Capítulo 16
2177palabras
2023-07-21 11:16
Los gemelos se fueron de la cafetería abruptamente, y me quedé desconcertada. ¿Emanuel me había escuchado invitarlo a Cirino y se asustó? Emanuela me había dicho que su hermano no se relacionaba fácilmente, ¿se habría puesto nervioso ante la posibilidad conocer a alguien nuevo? Honestamente, pensé que Cirino y Emanuel se podían llevar bien. Cirino fue mi primer amigo en la universidad, así que creí que todos podríamos ser amigos. Tendré que disculparme con Emanuel por hacerlo sentir incómodo.
A los quince minutos exactos suena la campanilla de la puerta y Cirino entra a Vegas. Me grita desde la otra punta de la cafetería: "¡Te llevaré algo! ¡Verás cómo te sorprendo!"
Igual que en un aula, la gente voltea en mi dirección para ver a quién le está gritando el tipo escandaloso. Las miradas me hacen esconder la cabeza entre las manos y rogar que Cirino deje ponerme en evidencia, pero sabiendo que no sucederá.

"Triana, ¿debería preocuparme?", me preguntó Cirino.
Levanto la vista hacia él con las cejas fruncidas e inclinando apenas la cabeza. “¿Por qué?”
Coloca un café frente a mí y luego se sienta en el asiento de enfrente, el mismo donde había estado Emanuela antes. "¿Te inventas amigos imaginarios porque no paso suficiente tiempo contigo? Si es así, te haré lugar en mi agenda con gusto en pos de tu salud mental". Me doy cuenta de que está bromeando únicamente por la sonrisita que se dibuja en su boca.
"¡Es gente real!," resoplo molesta. "¡Lo juro! Apenas colgué contigo, salió corriendo. Creo que se puso nervioso por tener que conocer gente nueva".
"¿Es un él?", cuestiona Cirino. Sorbe su café, pero no deja de mantener el contacto visual conmigo.
"Sí, ¿algún problema?", pregunto confundida. ¿Por qué Cirino me cuestiona? ¿No es él también un chico?

"No, ninguno. Solo... pensé que estabas con Gonzalo", dice con cautela.
Me confunde con su falta de claridad. ¿Qué tiene que ver el hecho de hablar con Gonzalo con encontrarse con un amigo para tomar café? ¡Ni siquiera quedé con Emanuel para tomar café! ¡Simplemente apareció con su gemela y nos pusimos a conversar!
"Sí, lo estoy. Pero él llegó con su hermana y no había mesas, así que les dije que podían sentarse conmigo", le explico. Cirino se relaja visiblemente. Sus hombros, que estaban tensos y levantados, se hundieron con alivio mientras se llevaba la mano al pecho.
"¡Uf! ¡Casi me da un ataque al corazón!", dice suspirando exageradamente, luego da un gran trago de café.

"¿Por?"
"Me había imaginado que entre tú y Gonzalo había algo", explica Cirino. "Y si hubieras estado en una cita hace un momento, a Gonzalo no le habría gustado nada".
Instantáneamente, alzo las cejas. Si fuera un animal, hubiera erguido las orejas de interés. "¿Cómo sabes que a Gonzalo no le habría gustado?"
Cirino sonríe. "Vivo con Alpidio, que es el mejor amigo de Gonzalo. Sé todo lo que él sabe. Y sé que Gonzalo está loco por ti. Por cierto, ¿cómo les fue anoche? ¿Pasó algo? ¿Lo hicieron?"
Balbuceando, intento desmentir todas las teorías locas de Cirino. "¡Por Dios, no! ¡Nada que ver!"
"¿Segura?", pregunta sonriendo como si supiera algo. "Pasó algo anoche. Estuvieron solos por primera vez, ¿verdad? ¿En serio que no tuvieron una noche apasionada?"
"¡Basta, por favor!", le supliqué cubriéndome la cara con las manos de la vergüenza. ¿Por qué Cirino siempre tiene que ser tan... vulgar?
"¡Dame los detalles jugosos! ¡Gonzalo no contaría nada de eso! Solo habló de sus sentimientos. Puaj".
Sonrío ante las palabras de Cirino. Gonzalo no mencionó nada sobre lo que hicimos anoche. Eso me hace sentir respetada y me hace confiar más en él. Me reconforta saber que lo que él quiere no es solo físico. Si lo fuera, le habría contado a su amigo lo que hicimos. En cambio, mantuvo los detalles para sí mismo y habló sobre nuestra conexión emocional, no sobre nuestra conexión física.
"¡Ay! ¡Alguien se está poniendo colorada! ¡Cuéntame! ¿Qué pasó?"
Así que le conté a exactamente lo que sucedió anoche: le hablé del viaje a casa, de cómo calmé a Emilia y de cómo entramos a mi habitación. Cuando llegué a la parte del beso, Cirino gritó "¡Así se hace!", muy fuerte, lo que me obligó a cubrirme el rostro con las manos y a quejarme en voz alta. Supomgo que ser amiga de Cirino es sinónimo de sentirse mortificada.
No le conté sobre mi colección de esferas de nieve. Sentí que era algo personal. No necesitaba compartirlo todo con él. Cuando volví a mirar la hora, ya eran las cuatro de la tarde. Había estado oficialmente demasiado tiempo en Vegas, así que me despedí de Cirino para ir a casa... después de comprar otro café para llevar.
Al llegar a casa, pasé un rato con Emilia y mi mamá hasta que vi que tenía un mensaje de texto de Gonzalo. Me disculpé y me fui a mi habitación para responder su mensaje. Terminamos hablando por teléfono durante unas horas. Él hablaba sobre lo aburrido que estaba siendo su viaje de negocios y de las ganas que tenía de estar conmigo. Me reí con incomodidad y le conté sobre mi día con mis nuevos amigos y con Cirino.
Al principio, me mortificaba que nos quedáramos sin nada que hablar, pero ese problema nunca surgió. Hablamos de todo y de nada al mismo tiempo. Nuestra conversación se interrumpió cuando mi mamá gritó desde abajo que la cena estaba lista. A regañadientes, colgué, luego devoré mi cena y me disculpé de inmediato.
Volví a escribirle un mensaje de texto a Gonzalo y me llamó de inmediato. Decir que estaba contenta sería quedarme corta. Seguimos hablando hasta que ya no pude mantener los ojos abiertos. Él me escuchó bostezar y me deseó buenas noches. Colgué el teléfono y me fui a dormir.
Soñé con Gonzalo de nuevo.
-------------------------------------
El domingo me lo pasé trabajando en Vegas. Carla y yo compartimos turno, así que hablamos y reímos todo el tiempo que estuvimos trabajando. Ella me hizo prometer que saldría con su hijo, lo cual no me pareció un problema. La extrañaba.
Entre hacer café para los clientes y organizar las áreas de almacenamiento traseras, le enviaba mensajes a Gonzalo. Él me preguntaba qué estaba haciendo, cómo había sido mi día hasta ese momento, qué libro estaba leyendo, cualquier información que pudiera obtener de mí. Me parecía adorable que quisiera saber tanto. Mi vida no era interesante, así que no entendía que pudiera interesarle cada detalle de mi vida. Satisfice su curiosidad siempre que él respondiera preguntas sobre sí mismo. Digamos que prefería ser él quien hiciera las preguntas.
Cuando le pregunté acerca de Alpidio y del motivo por el que lo acompañaba en el viaje de negocios, respondió que era el vicepresidente de su empresa. Quise saber más, pero cuando pregunté, dijo que tenía que irse a otra reunión.
Me comentó que regresaría a casa el lunes por la mañana y que tenía una sorpresa para mí. Cuando finalmente llegó el lunes, estaba muy nerviosa, y no era por las tres tazas de café que ya me había tomado. Tampoco era el azúcar ni las enormes cantidades de crema batida de las tres tazas de café que ya me había tomado.
La sola idea de ver a Gonzalo me hizo sonreír. Así que no pude quitarme la sonrisa de la cara durante mi monótono turno matutino en Vegas, ni en la corta caminata a Psicología.
"Vaya, ¿qué te hace sonreír así?", preguntó Cirino con una sonrisa cómplice.
"¿Quieres que te cuente?", murmuro. "Estoy emocionada por ver a Gonzalo. ¿No estás emocionado por ver a Alpidio?"
Suelta una risa de loco. "Cariño, ya lo saludé esta mañana. Una vez, y otra vez, y otra vez..."
"¡Dios! ¡Basta! ¡No quiero saber!", chillo tapándome fuerte los oídos con las manos en un intento de bloquear las palabras soeces de Cirino. Sólo pude oír un cacareo ahogado. Afortunadamente, la conferencia comenzó poco después, así que no tuve que escuchar sobre las actividades de dormitorio de Cirino y Alpidio. Me avergoncé solo de pensarlo.
La conferencia de hoy trató sobre Ivan Pavlov y su teoría del condicionamiento clásico. En realidad, fue bastante interesante, y anoté las notas en mi cuaderno a una velocidad alarmante para seguir el ritmo de nuestro profesor. Con uno de mis 1500 bolígrafos, escribí notas sobre estímulos incondicionados, neutrales y condicionados, y cómo sus perros salivaban solo al sonido de una campana.
Guardo las cosas una vez que termina y me pongo la mochila al hombro. Lo único en lo que puedo pensar es en ir a casa y enviarle un mensaje de texto a Gonzalo. ¿A qué sorpresa se refefiría?
Antes de tener la oportunidad de correr a casa, Cirino me coloca la en el hombro para evitar que salga de la habitación sin él. Lo miro, tratando de averiguar qué quiere.
"¿Tienes algún plan para hoy?" pregunta. Mi corazón se desinfla un poco.
"No, no tengo nada planeado", le dije honestamente, aunque no le conté que esperaba ver a Gonzalo más tarde. Me haría parecer demasiado esperanzada y necesitada, dos cosas que no quería aparentar.
"Genial. Ahora tienes planes", sonríe emocionado. Mis pies pisan las hojas de otoño muertas que yacen sobre el césped con un crujido satisfactorio mientras el sol calienta mi piel. El aire acondicionado parecía estar en la opción de más frío, así que comienzo a temblar cuando el sol hace llegar el calor a mis dedos helados y al resto de mi cuerpo. Se siente tan bien que olvido por un segundo que estoy en medio de una conversación.
"¿Qué planes tengo?", me pregunto nerviosamente. No es que no confíe en Cirino, pero a veces puede ser un poco travieso. No me sorprendería que decidiera gastarme una broma ahora mismo. He oído historias de sus bromas pasadas, ninguna de ellas buena.
"Esos planes". Levanta la barbilla, indicándome que me dé la vuelta. Con cautela, me volteo. Mis ojos se iluminan y mi corazón se acelera cuando veo a Gonzalo que luce tan encantador como siempre, apoyado en su Tesla negra mate. Sé que no debería estacionarse frente al edificio, pero no parece importarle. Se apoya casualmente sobre el capó de su auto como si fuera lo más normal del mundo.
Viste una camiseta negra sencilla que combina con unos jeans negros rasgados. Está apoyado en su auto, con los brazos cruzados: parece un atractivo ángel oscuro. Tiene el negro cabello despeinado, pero aún así se ve perfectamente arreglado. Con la posición en que están sus brazos, parecen troncos de árbol por el grosor de sus músculos.
Se me ensancha la sonrisa y al mismo tiempo, una sonrisa lenta se extiende por el suyo. Suspiro internamente. Sus ojos grises se iluminan mientras me acerco emocionada hacia él. Con acercarme me refiero a caminar rápido. No quiero parecer demasiado ansiosa por verlo. En cuanto estoy cerca, él tira de mí hacia adelante y me envuelve con sus enormes brazos y con su calor. ¿Quién necesita el sol cuando tienes tu propio calefactor personal? Entierro la cabeza en su pecho mientras él hunde la suya en mi cuello. Parece que le gusta hacer eso, así que, ¿quién soy yo para detenerlo?
Después de un momento, me alejo para poder mirar su rostro.
"Hola", le digo sonriendo tímidamente.
Me sonríe arrogante porque sabe lo que me provoca. "Te extrañé, amor".
Mi corazón se acelera y me da vuelta la cabeza. "¿En serio?", pregunto mirándolo entre mis pestañas. Gonzalo pasa una mano por mi cabello, y su palma descansa en mi mejilla. "Sí, demasiado. No podía concentrarme en nada más que en ti. Alpidio se molestaba cuando me desconectaba o me distraía mientras te enviaba mensajes, pequeña".
Me quedé boquiabierta de la vergüenza. ¡Lo estaba distrayendo de su trabajo! "Lo siento, no sabía que te distraía de cosas importantes al mandarte mensajes. No deberías haber..."
Me interrumpió posando un dedo sobre mis labios. "Basta, Triana. Yo también quería. Eres más importante que cualquier reunión", dijo con una sonrisa. Luego, retiró lentamente el dedo y sus ojos parecieron fijarse en mis labios mientras los atrapa entre sus dientes.
"¡M*erda, quiero besarte ahora! Pero no con todos estos entrometidos mirando el show".
Giro la cabeza y, efectivamente, nos rodea una pequeña multitud. Me alejo intentando esconderme detrás de Gonzalo que, al ver mi incomodidad por la atención, gruñe hacia las pocas personas que quedaban:
"Siguan o les arrancaré los ojos para que nunca más puedan mirarla", amenaza. La multitud se dispersa en segundos. Si fuera cualquier otra persona, estaría aterrorizada, tal vez me habría orinado encima en este momento. Sin embargo, su voz autoritaria envía un calor directo a mi núcleo. Aprieto los muslos en un intento de aliviar la tensión, pero sin éxito. Gonzalo ya se ha dado vuelta y, si la dilatación de sus pupilas tiene algo que decir al respecto, me ha visto. Me conduce suavemente de la mano hacia el lado del pasajero de su auto.
"Vámonos antes de que te tome aquí mismo, contra mi auto".