Capítulo 9
1414palabras
2023-07-17 11:47
¡Biiiip! ¡Biiiip!
"¡Sí! ¡Dame un minuto!", farfullo, como si pudiera escucharme desde el auto cuando, en realidad, todavía estoy en casa. Recorro la habitación a toda prisa, me echo perfume y agarro mis cosas mientras él toca la bocina. Hace solo dos minutos que llegó y no ha dejado de tocar el claxon.
"Cariño, tu amigo está aquí", grita mi mamá desde la cocina como si yo no lo supiera. Bajo las escaleras, me despido rápidamente de ella y voy hacia la puerta.

"¡Espera! Triana, ¿algún día conoceré a tu amigo?".
Exhalo un suspiro mientras le doy un rápido abrazo. "Algún día. Ahora tengo que irme. Ha venido a recogerme con un atraso de diez minutos", digo atropelladamente. Les grito 'te amo' a mi madre y a Emilia y me dirijo a la puerta principal. Corro hacia el auto de Cirino y tiro de la manija, pero la puerta del pasajero permanece cerrada. Vuelvo a jalarla, pero él no le quita el seguro. "Cirino", digo mientras toco la ventana para llamar su atención. Entonces baja la ventanilla y me mira de arriba abajo.
Finalmente abre la puerta del lado del conductor y le da la vuelta al auto al tiempo que murmura algunas incoherencias. ¿Qué diablos está haciendo? Llegaremos tarde.
"Cirino, tenemos que irnos. No quiero hacerlos esperar", digo. Cuando por fin se acerca lo suficiente para que pueda oírlo, está salmodiando 'no' una y otra vez. Frunzo el ceño y levanto las manos. "¿No qué?".
Se vuelve hacia mí con las manos levantadas y señala mi ropa. "Con esa vestimenta, no. ¿Estás bromeando? ¿En jean y camiseta? De ninguna manera irás a cenar vestida así. Ve a cambiarte".
Miro mi ropa, un poco ofendida por la obvia disconformidad de Cirino. Sé que mi indumentaria no es nada lujosa, pero pensé que solo íbamos a cenar. Él lee la tristeza en mi semblante y se le suaviza la expresión de inmediato. "Triana, no quise ofenderte. Es solo que... ¿Realmente quieres ir vestida así a una cita doble?".

Cuando dice eso, me siento trastornada y el corazón comienza a latirme de modo intermitente. De ninguna manera... Esto no es una cita... Me muerdo fuerte el labio mientras me descontrolo, pensando en cómo será esta noche. En todas las posibilidades que visualizo termino avergonzada.
"Triana, cálmate. No tienes de qué preocuparte. Es una cita doble para que no te pongas muy nerviosa. Estaré allí todo el tiempo. Si te sientes incómoda o en algún momento quieres irte, inventamos una excusa y nos vamos... ¿De acuerdo?".
Sus palabras me calman un poco. No me malinterpreten, mi corazón continúa latiendo de manera violenta, pero en el fondo sé que Cirino realmente se importa conmigo.
"Entremos y escojamos una ropa sexi que haga a Gonzalo v*nirse en los pantalones cuando te vea".

"¡Cirino!", digo al tiempo que me sonrojo intensamente y lo golpeo en el hombro con mi bolso. "¡Oh! Aún no has superado tus problemas de ira, ¿verdad?". Sonríe y se sujeta el hombro, como si le hubiera causado una lesión. Con los ojos en blanco, entro por la puerta principal, que mi mamá todavía no ha cerrado.
"Cariño, ¿está todo bien?", me pregunta. Luego, al ver a Cirino a mi lado, se paraliza. Ella no esperaba que yo fuera amiga de un chico tan sexi, pero ..., un momento. Definitivamente, debe de estar confundida en relación con el lugar donde hago amistad con varones. "Oh, ¿este es Cirino?". Mi mamá me sonríe y lo mira, y él dice que sí con la cabeza.
"¿Qué tal?, señora Ortega. Escuche, me encantaría quedarme y conversar, pero tenemos que resolver lo de este atuendo ahora, y ya estamos atrasados. Tenemos que darnos prisa", dice mientras sube las escaleras. Voy tras él para que no esté en mi habitación sin mí. ¿Quién sabe qué problema pueda causar? "Nada de chicos a puerta cerrada", grita mi mamá.
"Soy gay, Sra. Ortega", vocifera Cirino. Me tapo la cara con las manos. No puedo creer que le haya dicho eso a mi mamá. La oigo riéndose allá abajo, lo que significa que él le parece divertido. Gracias a Dios.
Cuando llegamos a la parte superior de las escaleras, guío a Cirino por el pasillo hasta llegar a mi habitación. Ni corto ni perezoso, abre la puerta de mi armario y comienza a mirar mi ropa como si fuera un loco. "No, no. No ...", dice más para sí mismo que para mí. Por último, encuentra un vestido castaño oscuro, de encaje, que lleva años guardado. Para ser sincera, solo me acordé de él ahora que Cirino lo sacó. "Toma, ponte esto", dice al paso que me tira el vestido, que logro atrapar antes de que caiga al suelo.
“Cirino, no puedo ponerme esto. La última vez que lo usé fue cuando estaba en décimo grado, antes de la pubertad. No puedo...".
"Tic, tac, tic, tac", repite una y otra vez. Me estresa tanto con eso que me apresuro a ir al baño a cambiarme. Me miro en el espejo y sonrío. Me veo bien, aunque no es algo que usaría normalmente. Tal vez deba volver a ponerme el jean y decirle a Cirino que no...
Este me saca de mi reflexión cuando golpea la puerta del baño. "Sal, Triana. Sé que estás vestida". Abro despacio y salgo, mirando el piso y moviendo los dedos con impaciencia. Él levanta las cejas y muestra una amplia sonrisa. "Sabía que había un cuerpo sexi debajo de todas esas cubiertas que usas. Toma, ponte estos zapatos y estaremos listos para ponernos en camino".
Opto por ignorar su comentario sobre mi cuerpo y rápidamente me pongo los zapatos de color beis con correa. Vuelvo a darme un vistazo en el espejo, bajo las escaleras y paso junto a mi madre, quien también ha puesto una expresión de asombro a causa de mi vestido. Vuelve a sonreírme de manera inquietante, me dice que me divierta y que no tenga prisa por llegar a casa. Emilia me da un abrazo rápido, me dice que me veo bonita y luego se esconde detrás de mi mamá cuando ve a Cirino. Otro día los presentaré a los dos de manera adecuada.
Hacemos el trayecto al restaurante en solo cinco minutos y, antes de que dé en ello, Cirino estaciona el auto. Es ahí cuando los nervios me atacan. Abro la puerta del auto y, con desasosiego, me desplazo en dirección a la puerta principal del restaurante. Cirino me sonríe y dice: "No te pongas nerviosa, Triana. Vas a deslumbrar a Gonzalo".
No le creo ni por un segundo, pero sus palabras me dan el pequeño estímulo que necesito para respirar hondo y seguirlo hasta el restaurante. Pasa junto a la recepcionista y se dirige a la parte trasera. Voy tras él porque parece que sabe dónde va. Efectivamente, me lleva donde están Gonzalo y Alpidio, quienes dejan de hablar cuando oyen nuestros pasos.
Gonzalo se ve guapísimo con el cabello peinado de manera impecable. Tiene puesta una camisa azul oscuro de mangas largas, arremangadas, a juego con un pantalón negro. Tiene un Rolex negro y plateado, lo que me pone un poco nerviosa. Ya sabía que tiene un auto lujoso, pero el reloj me indica que tiene más dinero de lo que yo había pensado. ¿Me tratará de manera diferente cuando se dé cuenta de que no tengo dinero?
Se pone de pie para saludarme y se me corta la respiración por un momento a causa de la manera en que mira, de arriba abajo. Siento que me está examinando a fondo. Normalmente, una acción como esta me molestaría y me haría sentir más que incómoda, pero con Gonzalo, me resulta... sexi.
"¡Dios mío!", dice entre dientes, y se aclara la garganta. "Triana, te ves absolutamente hermosa". Le sonrío con timidez y me acomodo el cabello detrás de la oreja mientras bajo ligeramente la cabeza, pero él la levanta con los dedos, algo que ha hecho bastante en los últimos días. "Tú también. Es decir, te ves... Eh, muy guapo", consigo decirle a duras penas. ¡Qué torpeza la mía!
Se ríe jovialmente, se inclina un poco para entrar al reservado y me indica que me siente a su lado. Miro a Cirino con los ojos abiertos como platos, y me tranquiliza con una sonrisa. Me siento al lado de Gonzalo y me voy adaptando hasta sentirme cómoda mientras él se divierte mirándome. No sé qué estoy haciendo que a él le parece divertido.