Capítulo 51
706palabras
2023-05-14 18:29
EL AUTO NUEVO
Stéfani me alcanzó cuando me dirigía a las clases de Bases del derecho penal. -¿Qué te has hecho? no te he visto desde el mono ese-, se colgó de mi brazo. Estaba contenta.
-Nada. Fui a entrenar al diamante, estuve con Vanessa en Barranco, nada importante-, le dije divertida.

-Dominas a los monos mejor que a los hombres-, me bromeó.
-Un poco-, reí contagiada de su alegría.
-Mi papá me regaló un auto-, me dijo al fin.
-Wow, me emocioné, ¿del año?-
-Ni tan nuevo ni tan viejo-, siguió riendo ella.
-Será motivo para ir a pasear por la playa-, reí entusiasmada.

*****
Stefi me dijo que mejor era ir por la Costa Verde. -Llegaremos más rápido a Barranco-, subrayó contenta.
Se nos había dado por ir a un karaoke después de las clases tan aburridas. Yo quería cantar. Tiempo que no lo hacía. Mi voz es horrible, pero me gustan las canciones que hablan de amor. Mi papá tiene muchos CD de baladas y me aprendí bastantes temas. Siempre escucho los discos en mi equipo, incluso los apunto en un cuaderno y dibujo corazoncitos. Soy muy romántica.
-No tomes mucha cerveza-, sonrió Stefi. No soy de alcohol, tampoco de fumar cigarrillos. No me gustan. Me he tomado algunas cervecitas, en ocasiones especiales, reuniones de amigas, pero no muchas porque no me gusta su sabor. Yo soy dulcera. Me encantan las gaseosas y las prefiero mil veces. Nunca aprendí a fumar, además. Intentaron enseñarme pero no le encontré gusto jamás.

Stéfani fue a toda marcha, bajando hacia la costanera. Me asustaba que fuera tan veloz por las pistas. Ella incluso manejaba con una sola mano y la veía distendida, despreocupada y poco cautelosa.
-Deberías tener más cuidado cuando manejas-, le llamé la atención.
-No seas cobarde-, echó a reír divertida.
Culebreaba a los carros y serpenteaba el carril, yendo de prisa. Atronaba el infinito con su claxon y gritaba a los otros pilotos. -¡Fuera de mi camino, tortugas!-, y reía como loca.
Dejó el auto en una cochera y entramos a un karaoke acogedor y pequeño, con poca gente, luces discretas y buen ambiente. Yo me había puesto una blusa negra, una minifalda jean, pantimedias y botines marrones con flecos y tenía mis pelos desparramados en mis hombros. Ella estaba con una camiseta verde sin mangas y leggins y zapatillas negras. Se había hecho una cola larga hasta la cintura.
Nos sentamos en la barra y Stefi pidió una jarra de cerveza. -¿Cerveza? Tienes que manejar-, le reclamé molesta.
-Cucufata-, echó a reír ella.
Dos chicos se nos abalanzaron, casi de inmediato. -¿Qué hacen solitas dos chicas tan hermosas?-, dijo uno de ellos, de pelos largos y sin rasurar.
-¿Mamá les dio permiso?-, estalló a reír el otro.
Estaban interesantes. Eran guapos, altos, con buenos brazos.
-Queremos cantar un poco-, les dije.
-Debes cantar como una diosa-, me susurró el de los pelos largos. Me miraba las piernas. Jalé mi falda.
-Más o menos ¿y tú?-, le pregunté.
-Nada, yo solo canto bingo-, echó a reír y me gustó su risa larga, muy varonil. Mordí mis labios.
Stefi ya estaba acaramelada con el otro chico. Bebían de la jarra y él le acariciaba la rodilla. Empecé a preocuparme.
-A ver, canta-, me desafió el muchacho.
Pensé que Stefi se comportaría mejor si yo cantaba. Subí a la tarima y empecé a cantar una de mis baladas preferidas. Como bien imaginan, canté horrible. El joven se reía a carcajadas.
-Ahora te toca-, lo desafié.
-Soy Bruno-, se presentó recién. Yo le di mi nombre azorada. Él afinó su voz y subió al escenario. -Con mucho cariño para mi amor, Tatiana-, dijo fuerte y hubo algunos aplausos. Me sentía ridícula.
Lo hizo peor que yo. La gente se reía y hasta le silbaban. Le salían unos gallos horribles y le tiraron cerveza.
Stefi no estaba. Me empiné en el asiento y no la veía. -¿Y mi amiga, Bruno?-, me preocupé sobremanera. Él me miraba y sus manos se deslizaron por mis muslos, querían avanzar debajo de la mini.
-¡Stefi!-, alcé la voz. Una chica cantaba y se molestó con el escándalo que hacía. Todos voltearon a verme, pero yo estaba desesperada buscando a mi amiga.