
Gonzalo toma del asiento trasero dos camisas limpias, un par de sudaderas y un par de pantalones deportivos. “Aquí hay ropa seca por si quieres cambiarte. Juro que cerraré los ojos, es solo que no quiero que te mueras de frío”.
Es un gesto tan dulce que ni siquiera le pregunto por qué no solo trae uno, sino dos conjuntos completos en su auto. No quiero pensar la razón por la que están aquí, así que en lugar de ello, agarro una camisa y una sudadera negra y le sonrío tímidamente. Él se da la vuelta y cierra los ojos mientras me cambio, y aunque es asqueroso, decido dejarme la ropa interior mojada, pero me quito el sostén.
Cuando termino de vestirme, le informo a Gonzalo que puede voltear. Su mirada recorre mi cuerpo de arriba a abajo, ahora traigo puesta su ropa. Sus ojos se concentran en mis p*zones, que se han endurecido significativamente por la combinación del frío y su mirada lujuriosa. Aclarándose la garganta, rápidamente mira hacia otro lado, como si hubiera salido de un trance, y luego se quita la playera mojada.
“¡Oh, Dios!”. De inmediato, cierro los ojos para evitar observarlo, pero antes puedo ver su abdomen marcado y una increíble cantidad de músculos definidos de los que ni siquiera sé los nombres.
Él deja escapar una risa áspera, y continúa cambiándose hasta que también trae puesta ropa seca. Luego toma mi mano y me acerca a él, besándome lentamente y disfrutando el momento. Cuando nos separamos, sonrío y él aprieta su agarre en mi mano. Así, salimos del estacionamiento para regresar a la ciudad, y distraídamente saco mi celular de mi bolsa, el cual no he mirado desde antes de que compráramos el helado.
Justo por eso es que me asusto, cuando veo veinte llamadas perdidas de mi madre y una serie de mensajes de texto diciéndome que vaya a casa.
Sé que estoy en problemas.