Capítulo 4
1227palabras
2023-04-26 10:43
—¿Qué? —le pregunté sin creerle, de seguro ya estaba comenzando a escuchar mal.
—Casémonos —repitió con calma sin cambiar el tono de su voz. ¿Realmente había dijo que nos casemos y ni siquiera me lo estaba preguntando sino demandando? Honestamente tenía muchas razones por las que aceptar. Venganza por mi padre o Madison, salvar a mi madre, o incluso, mis sentimientos secretos por él.
¿Cuál era la más importante? No lo sabía, pero estaba segura de que si hubiera sido otra persona, nunca hubiera aceptado. Hasta ilusamente me sentía un poco feliz de que lo hubiera sugerido, pensando que quizás eso significaba que le caía bien.
No podía estar más equivocada.
—Te acostaste conmigo para vengarte, tu madre necesita dinero para su operación, así que si te casas conmigo, pagaré todos sus gastos médicos, pero la condición es que nuestro matrimonio solo constará de dinero y s*xo.
Estas palabras fueron suficientes para extinguir por completo cualquier ridícula expectativa que pudiera albergar mi corazón.
—Quiero dinero, ¿qué es lo que quieres tú? —le pregunté, conteniendo el tumulto de emociones adentro de mí. Un trato tenía que ser rentable para ambas partes, pero yo no tenía nada que darle.
Se me quedó mirando como si fuera tonta y de repente me sentí muy avergonzada. Era cierto, ya lo había dicho en realidad, el matrimonio solo comprendería dos cosas. Yo obtendría el dinero y él...
Siempre había pensado que me casaría por amor, nunca hubiera esperado que este fuera por dinero. ¿Contaba si solamente era yo la enamorada?
—Está bien —le respondí con sarcasmo.
Sin perder el tiempo, en ese mismo viaje fuimos a la oficina de registros para obtener nuestro certificado de matrimonio y luego nos dirigimos a la mansión de su familia para conocer a sus miembros. Todo pasó tan rápido que me sentí abrumada. Antes de darme cuenta, ya nos habíamos mudado a la casa que su familia había preparado para nosotros.
Los siguientes cuatro años de nuestro matrimonio cumplimos con el trato que habíamos hecho de solo dar dos cosas en él. Al principio, había tratado de entablar cierta relación para que al menos fuéramos civilizados, pero rápidamente me había dado cuenta de que eso era una fantasía. No sé cuándo pasó, pero Jayden no tardó en dejar de hablarme y si tenía que hacerlo era distante y frío.
Hoy estaba en la sala de estar, mirando un programa de televisión y esperando a que regresara a casa. Todas las noches desde que nos casamos, lo esperaba despierta. Sabía que no le importaría, pero quería que supiera que siempre habría alguien esperando por él, sin importar lo tarde que fuera.
Era madrugada cuando desperté rodeada de un olor familiar en conjunto con unas manos que rápidamente desvistieron de mi camisón. Grité tratando de empujarlo, pero sin previo aviso, me penetró. Esto fue suficiente para terminar de espabilarme.
—Ya estás en casa...
La luz era tenue y no podía ver su rostro con claridad. Sin decir una palabra, me levantó, subió las escaleras y me llevó a la cama. Parecía enojado mientras me agarraba de la cintura, pues se estaba comportando un poco más violento de lo acostumbrado. Me embistió sin parar, haciéndome casi perder el conocimiento. Me mordí los labios con fuerza y soporté el dolor, sentía que me iba a partir en dos. Quería un hijo, por eso lo soportaba todavía, realmente quería un hijo.
—¿La volviste a ver? —le pregunté con voz trémula cuando un particular olor me llegó a la nariz.
El miércoles pasado, había visto que había recibido un mensaje de Madison. Aunque solo vi un poco, obviamente no era la primera vez que se ponían en contacto. Sin embargo, no tuve el valor de cuestionarlo y me quedé callada. No podía seguir quedándome callada sin embargo cuando el perfume favorito de Madison me inundaba las fosas nasales en el momento más íntimo que pudiera tener con mi esposo. Dios, realmente me iba a volver loca.
—Mia, no sobrepases los límites que establecimos.
Cierto, nuestro matrimonio era un mero trueque. Había vendido mi cuerpo por dinero, ¿qué derecho tenía para cuestionarlo?
—Jayden, solo quiero recordarte que incluso si mi padre y Madison se divorcian, ella es tu suegra.
Había escuchado las noticias hace poco, no sabía la razón, pero me importaba. El hombre simplemente me sonrió con indiferencia.
—Gracias por tu preocupación —me dijo antes de levantarse de la cama, agarrar una toalla y meterse al baño no sin antes dejar su teléfono en la mesita de noche.
Justo cuando escuché que el agua comenzó a caer, alguien le llamó. Me acerqué con curiosidad para saber quién podría estar llamándolo a las dos de la mañana y me quedé congelada cuando me vi que era Madison. Colgué la llamada sin pensarlo.
Al parecer, en algún momento esos dos se habían amistado de nuevo, lo suficiente para hacerse este tipo de llamadas a altas horas de la noche. Había pensando que Jayden nunca la perdonaría después de lo que le había hecho, pero parecía que me había equivocado de nuevo.
Me quedé mirando el techo y sentí un horrible sinsabor en la boca. No le gustaba que hablara de mis sentimientos, no quería molestarlo, así que nunca se los mencionaba. Hice lo mejor que pude para ser una buena esposa.
Sin embargo, sin importar lo que hiciera no podía compararme con la mujer que lo había traicionado. Me enrosqué en la cama y me agarré mi estómago. Realmente me estaba doliendo, tanto que comencé a sudar frío. Me levanté cómo pude para encontrar la medicina justo cuando Jayden salió del baño usando una bata gris ligeramente abierta. Se peinó el cabello mojado antes de mirarme con el ceño fruncido.
—¿Te duele el estómago?
Justo cuando estaba a punto de contestarle, su teléfono vibró de nuevo. Parpadeé nerviosamente, suponiendo que era Madison otra vez.
—Maddy, ¿qué pasa? —respondió con suavidad luego de revisar quién era la persona que le estaba llamando. Levanté la vista con sorpresa porque no podía creer que estuviera respondiendo la llamada de su ex novia en medio de la noche. La mujer le respondió a lo que frunció el ceño—. No te preocupes, iré enseguida, espérame.
Colgó el teléfono, se cambió de ropa y estaba a punto de salir cuando lo agarré de la muñeca.
—Es tarde, ¿no puedes quedarte? —le dije casi en un susurro, una súplica más que una pregunta. Le supliqué que me diera a mí, su esposa, un poco de dignidad.
—Tengo algo de lo que hacerme cargo.
—¿Acaso no sabes por qué Madison se acostó con mi padre ese año? Acabas de convertirte en el presidente de Eastern Star y ahora quiere regresar...
—¿Te has olvidado en lo que consiste nuestro matrimonio? ¿Qué es lo que te pasa? —me preguntó mirándome con escrutinio. El significado de sus palabras no podría ser más claro. Madison y yo estábamos por dinero. No había diferencia entre nosotras.
—Si tienes que irte, hay que divorciarnos —le dije tratando de contener las lágrimas sintiendo como mi corazón se rompía en pedazos. Sabía que nunca lo aceptaría, así que podía amenazarlo con eso. Podía aceptar su indiferencia, podía aceptar que se enamorara de otra, pero nunca podría soportar que eligiera a la mujer que había destruido a mi familia.
—Mia, no me amenaces —me advirtió con seriedad librándose de mi agarre.