Capítulo 60
593palabras
2023-05-23 18:42
Mis papás ya estaban en las tribunas con un letrero que alzaban alborozados y que decía "¡Vamos Tati!". Les mandé muchísimos besitos volados.
Los aficionados que colmaban las graderías nos aplaudieron mucho cuando salimos a la cancha. En los parlantes dijeron que yo era la capitana y los aplausos fueron mayores, me azoré.
-Ya te acostumbrarás-, se divirtió Heather. Ella era altota, de pelos rubios, muy amarillos, como pintados con crayolas, y sus ojos eran bien celestes, casi invisibles. Podía cargar hasta tres bates juntos. Sus manos eran grandotas como tenazas.
Argentina bateó primero y me acomodé como la short stop del equipo. - ¡Atentas chicas!-, grité pidiendo atención. Su primera bateadora era una mujer muy robusta, con brazos grandes como troncos. Me agazapé y de repente, ya sabía, a dónde lanzaría la pelota, mirándole a los ojos. No sé por qué. Sabía exactamente qué iba hacer, igual si fuera un video de YouTube. Estrujé mi boquita y observé cómo balanceaba el bate, movía los brazos, doblaba sus rodillas y afirmaba sus tobillos. Saqué mi lengua y la mordí. Miré sus muñecas. No estaban tensas. -¡Un tiro bobo!-, sonreí.
En efecto, luego del lanzamiento de Leslie, la bateadora rival intentó mandar un globo, pretendiendo que nos confundamos y quedar desarticuladas, mientras ellas hacían la carrera. Me lancé en un perfecto tirabuzón, cogí el balón y la mandé a la segundo base, anulando la entrada rival.
El público me ovacionó eufórico.
Luego adiviné el tiro largo de la segunda bateadora. Vi su balanceo y noté sus músculos trenzados. Las rodillas las usaría de bisagras, además, para tirar un pelotazo alto y lejos, incluso hasta vi la pelota flotando en mis pensamientos y el lugar exacto dónde caería. Así, mucho antes que bateara, yo ya había retrocedido de espaldas y de prisa, muchos pasos, y al escuchar el ¡paf! del batazo, sabía que la pelota iba a mis manos.
-¡¡¡Biennnnn Tatiana!!!-, dio un gran brinco la entrenadora Cortés, efusiva y emocionada.
Logramos ponchar a las argentinas y conseguimos, al final, una cómoda victoria de tres carreras a cero.
Nos abrazamos todas y nos pusimos a brincar en medio de la cancha, en medio de los aplausos del público. Luego corrí a abrazarme con mis padres.
-Jugaste muy bien-, dijo mi madre.
-¿Por qué no bateaste?-, se extrañó mi padre.
-No sé, la entrenadora dijo que yo jugaría bien allí-, hice un mohín mordiendo mis labios.
Me despedí de ellos. La entrenadora dispuso ducharnos en la concentración.
-¡No olvides tomar tu leche!-, gritó mi madre delante de todos, con las graderías aún llenas, y yo me puse roja como un tomate. Todos se reían.
-¡Mamá!-, ladré en medio de las risotadas.
Nos fuimos en el bus cantando y dando hurras y corrimos a las duchas. Yo les tiraba un jabón de ropa a las chicas, fastidiándolas, cuando nos bañábamos. -¡¡Sáquense toda la mugre!!-, reía y me devolvían la pepa furiosas.
La cena también fue muy alegre, festiva y con muchas risotadas. Paula Cortes nos anunció que después del segundo partido con Argentina podíamos irnos a nuestras casas y dimos hurras y vivas.
-La hemos pasado muy bien, amigas, me he divertido mucho con ustedes, son unas amigas grandiosas y además muy buenas jugadoras de softbol. Con ustedes creo que podemos ganar el Sudamericano-, dije puesta de pie y todas aplaudieron.
Entusiasmada hice un mal chiste. -A una amiga le dicen toma corriente-
Todas se extrañaron. -¿Por qué, por qué?-, preguntaban afanosas.
-¡¡¡Siempre la enchufan!!!-, grité y furiosas las chicas me tiraron migajas de pan y servilletas.