Capítulo 6
1741palabras
2023-07-17 10:49
Los cuatro hablamos durante dos horas en Vegas. Nos reímos y pude conocer un poco más a Cirino, así como su lado bromista. Obviamente, era un tipo embromador y les ha hecho algunas bromas pesadas (según las propias palabras de él). Cuando saqué mi teléfono, me di cuenta de que, además de los cinco mensajes de texto que tenía, había perdido dos llamadas de mi mamá. "Mi*rda", murmuré.
"¿Qué pasa?", pregunta Gonzalo de inmediato.
"Oh, mi mamá ha estado tratando de comunicarse conmigo. Un momento", digo mientras me pongo de pie en el rincón para no interrumpir la conversación. Cirino sigue riéndose de una chanza que se ha gastado con Alpidio, a quien le tiña el cabello de rosa mientras duerme.
Le deuelvo la llamada a mi mamá, y contesta inmediatamente. "¿Triana?".
"Oye, mamá. Discúlpame por no haberte respondido. Estoy en Vegas con...".
“Triana, ¿dónde estás? Te he estado llamando, hace horas que tu clase terminó. Ya deberías estar de vuelta".
"Mamá, como dije, estoy en Vegas con algunas amistades que hice".
La siento suspirar. "Está bien, no me lo dijiste y me preocupé. Tengo que irme al trabajo dentro de una hora, así que, debes cuidar a Emilia. ¿Puedes regresar ya, por favor?".
“Mi*rda. Había olvidado que trabajabas hoy. Sí, voy para allá ahora. Disculpa".
"Está bien, cariño. Me alegro de que estés conociendo gente nueva. No dejes de decirme quién se estará ocupando de Emilia, ¿de acuerdo?".
"Así lo haré". Aunque sé que no me ve, asiento con la cabeza. "Te quiero".
"Yo también, cariño".
Después de colgar, voy lentamente hacia nuestra mesa. Gonzalo me está mirando otra vez. Siento que no ha hecho otra cosa desde que llegué. No es que me importe, porque he hecho lo mismo con él, pero, al menos yo tengo una razón para mirarlo fijamente. Es la persona más atractiva que existe, estrictamente hablando. Todas las chicas de la cafetería, y algunos de los chicos, lo han estado observando. Él llama la atención y yo no paso de una pequeña chica tímida con una pinta común y corriente. No tengo nada de especial.
"Hey. Tengo que irme a casa ya", digo mientras agarro mi mochila, que está en el suelo, y me la pongo en el hombro. "Gracias de nuevo por invitarme, Cirino. La pasé muy bien. Alpidio y Gonzalo, fue un placer conocerlos", digo mientras asiento con la cabeza a ambos. Saludo con timidez a Gonzalo y, cuando voy a salir, siento que me toma por la mano y, sin soltarla, me pregunta en qué voy para casa.
"Oh, vivo cerca, así que, iré a pie", le digo. "Eso es un disparate, te llevaré", dice mientras se levanta y recoge la taza de café, que aún no ha botado.
"No es necesario, de veras. No tengo que caminar mucho. ¿En qué se van Cirino y Alpidio?".
"Voy a llevarte, fin de la discusión. Los recogeré a ellos cuando regrese", dice, casi como si fuera una orden.
"Pero ¿y si no quieren esperar...".
"Triana", dice mirándome directamente a los ojos. Lleva la mano a mi mejilla y la recorre ligeramente con el pulgar, y mi cuerpo vuelve a estremecerse.
"Está bien", digo. Bueno, no pensé que la voz me saldría tan entrecortada, pero me he percatado de que Gonzalo es quien tiene el control, no yo. Me muestra una amplia sonrisa cuando ve que concuerdo, y me pone la mano en la parte baja de la espalda.
"Nos vemos dentro de poco", dice a Alpidio y Cirino, y yo los saludo tímidamente.
"Adiós, Tria. Ahora tendré a Alpidio solo para mí", dice Cirino al tiempo que salta al regazo de Alpidio y este suelta un ¡Uf! Me voy de Vegas riéndome y con Gonzalo frotándome la espalda para calmarme el frío. Sin embargo, con él a mi lado, apenas siento la frialdad. Mientras nos dirigimos al estacionamiento, pido en silencio que él no tenga una motocicleta. Esas cosas son muy peligrosas. Me emocionaría montar una, pero no creo que quiera hacerlo en este preciso momento.
Se mete la mano en el bolsillo, saca un juego de llaves, hace clic en un botón y abre un Tesla de color negro mate. ¡Guau!, se ve que es caro. Gracias a Dios es un auto.
Gonzalo deja escapar un gruñido bajo y enseguida me doy cuenta de que está tratando de contener la risa. "¿Qué es lo que te da tanta gracia?", pregunto. No he hecho nada vergonzoso, ¿verdad? ¿Tengo algo en la cara?
"Eres lindo. ¿Qué otra cosa podría manejar yo?".
Oh, no. Digo eso en voz alta. Di algo rápido, Triana. "¡Oh! Eh, solo quise decir que me alegro de que no sea una motocicleta. Tienes pinta de motociclista. Bueno, no es exactamente así, pero eres musculoso, alto y atractivo, así que, no me sorprendería que tuvieras una moto, eso es todo", digo suspirando. Vaya, estoy divagando. Esto lo hago cuando me pongo nerviosa. Digo cosas estúpidas que no debería exteriorizar. Pero ahora él sabe que me parece atractivo. Bueno, por supuesto, él debe de saber eso. Él se mira al espejo.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Genial, ahora me ve como un bicho raro. No obstante, lo que dice a continuación me deja sin aliento. "Eres encantadora. Y las motocicletas son trampas mortales, nunca te dejaría andar en una".
Y… me quedo sin palabras. ¿Qué responder a eso? Él se limita a sonreír, dejando ver su impecable dentadura nacarada. Juro que casi me desmayo. Me lleva hasta el lado del asiento del pasajero y me abre la puerta. Le agradezco con cortedad, ya que mi confianza se ha desvanecido desde que me halagó. Debe de haber estado bromeando.
Hicimos el trayecto a casa en un cómodo silencio. Yo era la única que hablaba. Llegamos a los pocos minutos y le agradecí el aventón. Le sonreí y abrí la puerta del auto para salir. Él abrió la otra puerta y se me acercó. "Eh... ¿Qué haces?". Me reí con nerviosismo.
"No te preocupes, amor. No voy a demorarme. Solo quiero acompañarte hasta la puerta".
¡Amor! Me acaba de llamar amor. Estoy embelesada. Tengo la certeza de que las mejillas se me han vuelto a poner radiantes, y a sonrosarse. Bajo la vista, en un intento de ocultar mi vergüenza, pero, al igual que en la cafetería, él no me deja hacerlo. Me toma las mejillas con ambas manos para que lo mire de frente. "No te me escondas. No te sientas avergonzada conmigo", dice. No puedo creer que estoy dejando que me toque así. Me sentí muy incómoda cuando Thiago me puso la mano en el hombro. Sin embargo, ahora que él me ha cogido de la mano y me ha puesto la cabeza en sus manos, no me molesta. En realidad, es todo lo contrario, me hace sentir... bien.
"¿Por qué me siento así cuando estoy cerca de ti?", digo en voz alta sin querer. Acto seguido, me arrepiento de habérselo dicho. Probablemente lo asusté. Eres una estúpida, Triana. Piensa antes de hablar.
"Entonces, ¿tú también sientes eso?", responde, y mi corazón se detiene por un momento. ¿Quiere decir que él siente lo mismo que yo? ¿Siente esta loca atracción, esta fuerza que nos une? Es una locura, porque lo acabo de conocer. Fue hace dos horas, y ya siento que lo conozco desde siempre.
Justo cuando estoy a punto de preguntarle sobre eso, la puerta se abre y sale mi madre vestida de azafata. "Aquí estás. ¡Oh!", dice mi mamá cuando repara en Gonzalo. Entonces me percato de nuestra postura. Estamos extremadamente cerca, y él tiene las manos en mis mejillas. Puede dar la impresión de que va a besarme. Me suelto de su agarre y me aclaro la garganta mientras siento que me ruborizo.
"Hola, mamá. Eh, este es Gonzalo", le digo en un susurro. "¡Qué bien! Gonzalo, es un placer conocerte. ¿Eres compañero de escuela de Triana?", le dice mi mamá.
"No, señora. Me gradué el año pasado, pero soy amigo de uno de sus compañeros de clase", dice. ¿Ya se graduó? ¿Cuántos años tendrá? Ahora que lo miro, veo que parece mayor que yo. Pero no debe de tener más de veintitrés años. Eso espero.
“Oh, bien. ¡Qué bueno! ¿Qué estu...?". Mi mamá fue interrumpida por un grito de mi hermana. "¡Triana! Llegaste", dice al paso que sale corriendo y salta sobre mi pecho. Si no la hubiera atrapado, no hay duda de me habría derribado como un bolo.
"¡Hola, Emilia! ¿Cómo estás? ¿Tuviste un buen día?".
“Tuve el mejor día de mi vida. Hoy en la guardería hicimos...". Emilia deja de hablar cuando ve a Gonzalo parado a mi lado. Percibo el momento exacto en que se fija en él porque abre los ojos como platos y me abraza más fuerte. Puede ser un poco tímida con la gente nueva, pero irradia alegría cuando llega a conocerte. "Tria, ¿quién es ese hombretón?", musita, pero como tiene seis años, su susurro no le sale muy bien y se oye como una voz áspera.
“Emilia, este es mi nuevo amigo, Gonzalo”, le digo. “Es agradable. Puedes hablar con él". Aún en mis brazos, se vuelve hacia él. "Hola, Gonzalo", dice con un poco de timidez, pero, aun así, es un buen comienzo, porque ha hablado con él. "Hola, Emilia. Encantado de conocerte. Me gusta tu atuendo", dice él, y ella se ríe. "¡Gracias! Mami le compró a María esta falda de colores alegres".
"Bueno, te queda muy bien, te ves encantadora", dice. Sé que no debo molestarme, pero unas cuantas veces en el café él me dijo que me veía encantadora. ¿Lo hizo de la misma manera que lo acaba de hacer con Emilia? ¿Como si yo fuera una niña pequeña cohibida con la que siente que necesita ser amable?
Mientras habla con Emilia, me vuelvo para mirar a mi madre, que continúa parada en la puerta mirándonos, a los tres. Dice '¡Es lindo!', y exclamo 'Mamá' con los ojos bien abiertos y con la esperanza de que no me abochorne. Empero, lamentablemente, no debería preocuparme porque ella pueda avergonzarme.
"Gonzalo", dice Emilia ganando más confianza. Él tararea, en espera de oír lo que ella le va a decir.
"¿Estás saliendo con Triana?".
Casi me ahogo cuando la oigo preguntarle eso. Miro a Gonzalo y, cuando estoy a punto de decirle que no tiene que quedarse y responder las preguntas de Emilia, dice: "Espero hacerlo algún día".