Capítulo 5
1919palabras
2023-07-17 10:04
Tan pronto como llegamos a Vegas, el maravilloso aroma de los granos de café flota en el aire. De manera subconsciente, cierro los ojos para percibir mejor el olor. Este lugar huele a paraíso. Cirino y yo caminamos hasta el mostrador, y en lo que esperamos al empleado que tal vez esté en la parte trasera del establecimiento, me dice que su novio y su amigo están sentados al otro lado de la cafetería.
Giro la cabeza hacia donde está señalando Cirino y me fijo en el hombre más atractivo que jamás he visto en mi vida, tiene el cabello sedoso y negro o, más bien, creo que es castaño oscuro. Además, tiene unos ojos encantadores de un hermoso azul grisáceo. ¡Juro que podría mirarlo durante horas sin que me canse! ¿Estaré loca por pensar así? ¡Y ni qué hablar de su cuerpo! Aunque está sentado, es evidente que es muy robusto, sus brazos son demasiado musculosos y probablemente sean más grandes que mis muslos. Tiene bíceps, tríceps, ¡y todos los «ceps» que te puedas imaginar!
Ahora, este hombre, cuyo nombre ni siquiera sé, me observa con una intensidad que nunca antes había sentido, por lo que me sonrojo y miro al suelo. En una situación como esta, hasta mis calzados me resultan interesantes. ¡Ah, vaya! Mi zapato derecho está algo sucio, debería limpiarlo cuando llegue a casa.

Cirino interrumpe mis pensamientos al palmearme el brazo. "¿Sí?", le digo mientras levanto la cabeza para ver qué quiere. Él se ríe y me pregunta: "¿No vas a ordenar?". Es en este momento que me percato de que el empleado ya ha llegado al mostrador, así que alzo la vista y veo que se trata de Thiago, un chico que fue mi compañero de clases en la preparatoria y que entrené durante algunos meses en la cafetería. "¡Hola, Triana! ¡Me da mucho gusto volver a verte! ¿Cómo te va en la universidad? Extraño coincidir contigo en turnos", Thiago comenta con su típica sonrisa encantadora que suele derretir a las jovencitas, sin embargo, hoy descubrí que no necesito a un chico, sino a un hombre… Ay, dios mío, ¿de dónde vienen estos pensamientos?
"¡Hola, Thiago! Me va muy bien en la uni. ¿Y tú, cómo has estado?", respondo, ignorando lo que dijo sobre extrañarme. "¡Excelente! Acabo de inscribirme en el casting de futbolistas, espero quedar en el equipo". Recuerdo que Thiago jugaba al fútbol en la preparatoria. En cambio, yo nunca fui a ningún juego, era la típica chica que se quedaba a estudiar en casa o, mejor dicho, usaba eso como pretexto para ser asocial. Si bien sigo siendo introvertida, trato de salir de mi zona de confort.
"Me alegra, te deseo buena suerte", le manifiesto sin saber qué debería decirle en una situación como esta. Apenas lo conozco y está entablando una conversación conmigo, supongo que solo trata de ser amable. "Me gustaría pedir un latte de vainilla para mí y un macchiato de caramelo para él", señalo a Cirino al indicar lo último. "¡Ah! Por cierto, ¿tienen pasteles de arándano?", inquiero, mordiéndome el labio con ilusión. "Lo lamento, no tenemos ninguno en estos momentos, pero puedo comenzar a preparar un lote ahora mismo", replica Thiago.
Me volteo hacia atrás y noto que se empieza a formar una fila. "No te preocupes, está bien. Solo pediremos las bebidas. ¿Cuánto es en total?", pregunto.
"¡Va por cuenta de la casa!", Thiago me dedica una sonrisa, y justo cuando estoy a punto de decirle que no debería hacer eso en la cafetería Vegas, escucho un gruñido profundo que resuena en todo el establecimiento. Me sobresalto y examino mi alrededor en busca del origen del sonido, pero en lugar de encontrar un oso pardo, solo veo a un sujeto con un aspecto extremadamente gruñón… Si bien no me sé su nombre, es el hombre atractivo de hace rato, y deseo con toda mi alma que no sea el novio de Cirino. Enfrente de «Malhumorado» está un chico de cabello rubio dorado y ojos marrones que lo iguala en tamaño y apariencia. Ni siquiera me percaté de su presencia la primera vez.
"¡¿Qué diablos fue eso?!", le pregunto a Cirino, alarmada por aquel sonido tan extraño y salvaje. "Em… Creo que fue una motocicleta que iba de paso, o algo por el estilo", responde. A pesar de que no me pareció que fue el ruido de una moto, tampoco le encuentro otra explicación, ya que no veo a ningún animal en el lugar. "Listo, Tria, vamos a sentarnos".

Cirino agarra los cafés y me lleva a la mesa donde están sentados los otros chicos. Me río por el apodo que acaba de utilizar, pues Emilia suele llamarme así. Tal vez se lleven bien, ambos actúan como niños de seis años.
A medida que nos acercamos a la mesa, me voy poniendo cada vez más nerviosa. Esto me pasa por no haber socializado lo suficiente durante la preparatoria. ¿Qué va a pasar si no sé qué decir? ¿Qué haré si no les agrado o creen que soy rara? Ahora que lo pienso, como los dos hombres están sentados uno enfrente del otro, significa que tendré que sentarme al lado de uno de ellos y no con Cirino. Esto solo me inquieta más.
Una vez que llegamos a la mesa, ambos se levantan para saludarnos y… ¡Madre mía! ¡Qué altos son! Solo mido 1.57 metros, Rubio debe medir alrededor de 1.88, y Malhumorado, aproximadamente 1.90. Tengo que alzar la cabeza para mirarlos directo a los ojos. De pronto, Cirino abraza a Rubio y lo besa de una manera bastante provocativa. Esbozo una ligera sonrisa, agradeciendo al cielo que Malhumorado no sea el novio de Cirino.
Dirijo la vista hacia Malhumorado y veo que me sonríe, casi como si supiera lo que estoy pensando. Abro los ojos como platos y bajo la mirada para enfocarme en mi café, agarro el vaso y me siento al lado de Malhumorado, mientras que los otros dos se acomodan frente a nosotros.

"Bueno, déjenme presentarlos… Ella es mi amiga, Triana, cursamos la misma clase de psicología. Él es Alpidio, mi novio…", Cirino señala a Rubio. "Y él es Gonzalo", mira hacia Malhumarado.
"Es un placer conocerte, Triana", Gonzalo dice. Tiene una voz profunda y gentil que combina a la perfección con su apariencia física. Se me corta la respiración, y cuando extiende la mano hacia mí, la estrecho con la mía. Justo en este instante, siento algo parecido a unas chispas, ni siquiera sé cómo explicarlo, pero es como una serie de hormigueos que se extiende desde mi brazo, recorre todo mi interior y aterriza en una parte de mi cuerpo que me da vergüenza mencionar.
Me veo en la necesidad de tragar saliva, me aclaro la garganta para disimular mi incomodidad y respondo antes de dejar que pase demasiado tiempo: "Igualmente, Gonzalo". Debo admitir que tenía muchas ganas de pronunciar su nombre, me daba curiosidad cómo iba a sonar si lo decía. ¡Y a decir verdad, me encanta cómo suena! Ambos continuamos observándonos por unos segundos hasta que Cirino grita: "Uy, parece que se caen muy bien. ¡Es un buen comienzo!".
Su comentario me devuelve a la realidad, por lo que de inmediato aparto la mano de Gonzalo, casi como si me quemara. Entonces, Gonzalo mira a Cirino y gruñe algo en voz baja que me suena a: «Te voy a matar».
Aunque trato de reprimir mi risa, de alguna manera se me escapa, y Gonzalo me contempla con un semblante que no soy capaz de definir. ¿Le habrá sorprendido que me hayan parecido graciosas sus acciones? No estoy segura, pues no soy muy buena detectando las emociones de la gente. Justo cuando parece que Gonzalo está a punto de preguntarme algo, siento una mano en el hombro, así que me giro y veo a Thiago con una bandeja de pasteles de arándano. Huelen increíble y sale vapor por la parte superior, por lo que presumo que los acaba de preparar.
"Es para ti", Thiago anuncia mientras me mira fijamente. Como aún tiene la mano en mi hombro, me siento un poco incómoda y me acerco de forma inconsciente a Gonzalo. "Gracias", le susurro a Thiago y evito contacto visual con la esperanza de que se vaya, no obstante, me pregunta si puede ayudarme en algo más, y mi intuición me dice que no solo se refiere al servicio de la cafetería.
"Más te vale que quites tu mano de Triana antes de que te obligue a hacerlo", Gonzalo amenaza, a lo que Thiago se asusta y aparta la mano de inmediato. A mí también me habría dado miedo si Gonzalo me hubiera mirado con la mandíbula y los dedos apretados como si estuviera listo para golpearme. Thiago se despide de mí con un susurro y regresa al mostrador.
Me giro hacia Gonzalo y veo que todavía mira a Thiago con enfado y rabia. No entiendo por qué está enojado. Nos acabamos de conocer y Thiago no me hizo nada. Si bien me causó un poco de incomodidad, ¡solo me puso la mano en el hombro!
Gonzalo respira con dificultad y aprieta la mandíbula con tal fuerza que podría romperla. No sé la razón, pero, de manera instintiva, pongo mi mano sobre la suya y le dedico una sonrisa tímida con la esperanza de que se calme. Para mi sorpresa, eso parece funcionar, y Gonzalo me contempla con una intensidad que nunca había experimentado.
Retiro mi mano al darme cuenta de que Cirino y Alpidio acaban de presenciar toda la escena, ambos nos sonríen con complicidad. Como estoy demasiado avergonzada, escondo mi rostro con el cabello y bajo la cabeza. De pronto, siento dos dedos en mi barbilla que me impulsan a alzar la vista hacia Gonzalo, quien con su otra mano me aparta el cabello y lo coloca detrás de mi oreja. "No te escondas de mí, Triana. Te ves adorable cuando te sonrojas", Gonzalo comenta, haciendo que me ponga tan roja como un tomate. Se ríe de mi respuesta involuntaria y me suelta, a lo que yo me dispongo a beber mi café. No tardo en acabarme la mitad de la bebida, pues necesitaba entretenerme con algo.
"¿Qué pasa con ustedes? ¿Acaso se pusieron de acuerdo para avergonzarme o qué?", inquiero, medio en broma y medio en serio.
"¿Qué quieres decir?", Gonzalo pregunta con curiosidad. Cuando observo a Cirino, veo que empieza a reírse como si fuera el villano malvado de una película. Entonces, Gonzalo contempla a Cirino y se inclina hacia delante antes de gruñir: "¡¿Qué diablos le hiciste?!".
"Gonz, cálmate", dice Alpidio, y es la primera vez que lo escucho hablar. Debe ser un hombre de pocas palabras, y teniendo en cuenta con quién está saliendo, supongo que tiene sentido, ya que los polos opuestos se atraen.
"Ay, pero si no te hice nadaaa", Cirino se ríe. "¿Ah, sí?", pregunto con indignación. ¡Tiene que estar bromeando! "¡Hiciste que todos en la clase pensaran que te ataqué y no dejabas de gritar! ¡Luego, me arrojaste veinte bolígrafos en medio de la clase y todos me miraron de nuevo! ¡De seguro ahora piensan que estoy loca!", grito, y una vez que termino de desahogarme, me volteo hacia Alpidio e interrogo: "¿Cómo lo soportas?".
Alpidio esboza una amplia sonrisa y se voltea a contemplar a su novio. "Ya me acostumbré", responde antes de besar a Cirino en la sien, a lo que su pareja se acurruca a su costado y lo abraza. "Sé que me amas".
"Sí, y muchísimo".