Capítulo 41
974palabras
2023-05-04 18:46
MARINERA
Marcio fue al entrenamiento de la selección de softbol. Esperó a que yo terminara de practicar, sentado en las graderías, viendo y reviendo su celular, aburrido y bostezando a cada rato. Paula Cortés había decidido que trabajase como pitcher.
-Tienes que mejorar mucho tus lanzamientos para el sudamericano-, me decía molesta. Yo estaba bastante remolona. Luego de los Panamericano había entrado en una especie de conformismo y mi entrenadora renegaba conmigo.

-Escucha bien, Rivasplata, me jaló del brazo, el cuarto puesto en Chile no debe ser tu techo, tienes que buscar llegar siempre más alto-
Yo estaba mareada, era cierto. El interés del club de Estados Unidos había inflado mi vanidad. Volvieron a llamar a la Federación y Katty les dio el número de mi casa. Mi padre conversó con el scouter. Le dijo que yo estaba terminando mis estudios, que quizás más adelante, pero la oferta que le hacían era que yo jugarse softbol profesionalmente. Me darían casa, carro y la posibilidad de seguir mis estudios allá.
Igual mi padre se negó.
-Ceo que estás equivocado, Roger-, le increpó mi mamá. Ellos pensaban que yo no escuchaba, pero me había levantado de la cama y me fui de puntitas hasta la escalera para escuchar bien lo que hablaban.
-Tatiana tiene problemas, Joana, decía mi padre, no podemos dejarla que se vaya sola-
-¿Eso te asusta?-, preguntó mamá.

-Sí, me aterra pensar que le pudiera pasar algo, que se aprovechen de ella, que se dedique a consumir drogas-, se quejó él.
-Yo iré con ella-, subrayó mamá.
-¿Estás loca? Tu madre está enferma, además ¿quién me va a atender a mí?-, renegó mi padre.
-No seas egoísta-, reclamó mi mamá.

-No soy egoísta. Primero pensé en tu madre-, se defendió papá.
-Me refiero a Tatiana-, cruzó sus brazos mi madre.
Mi padre ya no supo qué decir. Se paseó por la sala. Escuché sus pasos.
-Mi hija se queda con nosotros-, quiso ser definitivo, pero mi mamá es más terca que él.
-Tati no tiene ningún problema. Los médicos la han visto. Tiene una personalidad difícil, es una mujer complicada, por eso le duran poco los enamorados, es rebelde, contradictoria, y dentro de eso, tiene pesadillas, premoniciones que la aterran. Quizás cambiar de aires le vendría bien, independizarse. Valerse por sí sola. El viaje a Santiago le hizo muy bien. Fue la mejor de su equipo ¿o no?-, le enrostró.
Papá no dio su brazo a torcer. -Aún no, Joana, cuando tenga más edad, la veamos más responsable, cauta, más mujer, veremos-, culminó.
Eso de "más mujer" me dio risa. Mordí los labios y pensé en Jones. Sentí sus besos, sus caricias, su virilidad y me volví de puntitas a la cama.
La entrenadora Cortés me exprimió como limón y quedé tendida en la grama. Me dolía el brazo de tanto lanzamientos. Vanessa había bateado y se acercó divertida. -Quien quiere celeste que le cueste-, me dijo divertida.
-Zonza-, le respondí riéndome. Vane dijo que Marcio me estaba esperando. -Tu enamoradito está lindo-, dijo ella quebrándose, para que Marcio le vea sus curvas.
-¡¡Dos veces zonza!!-, le protesté tirándole mi gorra y Vanessa se fue riéndose.
La nueva chica de utilería recogió mi gorra y yo subí a las tribunas. Le dio un besote en la boca a Marcio.
-Nunca vienes al diamante-, me extrañó. Marcio estaba ansioso.
-Vamos a participar en Trujillo-, me anunció tomando eufórico mis manos. Arrugué mi boquita y quedé como tonta.
-Marinera, pues, mujer-, me abrazó contento.
Ahhh, eso no les había contado. Marcio se inscribió en el taller de marinera en la universidad. Él siempre quiso aprender a bailar eso, pero como todas las parejas ya estaban completas y él sobraba, me pidió que lo acompañase. Para mí no había problema. El taller era en las tardes, después de clases, daba dos créditos, yo bailo bien (mi mamá es de Chiclayo, me enseñó a bailar marinera de pequeña y lo hacía bien) y como Poli, Pamela y Patty también estaban en el curso, me inscribí con él.
La profesora, Delia Chonate, que había sido campeona en el certamen de Trujillo, le gustó lo bien cómo lo hacíamos. Le gustaba mi elegancia, el salero que derrochaba y además yo zapateaba excelente y la profesora me decía que tenía una sonrisa esplendorosa. Mi enamorado se acopló perfecto y también se movía con acierto llevándome el paso con mucha cadencia.
Cuando yo estaba en Chile, la profesora Chonate le dijo a Marcio que quería inscribirnos para el certamen anual. Él aceptó encantado. Les pidió, además, a Poli y a Patty que manden videos de nosotros bailando (ellas son locas, graban todo con sus celulares) y casi cuatro meses después le respondieron a Delia que aceptaban nuestra participación, representando a la universidad.
-¿Quieres ir a Trujillo?-, le preguntó Delia a Marcio. Él hizo brillar sus ojos, se imaginó campeón del certamen y aceptó sin consultarme. Ahora recién me lo decía.
-Ay no sé si mi papás aceptarán-, le aclaré sin entusiasmarme porque conocía a mi papá y sabía que se iba a negar igual como se opuso para ir a Estados Unidos. Marcio se sintió caer al abismo, su rostro se despintó y me dio pena verlo desencajado.
-No pongas esa carita, le dije besándole su nariz amplia y maciza, hablaré con ellos y les pediré viajar-
Pero Marcio estaba desalentado.
Sin embargo, contra todo pronóstico, mi papá se puso eufórico con la noticia tanto o más que cuando yo jugaba softbol.
-Por supuesto hija. Pido permiso al diario y nos vamos todos-, decía feliz.
Mi mamá también estaba contenta. -Tiempo que no voy a Trujillo-, decía sirviendo la cena.
Arrugué mi naricita. -La idea era que viajáramos solos Marcio y yo-, refunfuñé.
Marcio, en cambio, chilló de felicidad en la otra línea. -¡¡¡Grandioso, nena!!!, decía emocionado, ¡¡¡Vamos a salir campeones!!!-