Capítulo 15
1889palabras
2023-07-21 09:48
Anoche, después de que Gonzalo se fue, me quedé extasiada de pura felicidad. No pude dejar de pensar en él en toda la noche. Nos conocemos desde hace muy poco tiempo, pero nuestros besos me resultan tan naturales. Quizás si fuera otra persona, podría pensar que vamos demasiado rápido, pero con él no lo siento así.
Estamos en la fase de "conocernos" en nuestra relación, digamos. Me pidió que no hable con otros chicos, pero ¿eso significa que somos novios? Bueno, seamos lo que seamos, estoy feliz de explorar más.
Esta mañana desperté con la sonrisa dibujada. Soñé con él y la verdad es que nunca antes había tenido un sueño tan pasional. No es una queja.
Me duché con mi gel de baño de vainilla, lo froté bien por todo mi cuerpo. Después de vestirme, revisé mi teléfono y vi que tenía un mensaje de él.
Malhumorado: Buenos días, amor.
Yo: ¡Buenos días! ¿Cómo dormiste?
Malhumorado: Dormí bien. Soñé contigo.
Me sonrojé al recordar mi sueño, donde Gonzalo era el protagonista, pero opté por no contárselo. Hablé de mis planes para el día y me dijo que ya estaba en el auto camino al aeropuerto para su reunión de negocios. Me dijo que me enviaría un mensaje más tarde.
Luego de despedirme por mensaje, me preparé una tostada con aguacate y un café, pero me arrepentí apenas mi lengua sintió el gusto amargo. Me venía mimando a mí misma con el café de Vegas, y ahora no quiero beber otro.
Como necesitaba más café, después de terminar el desayuno me fui hacia Vegas para conseguir más. Sí, sé que tengo un problema y no, no quiero solucionarlo. Para hacer algo productivo, aproveché para llevar tareas escolares pendientes de todas mis clases, así que probablemente pasaré todo el día en Vegas. Mamá y Emilia todavía están durmiendo, y como mamá no trabaja este fin de semana, puedo hacer lo que quiera.
La caminata hacia Vegas es corta. Acelero el paso para entrar en calor. Paso junto a la librería, y recuerdo que hace rato que no paso por allí. Espero venir con más más tiempo en otro momento. La verdad es que entre las clases, las tareas, mi trabajo y tener que cuidar de Emilia, casi no tengo tiempo para mí.
Suena la campanilla apenas entro a Vegas, y me recibe Carla, mi compañera de trabajo y amiga.
"¡Hola, Triana! ¿Cómo va todo?", me pregunta con voz alegre.
"Todo bien. Las clases me cambiaron la vida, pero puedo manejarlo", me río suavemente mientras saco mi billetera del bolso. "Un Cinnamon Dolce Latte grande con crema batida extra, por favor".
"Por supuesto, son $3.52".
Saco la suma exacta y se la entrego. Carla abre la caja registradora canturreando:
"Eres un ángel, no tengo que contar cambio".
"Sí, odio cuando pagan con un billete de veinte un pedido de $3”.
"¡Tal cual!", exclama Carla. "Mi trabajo es hacer café, no soy empleada bancaria".
Guardo la billetera en el bolso y miro alrededor, veo muchas mesas desocupadas.
"Siéntate donde quieras, te lo alcanzaré", me dice.
"¡Gracias!", sonrío. Luego, me dirijo a una mesa en la esquina de la tienda. Es mi lugar favorito porque hay un enchufe y las sillas son como sillones. Es cómodo, apartado y práctico.
Abro mi portátil y comienzo a trabajar en Cálculo. El libro de texto está en línea, así que abro el primer capítulo y tomo mi cuaderno para empezar el primer problema. A mitad del segundo problema, Carla me trae el café. Agradezco suavemente y continúo con mi trabajo.
Los segundos se convierten en minutos, que se convierten en horas y sin darme cuenta, he estado tres horas en Vegas, he terminado dos tareas y he pedido otro café. Es oficial, por las venas me corre café.
Mientras saco mi cuaderno de Ética, me sucede algo espeluznante. Suena la campanilla de la puerta y, cuando volteo para ver quién es, es ese chico de mi clase. Me parece loquísima la coincidencia, pero ahí está él. Apenas entra, me ve de inmediato y me saluda con la mano. Tímida, le devuelvo el saludo. Cuando se acerca a mí, me doy cuenta que no está solo.
Detrás de él, lo sigue una chica con el mismo rubio platinado que él. Tiene las puntas teñidas de rosa intenso que le dan un toque punk rock. Viste ropa neón brillante en contraste con la ropa oscura de Emanuel, y tiene muchos piercings: unos cinco en cada oreja, uno en la nariz y otro en la ceja.
Emanuel llegó a mi mesa sonriendo "Hola, Triana. Qué casualidad encontrarte aquí".
"Sí", digo, sin saber qué decir. No soy buena conversando con personas que acabo de conocer. No sé qué decir, y se hacen esas largas pausas incómodas en las conversaciones. Sin embargo, él retoma fácilmente la conversación. Mira el cuaderno que acabo de poner sobre la mesa y sus ojos se abren de par en par.
"¿Estabas sacando tus deberes de Ética? ¡Espeluznante!"
Me río de su comentario. "Sí, es extraño. ¿Acaso estabas merodeando, esperando a que comenzara mis deberes de Ética para que los hiciera por ti?", bromeo.
Sonríe divertido. "Para tu información, pasé tantas veces por esta cafetería que decidí traer a mi hermana. Ella es Emanuela, por cierto. Y ella es Triana, Emanuela. Está en mi clase de Ética".
Ella extiende su mano llena de anillos hacia mí. "Mucho gusto. No puedo creer aún que este bobo vaya a la universidad, pero bueno", se ríe entre dientes.
"Igualmente, mucho gusto", digo educadamente. Todos sus piercings y su actitud directa la hacen parecer intensa, pero mantuve la sonrisa, decidida a no juzgar un libro por su portada. Emanuel observa la cafetería, que ahora está sorprendentemente llena. Ni siquiera me había percatado de ello, perdida en mi mundo de deberes.
"¿Te importa si nos sentamos aquí? No veo mesas disponibles y también quiero hacer los deberes", pregunta con ojos grandes y esperanzados. Quisiera negarme, pero no puedo culpa de esos ojitos de cachorro. En general no avanzo mucho cuando estoy acompañada, pero lo intentaré.
"Claro", asiento.
"Genial. Dejaré mi mochila aquí y voy a pedir. Parece que hay una fila. Emanuela, sé lo que quieres. ¿Puedo traerte algo, Triana?"
"No", niego con la cabeza. Apenas lo conozco, me incomoda que me compre algo.
"Insisto. Me parece ético: nos estás dejando a mí y a mi hermana sentarnos en tu mesa". Me sonríe tontamente, y me hace reír por su picardía.
"Está bien. No es así como funciona la ética, pero es un buen gesto que lo intentes. Pediré un... mocaccino blanco, con extra crema batida".
"Bien, enseguida vuelvo".
Apenas se da la vuelta, Emanuela se sienta frente a mí y extiende sus piernas en el asiento de al lado. "Dime, ¿de dónde conoces a Emanuel?". Me lo pregunta de una manera que me hace pensar que no le permite tener amigos o como si se estuviera metiendo en problemas por conocerme.
"Como él te contó, nos conocimos ayer en la clase de Ética".
"Es que Emanuel no habla con la gente, entonces me resulta extraño", insiste, escudriñándome y haciéndome sentir un poco incómoda.
Me siento interrogada. Me mira fijamente, concentrándose en mí más de lo necesario. Luego, sonríe. "No te asustes, linda. Te creo. Es que soy su gemela y estamos unidos desde siempre. Nunca se acerca a la gente, así que me sorprendió saber que había hecho... una amiga. Y además, que es guapísima", se burla.
"No soy guapísima", contesto tragando saliva. "Llegué tarde solo una vez. Fue un accidente. Verás, me quedé dormida..."
"Relájate. No te provoques un derrame cerebral. No puedo dejar hospitalizada a la primera amiga que hace mi hermano. ¿Cómo conseguiría otra?"
Nos reímos ambas. Aparentemente, pasé la prueba. Ahora estamos bromeando y riendo juntas. Cuando sonríe no parece tan intensa, me agrada.
"¡El café!", dice Emanuel nerviosamente mientras se acerca a nuestra mesa. Viene trayendo una bandeja con los tres cafés haciendo equilibrio con dos paninis calientes. Ese aroma me recuerda que no he comido nada desde esta mañana y ya es la una de la tarde. Me ruge el estómago a un volumen demasiado alto, haciendo que mis mejillas se pongan rojas como un tomate. Pongo mi mano en mi estómago, pero eso no evita el vergonzoso ruido.
Ambos se ríen de mí y me avergüenzo más. Emanuel se sienta ejunto a mí y me da la mitad de su sándwich. "Toma".
"Ya me compraste el café, no me puedo comer tu comida. Iré a buscar algo...", insisto.
"No. Tómalo, yo puedo buscar otro si me quedo con hambre. Quedé bastante satisfecho en el desayuno", sonríe empujando la comida hacia mi mano.
Sonrío y tomo la comida. Sé que está mintiendo, pero es bonito que sea tan amable. Las palabras de su hermana vuelven a mi mente. Si Emanuel no habla con la gente, el hecho de que esté hablándome y siendo amable conmigo ya es una sorpresa. Según ella, él no tiene amigos. No quiero hacer que se retraiga de nuevo en su caparazón.
Charlamos, comemos y nos conocemos un poco más. Escucho historias sobre cómo crecieron. No debería sorprenderme que sean gemelos, pero me ha tomado completamente por sorpresa. Pensé que los gemelos debían ser parecidos, pero ellos son como el día y la noche. Sus personalidades y estilos son completamente diferentes.
Cuando terminamos de comer, menciono que quiero empezar a hacer los deberes, y ellos preguntan si podemos hacerlos juntos. Acepto hacer el trabajo juntos siempre y cuando él realmente lo haga y no me pida todas las respuestas. Gran parte del trabajo es de opiniones, así que no podría hacerlo. Emanuela desplaza su dedo por su teléfono.
Tres cuartos del camino a través de la tarea, recibo una llamada de Cirino. "Un segundo, chicos".
Contesto al tercer timbre. "¿Hola?"
"¡Hola, Triana! ¿Qué estás haciendo? ¡Estoy aburrido!" dice Cirino.
"No mucho. Estoy haciendo los deberes en Vegas con amigos. ¿Y tú?"
"¡Diosa mía! Estoy tan aburrido. Alpidio está afuera y no sé qué hacer conmigo. No puedo molestarlo porque sigue en ese vuelo con Gonzalo. Pero... ¡puedo molestarte a ti! Quiero ir, ¿puedo? ¡Por favor!", insiste hasta que finalmente cedo. Ignoro el comentario de 'diosa mía'. ¿Tal vez es algo de gays? No sé. También me parece un poco extraño que Alpidio esté con Gonzalo. No sabía que trabajaban juntos.
"Bueno, puedes venir".
"¡Sí! Llego en 15".
"Adiós, Cirino", me río y luego cuelgo. Miro hacia arriba y veo a Emanuel con una expresión ansiosa. Abre la boca para decir algo, pero la cierra nuevamente. Piensa unos segundos hasta que se decide. "Nos tenemos que ir. Tenemos un asunto familiar. No podemos llegar tarde".
Emanuel guarda apresuradamente su computadora en el bolso y se levanta bruscamente.
"Eh...", comienzo a decir, pero ya le está haciendo señas a Emanuela para que también se levante. Ambos recogen los restos.
"¿Seguro que tienes que irte? Puedo llamar a Cirino si te sientes incómodo..."
"¡No! Está bien. De todos modos, tenemos que irnos. Me acordé por su llamada. Nos vemos en clase, Triana". Emanuel saluda con la mano y sale sin siquiera darse vuelta.
"Seguro que nos veremos por ahí. Chau". Emanuela me saluda con dos dedos y sale de Vegas casi corriendo para alcanzar a su hermano.
Vaya, eso sí que fue abrupto.