Capítulo 41
807palabras
2023-06-28 18:44
Ella se retorció sobre sí misma cuando el pasó sus dedos por encima de sus braguitas, acariciando el monte de venus por encima de éstas y deslizándose hasta su clítoris. Aunque ella se había masturbado anteriormente, nada tenía que ver una sensación con la otra, los dedos de su amigo provocaban chispas que avivaban su deseo, su cuerpo reclamaba el de Eros desesperadamente.
Él seguía acariciándola suavemente cuando ella empezó a desabrocharle los pantalones, dejándolo solo en boxers.
Eros se tumbó encima de ella, entre sus piernas, y apretando su duro sexo contra el de ella la besó con pasión. Ellie metió entonces una mano dentro del boxer y jadeó cuando notó su pene duro en su mano. Lo acarició con suavidad, pero con firmeza, y cuando llegó al glande mojado con líquido pre seminal, volvió a bajar para repetir sus movimientos. Eros jadeó y mordió el labio de Ellie, mandándole un relámpago de placer directamente a sus genitales y haciéndola gemir. Metió entonces la mano dentro de las bragas y con sus dedos jugó con el clítoris, notando como se mojaba cada vez más. Entonces introdujo un dedo en Ellie, que gimió en la oreja de Eros, arrancándole a su vez un jadeo a él.

Él no aguantaba más, y sabía que ella estaba preparada, así que con delicadeza le quitó las braguitas, se quitó el boxer y mirándola a los ojos le dijo:
"Voy a ir poco a poco, y tu mandas". Ellie asintió y se dieron un dulce beso al mismo tiempo que Eros empezó a penetrar con cuidado a Ellie.
Notó un pequeño dolor en el bajo vientre, pero se le pasó rápidamente. Cuando Eros ya había acomodado su miembro dentro de Ellie, empezó a moverse con delicadeza. Los movimientos eran suaves y estaban acompañados de caricias y besos.
Cada beso dejaba en la piel de Ellie una sensación de corriente eléctrica, que la erizaba por completo y la hacía suspirar. Pronto él empezó a acelerar el ritmo vigilando no hacer daño a Ellie, pero ella parecía no estar sufriendo en absoluto.
Arqueando un poco su cuerpo, pero sin perder la penetración, Eros hizo espacio para poder acariciar con sus dedos el clítoris de Ellie, provocando que ella empezara a jadear rápidamente y excitando mucho más a Eros, que ya estaba al borde del orgasmo. Aumentó el ritmo de la penetración y de sus caricias y sus ojos se tornaron oscuros antes de abocarse a un intenso orgasmo que mezcló sus jadeos con los de Ellie.
Eros aguantó un poco más sus caricias hasta que notó como el cuerpo de Ellie se retorcía, ponía los ojos en blanco, jadeaba y se abocaba irrefrenablemente a su orgasmo.

Ambos se fundieron en un largo y tierno beso antes de que Eros se apartase de encima de Ellie, y se quedaron tumbados en la cama con la respiración acelerada.
“¿Estás bien?” le susurró Eros a Ellie, a lo que ella asintió. Recogieron su ropa interior en silencio y se acostaron de nuevo en la cama. Ellie se acostó sobre el pecho de Eros, que la abrazaba mientras le acariciaba con la yema de los dedos el brazo, provocando que ella se ruborizara entera. Ellie estaba exhausta, había sido un día largo y las emociones que la habían golpeado en las últimas horas le estaban pasando factura. Las suaves caricias de Eros junto con el cansancio provocaron que Ellie empezase a quedarse dormida.
Él se sentía pleno, como si el momento que llevaba esperando toda su vida acabase de tener lugar sin que él lo sospechara. Se giró para observar a Ellie, solo quería decirle lo mucho que ella significaba para él, pero se encontró a su amiga dormida. Sonriendo para sí mismo no pudo evitar pensar la suerte que tenía, porqué la persona en la que pensaba día y noche, quién quería que fuese su luna, yacía a su lado después de confesarle sus sentimientos por él. Admirando la belleza salvaje de Ellie, a la que la luna iluminaba su melena roja, le dio un beso en la frente y cerró los ojos también.
Ellie se despertó sobresaltada cuando la luz del sol le acarició la cara, no reconocía donde estaba. De repente oyó a Eros respirar profundamente y un torrente de emociones, recuerdos y sentimientos la invadieron.

Para su sorpresa, el temor y pesar que sentía al pensar en su futuro compañero, no estaban. En su lugar solo sentía tranquilidad y alivio, pues a pesar del tiempo que había pasado, Eros dijo que le seguía gustando, y el recuerdo de cada beso y caricia seguían grabados en su piel. De repente un pensamiento intrusivo la golpeó, habían pasado la noche juntos en la caseta, sin regresar a sus habitaciones a dormir, por lo que sus amigos bien podrían imaginarse el panorama.
Mierda, sus amigos… Elisa.