Capítulo 23
1157palabras
2023-05-05 13:37
No esperaba que se comportara de forma tan irracional. Me apresuré a proteger mi barriga y retrocedí hasta golpearme contra la mesa. Hailey la agarró del brazo para detenarla.
—No puedo creer las agallas que tienes. ¿Por qué no subes las escaleras e inventas una excusa y le mientes de nuevo? —le respondí con una mueca de asco. La mujer pareció volver a sus sentidos, me miró con enojo y subió las escaleras.
Una vez la amenaza se fue, me serví un vaso de agua tibia y lo bebí lentamente. Hailey se frotó las manos con nerviosismo.
—Señorita Clinton, me obligaron...
—No tienes que explicarme nada —le dije viéndola mordiéndose el labio con culpa. Honestamente no quería que me diera ninguna excusa, por su culpa mi matrimonio había terminado.
—¿Podría, por favor, pedirle al señor Christian que me tenga piedad? Mi sobrino tiene que facturas médicas que pagar y mi hermano perderá su trabajo —me pidió justo cuando abría la puerta de la cocina. Obviamente sabía que sería despedida, una familia como los Christian no dejarían que sus empleados fueran traicioneros. Su hermano pagaría las consecuencias porque también era un chofer de la familia principal.
—¿Acaso tuviste piedad cuando trataste de incriminarme? —le pregunté encarándola con la mirada. Ella abrió los ojos con asombro, no se esperaba que se lo preguntara tan directamente. Se quedó callada después de eso.
Subí las escaleras y volví a mi habitación. Cuando pasé por el segundo piso, vi que Madison seguía llamando a la puerta del estudio, llorando tanto que se le había arruinado el maquillaje.
Al día siguiente, no vi a Madison en todo el día y me comunicaron que a Hailey la habían removido de la casa. Me sorprendió lo rápido que había actuado Jayden. A pesar de que mi relación con Lucas no había mejorado, me contentaba con el hecho de que ahora finalmente podía dormir más tranquila.
Por la noche, después de ducharme, salí del baño y vi a Jayden en mi habitación. Estaba de pie junto a la ventana, con el cigarrillo entre los dedos y el humo subiendo en forma de espiral por su cuerpo. Al oírme abrir la puerta, apagó el cigarrillo y abrió la ventana.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le dije con confusión.
—Quiero pedirte tu opinión sobre Hailey —me preguntó con una mano en el bolsillo. Traté de entenderlo, pero me quedé en blanco. Quizás quería saber mi opinión porque yo había sido la afectada.
—Haz lo que quieras —le respondí mientras me sentaba en la cama y me secaba el cabello. Se me acercó lentamente y me quitó la toalla de las manos para hacerlo el mismo. A pesar de la intimidad del momento, me sentí incómoda.
—Entonces la despediré.
—Bueno, pero si tu madre pregunta al respecto, ¿puedes mentirle? No quiero que sepa la verdad —le dije suavemente un poco avergonzada por el acto de cariño. Aunque estaba enojada con la mujer, no podía ser tan despiadada. Ella también tenía a un niño del que era responsable.
—¿Por qué?
—Hailey recibió lo que se merecía, pero si tu madre lo sabe, puede afectar a su hermano. Anoche, me dijo que su sobrino todavía tenía facturas médicas que pagar.
Antes de que pudiera terminar mis palabras, de repente se inclinó y me abrazó. Enterró su cabeza en mi cuello y su cálido aliento quemó mi piel. Abrí los ojos en estado de shock y todo mi cuerpo se congeló.
—¿Qué estás haciendo?
No me respondió, en su lugar me abrazó con fuerza, como si quisiera unir nuestros cuerpos. Bajó la cabeza y besó mis labios. El sabor a humo y vino me llenó la cabeza. Mis instintos que pidieron que me alejara, pero no pude hacerlo.
—Si tan solo ella pudiera ser tan amable como tú.
Esta frase me cayó como un balde de agua fría. ¿Acaso me estaba besando porque no soportaba que Madison fuera tan cruel? Cuando pude recuperar la consciencia, lo empujé.
—¡Jayden, no soy el reemplazo de Madison! —me quejé con las mejillas rojas del coraje.
Se puso de pie, se apoyó contra la pared, inclinó la cabeza y se rio de sí mismo. Cuando volvió a levantar la vista, ya no estaba tan triste.
...
Después de esa noche, un nuevo límite se estableció entre nosotros y nadie podía cruzarlo. Despidieron a Hailey y contrataron a una nueva niñera. Al parecer el cambio le fue bien a Lucas porque con los días comenzó a hablarme con normalidad. Los pequeños tenían una memoria frágil.
—No sé porque el monitor del primer piso está roto. Me dijeron que mandarían a alguien para que lo repare mañana —me informó Jasmine, la nueva niñera, mientras almorzábamos juntos.
—Entiendo —le dije, recordando que Madison se había mudado.
Luego del comer, me retiré a mi cuarto para tomar una siesta. Dormí tan profundamente que no me desperté hasta que alguien tocó a la puerta. La abrí y me encontré con Lucas.
—Tía, la niñera se cayó —me dijo.
—¿Se hizo daño? —le pregunté mientras me ponía las pantuflas.
—No lo sé, pero está llorando —susurró, asustado.
Bajamos corriendo las escaleras hasta encontrarnos con Jasmine en el suelo del comedor.
—¡No se acerque! Un poco de aceite se cayó al piso, no quiero que se resbale también —me advirtió desde el suelo con los ojos rojos. Me detuvo en seco porque una caída podía ser fatal en mi estado.
—¿Cómo estás? ¿Puedes levantarte? —le pregunté desde lejos, agradecida.
—Estoy bien, pero me duele bastante el coxis, solo necesito descansar un rato...
Lancé un suspiro de alivio, luego de que se levantara, le pedí que fuera al doctor para que la examinaran por las dudas. La despedimos con preocupación y Lucas se volteó a verme con pena para pedirme que jugara con él.
Ya que nuestra relación había mejorado, accedí. Supongo que debe ser aburrido ser un niño y no tener amigos. Nos la pasamos bien toda la tarde y en la noche le preparé una cena rápida. Luego, lo ayudé a bañarse, le puse el pijama y nos quedamos viendo dibujos animados en la sala.
Alrededor de las ocho, mis ojos comenzaron a cerrarse pero cuando le dije para irnos a dormir, el niño me dijo que todavía quería quedarse.
—¿Seguro? ¿No tienes frío? Te traeré una manta y una chaqueta.
—Estoy bien, no necesito nada —me respondió sin apartar la vista de la televisión.
Me preocupaba un tanto dejarlo sin supervisión porque estaba un poco fresco el ambiente, pero ante sus insistencia de que estaba bien, me despedí y me fui a mi cuarto.
No podía creer lo cansado que era cuidar a un pequeño, me miré mi vientre y me preocupé por el que todavía ni había nacido. Me eché sobre la cama sin cambiarme y me quedé dormida.
—Mia, ¿estás loca? ¡Lucas es solo un niño! —me gritó Jayden mientras me agarraba del cuello.
—¿Qué? —le pregunté todavía media dormida.