Capítulo 5
1063palabras
2023-04-26 10:48
—Llama a Olivia si quieres ir al hospital y pídele que te lleve —me dijo con voz fría antes de darse la media vuelta en dirección a las escaleras. Agarrándome el estómago por el dolor, me apoyé contra la pared y me quedé mirando su espalda con una sonrisa triste.
Si algo le pasaba a Madison, iba a su encuentro enseguida, pero si algo me pasaba a mí, su secretaria era suficiente. Encontré la medicina que estaba buscando y me la tomé. Esto calmó ligeramente mis síntomas, pero aun así no pude dormir en toda la noche por el viento frío que se colaba entre las ventanas, además, tenía el corazón roto.
¿Qué estaría haciendo con Madison? Un hombre y una mujer juntos en la noche...
No pude conciliar el sueño al final, no con la presión que sentía en mi pecho al pensar en los otros dos, casi ni respirar podía. Al día siguiente, me volvió a doler el estómago y comencé a vomitar. Llamé para pedir permiso al trabajo y luego me dirigí al hospital para que me examinaran.
Afortunadamente, solo era una gastritis aguda. El médico dijo que estaría bien después de tomar el medicamento durante dos días.
—Jayden, el doctor dijo que la condición de Lucas es estable. Puedes ir a la compañía. Te llamaré cuando sepa el resultado.
Tan pronto como terminé de tomar el medicamento, escuché a una mujer decir esto no muy lejos de mí.
Aunque no la había visto en años, reconocí la voz de Madison al instante. No pude evitar apretar el papel que tenía en la mano. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Quién era Lucas?
—Entiendo —respondió mi esposo después de un segundo. Escucharlo hizo añicos mi corazón, el espacio que ocupaba se quedó vacío y no me atreví a voltearme para verlos. Esto no debería estar pasando. Yo soy la esposa, ellos no deberían estar tan calmados, deberían temer que los encontrara.
—¿Mia? ¡Mia, sí eres tú! —gritó Madison con emoción mientras me agarraba del brazo para detener mi partida.
—¿Qué quieres? —le pregunté con frialdad soltándome de su mano. La mano de Madison se quedó en el aire antes de esconderla en la parte interna del codo de Jayden. Se mordió el labio inferior suavemente.
—No te hemos visto en cuatro años. Todos estamos preocupados por ti, ¿cómo estás?
Ay, qué hipócrita. Solía actuar para mi padre y ahora actuaba para Jayden. Hace cuatro años, después de casarme con Jayden, nunca más volví a poner pie en mi casa. Los únicos que sabían de nuestro matrimonio era su familia.
—Estoy bien. Oh, por cierto, olvidé decirte que me he casado —le respondí, tragándome la amargura de saber que Madison no sabía sobre nuestra relación. La otra mujer se quedó viéndome sorprendida.
—¿Estás casada? ¿Con quién?
Cuando estaba a punto de responderle, la mirada de Jayden fue suficiente para advertirme que no dijera nada. Le devolví la mirada con frustración, pero este simplemente se rio por lo bajo.
—No tengo por qué decírtelo.
De repente una oleada de náuseas me abrumó y le tapé la boca con la mano tratando de retener la comida. Madison se rio en mi cara y se dio cuenta de que había estado en consulta por el papel arrugado que tenía.
—¿Por qué estás en el hospital? ¿Estás embarazada?
—Estoy muy ocupada, mira la hora, ya me tengo que ir —le respondí rápidamente mientras guardaba la lista. Todo bajo la sagaz mirada de Jayden. Sin esperar respuesta, salí del hospital embalada.
Sí, había respondido de forma ambigua, quería molestarla aunque fuera un poquito. Aunque eso me hacía preguntar, ¿qué haría Jayden si se enteraba que estaba embarazada? ¿Lo aceptaría? ¿Me dejaría tenerlo?
A pesar de que había pedido todo el día libre, decidí que podía ir al trabajo. Estaba conduciendo en la avenida principal cuando Jayden me llamó.
—¿Dónde estás?
—En camino a la empresa —le contesté apretando el timón por los nervios.
—Vete a la casa, te veo ahí —me ordenó después de un pequeño silencio. Nunca podría entender lo que estaba pensando. Antes de que pudiera responder, colgó.
¿Me iba a esperar? Sería la primera vez. Respiré hondo y volteé en la siguiente intersección para ir a casa.
Antes de encontrármelo, tomé aire para calmarme. En los cuatro años que habíamos estado juntos, nunca me había esperado en la casa. Siempre estaba sola aunque muchas veces me imaginaba que él me abría la puerta y me saludaba con una sonrisa.
Abrí la puerta con cuidado, no quería que se espantara y esta se convirtiera en la última vez que hiciera esto. Lentamente, centímetro por centímetro, la abrí hasta que vi sus pies en la alfombra. Me acerqué, mis manos apretadas en puños, y las comisuras de mis labios se curvaron inconscientemente.
—Gracias por esperarme.
Una cosa tan trivial, normal entre marido y mujer, me había hecho increíblemente feliz. Hasta me había olvidado que había visto a Madison anoche.
—Dame tu bolso —me pidió extendiendo su mano.
—¿Qué pasa? —le pregunté, pasándole lo que había pedido sin cuestionarlo. No sabía lo que iba a hacer con él. Jayden rebuscó el contenido con cuidado hasta que encontró la hoja con mi diagnóstico y una sonrisa burlesca apareció en su rostro. Entendí muy tarde lo que quería hacer.
—¿No puedes distinguir entre un embarazo y una gastritis?
—Jayden, me gustaría preguntarte si me dejarías tener a un bebé si quedara embarazada —le pregunté bajando la cabeza y lamiéndome los labios.
—Nunca te embarazarás —me respondió sin dudarlo. Claro, si todo salía de acuerdo a su plan nunca quedaría embarazada.
Cada vez que teníamos s*xo, siempre usaba condón, con excepción de los días que estábamos seguros no podía quedar embarazada. Traté de fingir que estaba bien con sus palabras.
—Pero, ¿y si pasa?
Se paró frente a mí con condescendencia. Se inclinó un poco y me levantó la barbilla para que tuviera que mirarlo a los ojos. Sus ojos negros parecían dos pozos en los que podía perderme.
—Mia, ¿quieres darme un hijo?
La palabra "sí" se me quedó atascada en la garganta, no pude pronunciarla. No podía olvidar que había dicho que nuestra relación era solamente sobre dinero y s*xo.
—¿Te enamoraste de mí? —me preguntó buscando algo en mis ojos. Su voz era seductora, y mi corazón latió más rápido, sentí que perdía el aire de mis pulmones.