Capítulo 50
743palabras
2023-05-13 18:48
-Aló, Vane, iré a la casa de Kike. Voy a volver a entrar-, le anuncié.
-Voy contigo-, dijo ella vehemente.
-Sabía que contaba contigo, amiga-, me emocioné.
-¿Qué piensas encontrar?-, me preguntó intrigada.
-A mi madre-, subrayé.
Vanessa quedó en silencio.
*****
Nos meteríamos por el techo. Yo ya conocía el camino. -Mejor te tapas las narices porque huele horrible-, le dije a Vanessa. Ella estaba aterrada y sin ganas de reír. Me miró con preocupación. -¿Hay cucarachas? Temo a las cucarachas, me dan miedo las cucarachas-, me dijo temblando.
-No hay-, le dije no por darle valor, sino que me daba pena verla cohibida, pálida y aterrada en extremo.
Nos cercioramos que no hubiera nadie en las inmediaciones y nos subimos con cuidado por las ventanas. Sigilosamente nos deslizamos hasta el forado que comunicaba a aquel salón de la cómoda, donde encontré el libro. Metí la cabeza y la pestilencia otra vez me noqueó, peor que una patada de burro en plena nariz. Sentí bastantes náuseas. Igual me balanceé y me apoyé en la cómoda. Así pude meterme otra vez. Ayudé a bajar a Vanessa.
-Aghhh, parece meadero público-, se espantó Vane.
-Peor que eso-, sentí mucho asco.
-¿Qué piensas encontrar?-, me preguntó luego Vanessa. Se había refugiado detrás de mi espalda.
-No sé. Una pesadilla me anunció de que querían hablar conmigo-, estrujé mi boca.
-Ay, qué miedo-, echó otra vez a temblar Vane. Ella no me era de gran ayuda después de todo, acepté resignada.
Fuimos a lo que sería el dormitorio, supuestamente de Kike y cruzó una rata enorme. Vanessa pegó un grito espantoso.
-¡Tarada!, me molesté, ¡nos descubrirán!-
-Pero era una rata bien fea-, trastabilló ella con su miedo.
¡Pum! entonces corrió una luz encima de nosotras, rebotando en las paredes. Nos agachamos aterradas tomándonos las manos.
-Es el demonio, lloraba, Vane, viene por nosotras-
-Cálmate, le pedí, no estés gritando tanto-
La luz siguió rebotando en las paredes y pareció colgarse en un rincón entre muchas telarañas. De repente se fue formando un dibujo grotesco como una mancha.
- Eres Kike. ¿Por qué querías matarme?-, pregunté furiosa.
La luz volvió a resplandecer, a hacerse intensa y la figura que se pincelaba era la de un espectro horrible, como chancado, aplastado, informe.
-Hola mi amor-, dijo.
Vanessa volvió a gritar presa del pánico.
-Quieres matarme cuando yo te amaba-, le reclamé furiosa.
-¿No te das cuenta?, me dijo la horripilante mancha, yo soy el demonio-
-¡Yo soy Stacy! ¡No puedes matarme!-, alcé la voz.
- ¡Sí puedo!-, se empinó sobre las telarañas.
-Te vencí en Tora Bora-, le recordé.
-Yo te di, te atiné en el vientre-, renegó con la voz sangrante y horrible.
-Pero no puedes matarme-, insistí. Vanessa siguió escondida detrás de mi espalda y se puso a rezar, gimoteando aterrada.
La luz relampagueó, se acercó a mí y se detuvo delante de mis narices. Y vi a Kike convertido en un fuego, mirándome, mostrándome sus colmillos.
-Morirás, Stacy-, restregó los colmillos.
-No, no puedes matarme, Tatiana va a nacer-, lo desafié.
Y la luz se evaporó en el silencio, haciéndose cenizas, polvo, esparciéndose por los rincones.
*****
-¿Qué fue eso?-, seguía temblando Vanessa.
El señor Cosme, el vigilante del Gálvez Chipoco, nos dio gaseosas y galletas. -No deberían ir a esa casa, hay fantasmas-, nos regañó.
-Tuvimos curiosidad-, le mentí.
-Y ahora tu amiga está aterrada. El miedo no es un juego-, siguió molesto el señor Cosme.
-¿Por qué dice que en esa casa hay fantasmas?-, le pregunté.
-En las noches, cantan, bailan, dicen que van a matar a alguien-, me contó.
Estrujé mi boca. -¿A quién quieren matar?-, me interesé.
Cosme ensanchó su sonrisa. -A una norteamericana, una tal Stacy-, dijo.
Vanessa y yo nos miramos estupefactas.
*****
Cuando se le pasó el susto a Vanessa y estuvo más tranquila, nos fuimos caminando por la avenida, haciéndonos bromas. Yo me reía de su miedo.
-Ay, aparece una luz de la nada, hablas con un fantasma y todavía te ríes, eres mala-, me reprochaba ella.
-Yo te advertí, pero tú te empecinaste en venir-, seguí riéndome.
-Eres mala, mujer-, continuó reprochándome cogida de mi brazo.
-El enemigo está dentro del cuerpo de Kike-, deduje al final.
-¿Qué vas hacer?-, se interesó ella.
-No sé. Matarlo supongo-, no dejaba de reír.
-Con una estaca en el corazón-
-No seas zonza, no es un vampiro-
-¿Entonces?-
Suspiré y soplé mi miedo. -Stacy lo hará en mis pesadillas-