Capítulo 57
952palabras
2023-05-20 18:43
Fui sola a la clínica donde dio a luz mi madre. Los vigilantes me mandaron a recepción y la técnica me derivó donde relaciones públicas. Una señorita alta, buenamoza, de pelos ensortijados me recibió en su despacho.
-Estoy haciendo una investigación para la universidad, mentí, sobre una ciudadana extranjera fallecida hace 19 años en esta clínica, al dar a luz-
La comunicadora me miró. Se divirtió con mis pelos aleonados, mi blusa verde floreada y mis aretes grandotes. Yo estaba seria.

-¿A favor o en contra de la clínica?-, sonrió ella. Se le veía muy campechana.
-La investigación trata de las implicancias en el derecho penal y los procesos civiles de cognición en el caso de una ciudadana extranjera-, dije sin mostrarme nerviosa. La señorita se rascó sus rulos.
-Y qué demonios es eso-, se volvió a divertir conmigo.
-Es a favor-, me rendí, soltando una carcajada coqueta.
Me llevó donde estaba archivo. Le pidió a una técnica que buscase los datos de una tal Slomovic y que los pasase a su tablet. Nos sentamos en una banca grande.
-¡Ya, Doris!-, dijo la técnica.

Ella sacudió la tablet. -Ajá, en efecto, la señora Tatiana Slomovic de Aparcana, falleció por complicaciones al dar a luz, me mostró, fue un embarazo riesgoso, la mujer era mayor de edad y no pudo superar el parto-
Golpeaba mis rodillas nerviosa. -¿Qué pasó con el bebe?-, pregunté.
-Nació muerto-, dijo ella.
Sentí angustia. Mi cabeza era un aserradero a todo tren. Me sentía sumergida en un pantano, ahogándome. Pasé saliva y sonó como un cañonazo.

-¿A qué hora fue?-
-Diez y quince de la noche del 16 de agosto de hace 19 años-, me relató.
Cerré los ojos. A esa misma hora, nacía yo.
EL PURGATORIO
¿Por qué Tatiana Slomovic se vino a Lima? ¿Por qué escogió Sudamérica? En el internet no había ninguna información de ella. En la clínica no me dieron el nombre del marido, solo el apellido. El cuerpo de ella, además, fue repatriado a Serbia. Yo manejaba, entonces, dos opciones. Ir a Estados Unidos y buscar a los descendientes de William Foster o de Stacy Anderson y la otra ir a Belgrado y tratar de encontrar a los parientes de la enfermera, pero mi padre no me iba a dejar viajar a ningún sitio. A Katty, la secretaria de la federación, le dio mucha risa mi sugerencia de buscar partidos amistosos en Estados Unidos y Serbia.
-Con las justas vamos a jugar contra Argentina y tú hablas de ir tan lejos, a realizar amistosos-, se divirtió conmigo.
-Podríamos contactarlos y quizás se animen-, insistí estrujando mi gorra.
Katty siempre ha sido una buena amiga. -Voy hablar con los dirigentes, sugerirles, pero es muy difícil, Tati, que podamos hacer partidos en esos países-, me desanimó.
Tomé mi bate y mi guante y salí a entrenar con las otras chicas. Vanessa ya estaba bateando. Había mejorado su golpe. Me impresionó cómo le dio muy bien a la pelota. Habían incorporado otra chica, proveniente de uno de los clubes más importantes del medio. También tenía muy buen bateo.
-¿Cómo se llama ella?-, dije absorta viendo su batazo.
-Leslie Uehara-, me dijo Melissa Rodríguez que ahora la pitcher del equipo y tenía un buen lanzamiento.
-Creo que ya no voy a tener espacio en la selección-, chirrié los dientes.
-¡A correr Rivasplata!-, me ordenó Paula Cortes.
Empecé a dar trotes cuando Leslie me dio alcance.
-Hola, Tatiana, soy Leslie-, me dijo sonriente, trotando conmigo.
-Tienes buen bateo Leslie, tienes mucha fuerza-, le reconocí.
-Tú bateas mejor. Te he visto en todos los partidos. Le pegas fortísimo-, me dijo sonriente. Me sentí halagada y saqué mi lengua.
-Solo un poquitin-, dije.
Cortes ordenó entrenamientos muy intensos para los amistosos con Argentina. Además de las carreras y los bateos, también me hizo trabajar como lanzadora y además de jardinera.
Terminé súper agotada. Sudaba a borbotones. Mi gorra estaba completamente mojada y mis pelos chorreaban agua por el sudor. -Ufff, qué bestia, me quedé sin aliento-, dije, encorvada, tratando de recuperar la respiración.
-Tatiana, ven un momento-, me llamó Cortes.
Su rostro ajado anunciaba malas noticias.
-Hiciste un buen Panamericano, qué lástima te lesionaste, sino tu desempeño hubiera sido completo-, me fue diciendo, paseando por el diamante. Tenía mi bate sobre el hombro y en mi otra mano mi guante y mi gorra. No dije nada.
-Quiero que seas la capitana-, me dijo al fin.
Parpadeé. Sentí mi corazón rebotar en el pecho. Mordí mis labios y desorbité mis ojitos.
-Vanessa es la mejor del equipo, ella es la capitana-, intenté defenderla.
-¿No sabías? Vane fue la que me dijo que tú deberías ser la capitana, que te veía cada vez más mejor y que ella ya no quería seguir siendo la capitana-, me subrayó.
Mi alegría se desvaneció. Me acusé de haber provocado su inestabilidad emocional por culpa de mis pesadillas.
-Dele una nueva oportunidad-, supliqué.
-Hablas como si Vanessa saliera del equipo, ella y tú son mis jugadoras más valiosas, ahora está Leslie, tengo un buen equipo. Vanessa quiere que tú seas la capitana-, aclaró y se marchó.
Fui a los vestidores. Vanessa había terminado de ducharse y se peinaba frente al espejo.
-¿Por qué ya no quieres ser la capitana?-, alcé mi naricita y crucé mis brazos.
Vanessa echó a reír. -Porque en estos meses me has demostrado todo tu temple, tu fiereza, tu valentía, tu personalidad. Me has convencido que eres una súper mujer. Te admiro, Tati. Eres realmente extraordinaria-, me confesó.
Estrujé mi boca. -Pero igual podías seguir siendo la capitana-, insistí.
-No, no quiero eso, aghhh, ya me aburrí, ¡¡¡¡quiero batear!!!-, se entusiasmó brincando.
-Idiota-, le dije y nos abrazamos riéndonos, celebrando mi nominación.