Capítulo 52
561palabras
2023-05-15 18:49
Mi móvil lo tenía entre mis pechos, sujeto al sostén. Timbré a Stéfani, pero no contestaba. Empecé a jalarme los pelos. Salí corriendo del karaoke y miré a todos lados. Había mucha gente en el parque y en el bulevar. Todos me miraban indiferentes, sin importarles mi angustia y la amargura que empezaban a asfixiarme. Yo me sentía morir, presa de la desesperación y no sabía qué hacer, solamente jalarme los pelos, llorar y clamar por mi amiga desaparecida, quizás secuestrada o posiblemente en grave peligro.
Corrí hacia su auto. Tampoco estaba. Pregunté al encargado si Stefi lo había sacado.
-Sí. Vino la señorita con un joven y se fueron-, me dijo. Me mostró su cuaderno. -Salieron hace solo diez minutos-, subrayó.

Quedé afligida. Fui hacia el parque cabizbaja, pensativa, preocupada y ¡pop! me choqué con alguien. Era Bruno. Me había seguido.
-¿Encontraste a tu amiga?-, preguntó con una sonrisa estúpida en su cara.
Moví la cabeza. -Mejor. Ahora eres mía-, sonrió y quiso abrazarme. Le di un empellón furiosa.
-¿Qué tienes idiota?-, le dije molesta arrugando mi cara y mirándolo con ira.
-No te voy dejar, Tatiana. Estás rica-, me desafió entonces con desparpajo. Me jaló una mano y quiso agarrarme las caderas. Le metí un puñetazo en la nariz y se la hundí por completo. ¡¡¡¡Craaaaackkkk!!!! sonó bien feo, como si hubiera roto un cascarón. Bruno cayó de bruces al suelo echando mucha sangre. Fue horrible. Toda la cara se le pinto de rojo.
Lo ayudaron a levantarse pero él se ahogaba por la sangre. No podía respirar. Creo que estaba conmocionado. Vinieron policías y supe que estaba en problemas. Me escabullí entre la multitud y me fui de prisa a una esquina poco transitada. Volví a timbrar a Stefi pero igual solo repetía el robot que dejara el mensaje.

-¡No! ¡No! ¡No!-, me puse a gritar como loca, desesperada, sumida en la angustia.
Llamé a Marcio. -¡¡¡Ven, Stefi desapareció!!!-, aullé.
-Voy allá. No te muevas-, me dijo preocupado.
Volví al parque y me senté en una banca. Ya era medianoche, pero aún había mucha gente. Iban y venían bastantes personas, hablaban, gritaban, reían. Yo me sentía en una jungla de voces y me puse a temblar. Las parejas se besaban. Los jóvenes bebían cerveza y habían pequeñines correteando y montando bicicleta.

Seguí timbrando a Stefi, casi una hora cuando vi el carro de Marcio estacionándose cerca de la iglesia. Corrí a toda prisa y me escondí en los brazos de mi enamorado.
-¿Qué pasó?-, preguntó él absorto y ensimismado.
-¡Stefi desapareció! ¡Estaba con un tipo! ¡No está su auto nuevo!-, le enumeré.
Recorrimos todo el distrito, incluso la Costa Verde y no vimos nada. Empecé a llorar descontrolada.
-Cálmate-, me pidió Marcio, pero no podía. Gritaba presa del llanto.
Al fin llamó Stefi.
-Tati, me robaron. El tipo era un ladrón. Me puso un cuchillo en la espalda. Me quitó mi tarjeta. Se llevó el auto. Estoy en el parque. Ven por mi-, dijo apagada, oscura, vacía.
Marcio fue a toda velocidad de regreso al parque. Parecía un loco manejando de prisa. Cuando al fin llegamos, después de una eternidad, la vi llorando en una banca. Me bajé a la carrera del auto y la abracé. Le habían metido un puñete en el ojo. Lo tenía horrible, hinchado y morado.
-Maldito, es un maldito ese hombre-, renegué colérica.