Capítulo 55
1077palabras
2023-07-31 23:27
Mientras corremos hacia la casa me asalta una presentimiento que me hace helar la sangre: las lunas que habían desaparecido, el hecho de que nosotros fuéramos los únicos gemelos que habían nacido entre los lobos desde hacía más de trescientos años y que ella fuera humana, ratificaba la razón de mis alarmas.
No se necesitaban tantos dedos de frente para saber que esto los iba a atraer.
Esa maldita profecía se repite sin cesar en mi cabeza
"Cuando dos ríos se fundan en un solo mar"... él lo sabía, en su interior sabía lo que se avecinaba pero apesar de eso no tenia fuerzas para dejarla.
Por eso al llegar a casa le había pedido a su hermano que se la llevara, que la marcara.
Confiaba con su vida en que Daimon podría hacer las cosas mejor que él.
Él solo había tomado y tomado sin preguntar, sin esperar. La había forzado desde el primer día.
Deseaba aunque le estuviera partiendo el alma que su hermano borrara su marca. Que la hiciera tan feliz que ella ya no lo quisiera en su vida.
Luego de que ellos se fueron la fuerza lo abandono y cayó tras la puerta, dejó caer su cara entre las rodillas y oró para que ella pudiera ser feliz, los recuerdos de la primer vez que la tuvo, la brutalidad con que la habia poseído, la tarde que enterró sus colmillos en su vulnerable cuello, todos y cada uno de ellos le llegaron golpeándolo sin cesar, las lágrimas rodaron sin tregua hasta que el sol salió.
Ninguno en la casa se atrevió a levantarse a pesar de que habían sentido y oido su agonía.
Sin fuerza se dirigió hasta la regadera más cercana y el chorro helado apaciguó su sufrir. Al salir en el suelo encontró su ropa doblada.
Seguramente Samuel la había traído, ellos siempre siendo su soporte, su ayuda incondicional.
- Dániel, no te hagas esto! Ella ya te perdono, hazlo tú también! - Me llega su voz a través del enlace. - Sea lo que sea que halla pasado, ya haz pagado el error con creces. No sabotees tu felicidad con lo difícil que ha sido poder encontrarla. Te esperamos para desayunar, no tardes Alfa. - Me dice y paso mi mano limpiando las lágrimas que vuelven a surcar mi rostro.
No logro comer nada, el estómago está tan revuelto como mi corazón. A fuerza de insistir les recibo un jugo y me dirijo al río.
Me desnudo y lanzó la ropa en una bolsa a la otra orilla, nado un poco y salgo a organizarme. Me siento y trato aclarar mi mente.
Reviso mi reloj, pronto será medio día.
Si ellos no llegan en quince minutos, dejaré la manada y me iré. Estoy seguro de que Daimon podrá dirigirlos con el apoyo de Frank y de Samuel.
Pero ellos llegan incluso antes de la hora señalada.
Los veo y quisiera soltar la carga que siento.
Se ven felices.
Él la trae cargada, la cuida. No esperaba menos siendo honesto, pero apenas la baja ella corre a mis brazos me busca como si le hiciera falta para sentirse completa.
Quiero tirarme a sus pies y rogarle que acabe este suplicio pero no tengo derecho a arruinarles la felicidad que tienen.
- Te faltaron horas de sueño mi pequeña - Le digo mirando ese rostro que idolatro.
- Bueno, por tu cara parece ser que tú tampoco dormiste mucho ¿No? - Me dice Daimon y gruñó para que se calle, no quiero que ella se valla a preocupar por eso.
No puedo evitar mirar su marca, esta fresca pero no se ve rastro de sangre, paso suavemente mis dedos por la mía y ella tiembla a mi contacto.
- Esta hermosa! Parece una luna en nuestra Luna! Ahora tendremos quien ilumine nuestro camino. - Le digo, y mis besos cubren los lugares donde las lágrimas rodaron el día que la traje del hotel.
- Creo que esta bien que la lleves contigo unos días más, yo me encargaré de la construcción de la casa y así tendrán más tiempo para que se puedan conocer. - Les digo emprendiendo el camino hacia el sendero.
- No Dániel! Yo no quiero estar lejos de ti, yo los necesito a los dos! No me alejes por favor! - Me dice agarrando mi camiseta tratando de evitar que avance.
- Eso no es necesario, la construcción la podemos supervisar los dos, si unimos los hombres de los tres territorios a más tardar en una semana estará lista. Si deseas yo no la vuelvo a tocar hasta que ovule! Haremos las cosas como tu indiques yo voy a obedecer! - Me dice Daimon sin saber que no son los celos los que impulsan mi petición sino la culpabilidad por las profundas heridas que le he causado a la mujer que amo.
Escucho sus sollozos y me giro a tomar su cara en mis manos
- De acuerdo, no llores por favor, no quiero que vuelvas a hacerlo y menos por mi causa. ¿Quieres que vivamos juntos desde ahora mi pequeña? Así lo haremos entonces. - Le digo besando sus labios, esos labios que se han vuelto mi necesidad.
- Si, eso es lo que quiero. No quiero tener que decidir entre uno y otro. Quiero que estemos juntos, despertar sin tener que extrañar a ninguno. - Me dice mientras limpio las lágrimas que lograron escapar.
- No Daimon, no te estoy pidiendo que dejes de tocarla, eso no me molesta, puedes estar seguro. Nada que le de la felicidad que ella merece podría incomodarme. Ahora vamos, no hagamos esperar mas al resto! Les digo finalizando la conversación y tomando la mano que ella me ofrece.
Sumadas las tres manadas somos más de doscientas personas, pero Daimon hace que la presentación de ella y la mía sea fácil.
Para algunos es difícil entender que vallamos a compartir mando y compañera, pero esos han sido los designios de la diosa.
A lo lejos logro ver a Joseph y su familia, pero no profundizare más en ese tema. Ya no me interesa cual fuera la razón que los uniera a mi hermano.
Mi mente tiene una preocupación mucho mayor en la cual debo enfocar toda mi energía y concentración.
Puede que me sea imposible alejarme de ella, pero cuidarla si esta en mis manos y si debemos levantar una muralla para que nadie se acerque a lastimarla lo hare!