Capítulo 15
1324palabras
2023-04-26 11:08
Ella era mi salvavidas, tenía que sobrevivir porque era la única persona que tenía. Si perdía a mi madre, mi vida no tendría sentido. Llegué a la clínica y corrí hacia el quinto piso. Agarré a la primera enfermera que encontré y casi la zarandeo preguntándole por el estado de mi madre.
—¿Cómo está?
—Su situación no es buena. El médico hará todo lo posible, pero debe estar preparada —me respondió con calma, soltando un suspiro.

Justo en ese momento, las puertas de cuidados intensivos se abrieron y salió el doctor empujando una cama cubierta con una sábana blanca. Se me congeló la sangre en mis venas.
—¿Por qué han cubierto a mi madre con esa sábana? Así no puede respirar bien... Doctor, por favor, tiene que ser una mentira. Está es una broma, ¿verdad? Mamá, mamá, estoy aquí, por favor, abre los ojos. Ni siquiera te despediste de mí. No puedes dejarme sola.
Me eché sobre su cama y comencé a llorar desgarradoramente. No podía aceptarlo. La agarré del brazo y lo moví con fuerza varias veces, pero parecía un títere sin vida y el calor que había tenido en vida lentamente se estaba yendo.
Ayer había hablado con ella por teléfono y habíamos hecho planes de ir a visitar al abuelo cuando se sintiera mejor. ¿Por qué había decidido tomar esas pastillas? 
Había sido mi culpa, no había cuidado bien de su estado de ánimo y esto había sucedido. Solamente me importaban mis propios problemas, me había perdido en la banalidad de mi vida y no la había acompañado como debía. El dolor y la desesperación se enterraron en mi alma. 
—Mia, tu madre estaba muy delicada desde la última vez que fue a emergencias. Por favor, no te culpes.

—Muchas gracias.
Me levanté lentamente, pero todo se tornó rápidamente negro y perdí el conocimiento. Cuando desperté, escuché el sonido algo goteando en el fondo. Abrí los ojos y me di cuenta de que tenía una sonda en mi mano.
—Mamá, ¿está viva? ¿Fue todo una pesadilla? —pregunté como en trance. Realmente deseaba que todo fuera un sueño.
—¿Estás despierta? —me preguntó una enfermera afuera de mi habitación. Entró con pasos ligeros y se me acercó con pena en los ojos.

—No importa lo que pase en tu vida, tienes que cuidar tu salud. Si no es por ti, al menos hazlo por el bebé en tu vientre.
¿De qué estaba hablando? Me quedé pasmada mientras apretaba la manta de la cama con mis manos.
—¿Bebé? ¿Estoy embarazada?
—Sí, casi dos meses, ¿no lo sabías? —me preguntó con sorpresa.
A pesar de las circunstancias, sentí una felicidad indescriptible ante las noticias. Este pequeño había sido capaz de desaparecer las sombras que plagaban mi mente. Sin embargo, cuando recordé a Jayden, me desanimé porque probablemente no iba a querer al niño.
Acaricié mi estómago, como si se tratara del tesoro más preciado, aunque fuera la única que realmente lo quería. Si mi madre siguiera viva, sabía que al menos podría haber contado con ella.
Armándome de valor, me acerqué a la oficina del doctor. No podía creer que mi madre hubiera decidido dejarme. ¿Por qué había tenido que tomar tantas pastillas para dormir? El doctor me respondió todas mis dudas. Le había recetado las pastillas porque mi mamá tenía insomnio, pero se había asegurado de mandarle la dosis correcta. Mi madre había sido la que se había sobrepasado al tomarse más de la mitad de un solo tiro. ¿Cuánto dolor debía haber estado experimentando para que la empujaran a dejar este mundo?
Pensar en todo esto, me hacía sentir tan desolada. Con la ayuda de mi tía y Sophia, preparamos su funeral. Después de que todos se retiraran, me arrodillé frente a su tumba para decirle unas últimas palabras.
—Mamá, estoy embarazada. Espero estés feliz por mí, agradezco mucho la oportunidad de tener a este niño porque me ha regresado la esperanza que había perdido con tu partida. Si no lo tuviera, creo que no podría haber sobrevivo esto —le dije con la visión borrosa, aunque intenté sonreír—. No te preocupes, mamá, trataré de vivir mi vida de la mejor manera. No necesitas volver a preocuparte por mí nunca más.
Luego de terminar mi discurso, lágrimas cayeron libremente por mis mejillas mientras dejaba en libertad todo mi pesar. Al atardecer, bajamos lentamente las montañas pero con cada paso que dábamos, no podía dejar de voltear la cabeza. Mientras más me alejaba, más me dolía el corazón.
Ni bien llegamos a la entrada del cementerio, mi teléfono vibró. Lo saqué y me sorprendí cuando me di cuenta de que era Jayden.
Habían pasado ocho días desde el accidente de Lucas, ¿al final había decidido continuar con el divorcio? ¿O, tal vez, finalmente se había acordado que todavía existía?
No sabía si le iba a decir sobre el embarazo, ¿qué pasaba si no quería al niño y me forzaba a perderlo? Suspiré y respondí. Me quedé callada porque quería que él hablara primero.
—¿Dónde estás? —me preguntó después de un largo silencio de casi dos minutos.
—En el cementerio, ¿por qué me llamas? —le pregunté débilmente.
—¿Qué haces ahí? —dijo con nerviosismo.
—Escogiéndome una tumba —le dije suavemente perdida en mi tristeza mientras observaba el atardecer. Mi madre había fallecido hace varios días, si se preocupara aunque sea un poquito por mí, me hubiera dicho algo. Sin embargo, no había dicho nada, así que me rehusaba a usar a mi madre para ganar simpatía con él.
—¿Estás loca? —me respondió irritado con mis palabras—. Ven a la empresa para que firmes el divorcio.
—Quiero decirle que estoy embarazada. Quiero que nuestro hijo nazca y tenga a ambos padres —susurré para mí misma, pero no tuve el coraje para alzar la voz. Me dolía el pecho de lo doloroso que resultaba todo, pero también me dolía sentir que ya no lo quería de la misma manera. Abrí la boca, pero antes de que pudiera emitir sonido alguno, un Benz negro se paró frente a mí.
La puerta se abrió de golpe y me puse tan nerviosa que le colgué. Me aferré a mi teléfono mientras veía a mi padre acercárseme sin decir ni una palabra. No lo había visto en cuatro años y se podía ver que el tiempo no lo había tratado bien. Había pensando que tendría una mejor vida desde su divorcio con Madison, pero esto no parecía el caso.
—¿Hoy es el funeral de tu madre? —me preguntó con los ojos rojos.
—Sí —le respondí, apagando la pantalla de mi cel y controlando el remolino de emociones que sentía. Mi padre volteó a ver el cementerio con los ojos vacíos.
—Será mejor que no vaya, ella probablemente no quisiera verme aquí —dijo burlándose de sí mismo. Volteé a verlo con una ceja enarcada, si no iba a ir al funeral, ¿por qué había venido?
Sin decirle nada más, comencé a caminar hacia mi auto.
—Mia —me llamó dubitativamente—. ¿Viste las noticias de ayer?
—No —le respondí con sinceridad, no había visto nada de nada en los últimos días. Tosió unas veces, sonrojándose, antes de explicarme lo que había pasado.
—Algo pasó con nuestra compañía, se descubrió que algunos lotes de comida eran cancerígenos.
—¿Nuestra familia? Si no lo hubiera mencionado, me hubiera olvidado que tenía un hogar —le dije burlonamente. No podía creer que les hubiera pasado eso, pero tampoco me sentía mal porque ellos habían sido los que habían cortado todo vínculo conmigo.
Había preferido hacerle caso a una extraña que a su propia hija y ni siquiera se había dignado a darme un dólar para la operación de mi madre, lo cual la había dejado dependiendo de otros hasta su muerte. ¿Cómo había sido capaz de olvidar que tenía una hija?
Los ojos de mi papá se llenaron de lágrimas.
—Mia, me confundí temporalmente, la compañía está enfrentando un gran compensación y fianza, no te gustaría verla desaparecer, ¿verdad? —me suplicó.