Capítulo 53
482palabras
2023-05-16 19:04
Cerca de las tres de la mañana, después de presentar la denuncia, fuimos con dos policías en el carro de Marcio, a la costosa clínica donde habían llevado a Bruno. -Tiene fractura total del tabique-, dijo el doctor.
-¿Por qué lo trajeron aquí?-, me extrañé.
-Su padre es el dueño de la clínica-, sonrió el galeno.
-¿Y teniendo tanta plata su hijo es ladrón?-, me molesté.
Uno de los policías me pidió silencio, pero yo estaba fuera de mis casillas.
-Le robaron a mi amiga, la golpearon y la amenazaron con un cuchillo ¿y quiere que me calle?-, lo desafié.
Esperamos un buen rato que los policías interroguen al tal Bruno. Una doctora revisó el ojo de Stefi y le aplicó desinflamantes.
-No es serio, corazón-, le acarició los pelos. Stefani seguía llorando, sin detenerse. Pensaba en su auto.
Los policías vinieron de prisa, casi dando brincos.
-Vamos, jóvenes-, nos dijeron.
Yo quería saber del auto, pero los policías solo nos dijeron que tenían una dirección. Llegamos a un corralón, casi cerca de la clínica. Tenía las puertas cerradas. Intenté ver por las rendijas. Fue difícil pero vi muchos autos. También ladraban varios perros.
Los policías tocaron y un viejo abrió la puerta. Arrastraba los pies, tenía una bufanda y bastón.
Stefi y yo nos metimos desafiando a los perros. Eran cuatro y estaban amarrados a postes. Uno de los policías se molestó. -¡Señoritas!-, gritó furioso, pero ya nos habíamos colado hasta donde se encontraban los carros. Y allí estaba el auto de mi amiga, cubierto con una lona inmensa, raspado y se habían llevado el radio y los espejos.
-Gracias al cielo-, lloraba Stéfani abrazado a su carrito. Yo me metí dentro y empecé a buscar. Allí estaban las llaves, y encontré una de las tarjetas de Stefi. Suspiré aliviada y cuando alcé la mirada, vi el garabato. Escrito en el techo, decía Kike.
Me convencí, entonces que no había sido una casualidad o algo por el estilo, sino que estaba inmersa en una seria amenaza no solo para mí, sino contra todos mis seres queridos. Vi además figuras obscenas, maldiciones, lisuras, insultos y toda suerte de manchas grotescas. Seguí rebuscando y allí, en unas letritas pequeñas, estaba escrito el nombre de mi enamorado, con una gran aspa.
Stefi no quería presentar denuncias, pero yo me puse terca. -Nos amenazaron de muerte, que se pudran en el infierno-, dije a los policías, acumulando mucho aire en mi boca, con los brazos cruzados, mirando fijamente a los policías.
-Esos hombres la pagarán muy caro-, fue lo que me prometió el custodio del orden.
*****
-¿No te das cuenta, Vanessa?, Atacará a mis seres queridos, mi familia, mis amigas, las personas que quiero-, le dije temblando de miedo.
-Necesitamos ayuda-, me dijo.
-¿Un hipnotista? ¿un exorcista? -, se me ocurrió
-No. La ayuda está en la tumba de Maicol-, dijo tétrica.
Quedé helada.