Capítulo 72
710palabras
2023-06-04 18:29
EL DEMONIO
Esa noche descubrí quién era él. Apareció en mis sueños, sentado en un trono, al fondo de una cueva lúgubre. Habían antorchas encendidas y sujetaba una vara, quizás un cetro o algo parecido. No le tuve miedo pese a que era horrible, pintado de rojo, la sonrisa larga, los colmillos filosos y la mirada tétrica, vacía, sin embargo, igual a lo profundo de un abismo.
-Acércate-, me pidió y vi que sus uñas eran muy largas y curvas. Di unos pasos y quedé muy cerca de él, tanto que me parecía poder palparlo en mi sueño.
-A través de los tiempos, el ser humano ha estado dividido en el bien y el mal, el paraíso y el infierno, la paz y la guerra, eso ha sido desde siempre, pero esa lucha ya está terminando-, me dijo con una voz hueca, como si tosiera gangoso o estuviera tuberculoso.
-Hubiera preferido otra persona, pero ella optó por ti, sabrás que debo vencerte-, me dijo. Yo sabía que se refería a Slomovic.
-¿Entiendes que se acerca el final de los tiempos?-, me preguntó. Yo moví la cabeza.
-Será el momento de definir la verdad de la mentira, la razón de la sinrazón, la vida eterna o el sufrimiento sin final. Ese será el acabose de los tiempos-, me comentó.
-¿Quién ganará?-, pregunté incrédula.
-Tú no, por supuesto-, me desafió.
-Yo no soy nadie, te has equivocado-, le expliqué.
-Dejaste de ser nadie cuando naciste-, subrayó.
-¿Qué es lo que buscas, entonces?-, volví a enfrentarle, con resolución sin dejar de mirarle a los ojos. No me daba miedo.
-Tu alma. Tiene esa diferencia que separa el bien y el mal-, fue lo que me dijo.
Un rugiente temblor, en ese instante, me despertó. Un remezón muy intenso. Trepidaron los vidrios y mi cama empezó a sacudirse como un barco. Mi papá fue el primero que entró a mi cuarto. -Levántate, Tati, está fuerte-, se alarmó mucho.
Me puse mis babuchas y mi bata y salí detrás de mi papá. Mi madre llevaba una linterna y nos dijo que debíamos ponernos en una zona segura en la casa, sin mucho riesgo. El sismo aumentaba de poder y la casa se sacudía como una gelatina.
-Es mejor salir-, me asusté. Papá me apretó las manos y miraba los televisores bailando en sus tracks. Abrazó a mi madre.
-Bajemos sin correr las escaleras y nos vamos al jardín-, nos dijo a las dos. Mamá y yo nos colgamos de los brazos de mi padre y bajamos las escaleras temblando de miedo, pero cuando llegamos a la puerta el sismo empezó a disminuir, a apaciguarse y lentamente se fue extinguiendo.
-Ya, ya, ya-, fue diciendo mi padre. Cuando me sentí segura, volví a mi cuarto por mi celular y empecé a mandar mensajes de texto a Maicol, a Stefi, a Vanessa, a Patty, a Poli, a Pamela, a Katty, a todos. Tecleaba como loca.
-Ha sido un sismo de ocho grados, escuchó papá en la televisión, el epicentro estuvo en el mar, hay riesgo de un tsunami.
-Todos mis amigos están bien, me han mandado emojis-, dije contenta mirando a mi mamá. Ella acarició mis pelos.
-Ay, hijita, siempre preocupándote por el resto. Tienes un alma muy noble-, besó mi frente.
Volvimos a la cama. -¿Estás tranquila, hija? ¿te doy una manzanilla?-, preguntó mi madre.
-Sí, mamá, estoy bien, ¿tú? ¿papá?-, me alcé entre mis sábanas.
-Si, hijita, estamos bien, duerme tranquila-, me pidió finalmente mamá y apagó las luces. La casa quedó sumida en la oscuridad.
Me tumbé a la almohada y recordé lo que dijo mi madre en la sala: -tienes un alma muy noble-
Apreté los dientes. -Es lo que quieren, la nobleza-, renegué.
Me dormí casi de inmediato.
Vi, en mi sueño, un campamento militar, habían carros de combate y varios pelotones de soldados. Parecía que yo estaba subida a una loma. Al fondo se veían las cuevas. Era Tora Bora.
-¿Estás lista?-, preguntó una mujer. Su voz me pareció muy dulce, encantadora, mágica, musical, como una fantasía.
-Sí-, dije.
-Será una batalla muy dura-, insistió.
-Ya no le temo a nada-, le aclaré.
-Quiero antes hablar contigo. Te espero mañana-, me dijo.
No la vi. Pero estoy segura que era Stacy.