Capítulo 36
1550palabras
2023-04-29 18:52
LA COMANDANTE
Mi papá puso el grito en el cielo cuando se enteró, cuatro días después, que un scouting me había sugerido para jugar en un equipo de Estados Unidos. Me miró con las cejas fruncidas y bufó presa de la cólera.
-No te vas a ningún lado, estás muy pequeña para irte-, dijo furioso, alzando los brazos, con su cara pintada de rojo.
-Ya no es una niña, si quiere puede irse-, me defendió, como siempre, mi madre.
-No, y se acabó-, dijo mi papá y tiró la puerta de su cuarto.
Yo quedé estupefacta, sin atinar a nada, tratando, recién, de cenar. Las lágrimas empezaron a chorrear por mis mejillas y mi mamá, eternamente tan caritativa, me besó la cabecita, peinó mis pelos y me dijo que hablaría con él.
-No sé si quiera ir, mamá-, le confesé en medio de mi llanto.
-Piénsalo bien, pues, yo te apoyo en la decisión que tomes-, me susurró, besando otra vez mis pelos.
Lo que yo quería descubrir qué era eso del Stacy softball club, si estaba vinculado a mis pesadillas, si era algún mensaje que venía de mi subconsciente o estaba relacionado con la luz brillante y el demonio rojo que me atormentaba.
Vanessa me llamó para decirme que debería aprovechar la oportunidad. -El softbol aquí es amateur, allá ganarás una fortuna. Tú juegas bien, los equipos buscan siempre una bateadora y tú eres la mejor del país. Anda-, me dijo convencida.
Cuando regresé a clases, Stéfani fue la primera que me recibió en la puerta de la universidad. Brincaba como un conejo.
-¡¡¡Tati!!! ¡¡¡Volvió Tati!!!-, decía despeinada.
Poli me dio un besote en la mejilla, también Pamela, y Patty me entregó un ramo de flores a nombre del rector que estaba enfermo y no pudo estar presente. Me emocioné. -Ya me imagino cómo sería si hubiéramos ganado la medalla de oro-, eché a reír, abrazada a mis amigas.
Pero mis notas seguían muy bajas. Estaba al borde del abismo en Teoría Constitucional, casi desaprobada en Historia de las ideas políticas y debía mejorar, mucho, en Acto jurídico.
Me dediqué en cuerpo y alma a estudiar, hacer las tareas, participar en exposiciones, preparar informes y le solicité a Patty que me dieran pruebas sustitutorias. Ella ya había adelantado las solicitudes. Me sacó la lengua cuando me dio el programa de exámenes.
-¿Crees que te iba a esperar?-, me dijo divertida. Yo me puse virola como siempre, pero le agradecí. -¿Qué haría sin ti, Patty?-, le susurré
Marcio estaba furioso. -Te has olvidado olímpicamente de mí-, me reclamó con la ira dibujada en su cara.
No tenía ganas de pelear. Me empiné en mis pies y le dije hundiendo un dedo en su pecho. -Estoy muy mal en mis notas que, ahorita, ahorita, ahorita no me interesan los hombres-, le enrostré y me fui meneando las caderas. Él se quedó en una pieza.
Logré remontar las notas. Fue muy difícil, sobretodo en Teoría Constitucional, pero conseguí los puntos suficientes. Me demandó muchas horas de estudio, pocas de dormir, bastante café y meterme en mi cabezota leyes, frases, nombres y fechas, pero finalmente conseguí los créditos suficientes para avanzar al cuarto ciclo.
Ya más tranquila, casi un mes después, me aboqué a revisar sobre el Stacy Softball Club. Me calcé mi pijama, me solté los pelos, acosté a mi peluche, un perro con la cara muy triste y Mofeta se echó en mi almohada, suspirando cansado. Así prendí mi Laptop y me puse a navegar.
Era un club modelo en Los Ángeles, había ganado muchos títulos, tenía a las mejores jugadoras de esa zona, una tradición bien ganada y hasta su propio diamante, con tribunas y alambrada donde jugaba de local y entrenaba.
Seguí rebuscando en su web y me detuve en su directorio. la presidenta se llamaba Wilma Richards, su gerente Lorena Brahms y la secretaria general Carol Burns. Nada nuevo.
Abrí la galería de fotos. Sus uniformes eran muy bonitos, con la inscripción Stacy en el pecho, eran a rayas y usaban medias rojas. Ya era un detalle.
Busqué la historia, de cómo se fundó el club, por qué de ese nombre y ese tipo de detalles. Le di click y apareció la foto de una mujer vestida en uniforme militar, con galones y medallas. Leí la ficha: Stacy Fuster.
"El club fue fundado en honor a Stacy Fuster", decía escuetamente.
En el internet, entonces, busqué Stacy Fuster. No había nada, llegué hasta el renglón número 20 y nada, ni una miserable línea. Me molesté mucho, quería mandar todo al diablo, pero me atreví darle click al casillero 21 y allí apareció algo: presidente rinde homenaje a los caídos en Afganistán. Abrí la información. Era de una cadena de cable y entre el montón de nombres estaba Stacy pero no era Fuster, sino Anderson.
Estaba más cerca.
Empecé de nuevo, esta vez buscando a Stacy Anderson y encontré bastante información. En 2001, Estados Unidos había iniciado operaciones en Afganistán, en busca de los terroristas de Al Qaeda. Uno de los escuadrones enviados a ese país era comandando por Stacy Anderson, quien había obtenido los altos honores en la academia de West Point. Ella participó, en diciembre de ese año, en un ataque a una zona dominada por los talibanes, denominada Tora Bora, unas cuevas estratégicas.
Anderson dispuso a su pelotón (en su mayoría estaba conformado por latinos porque a ella le gustaba trabajar sobre todo con sudamericanos, decía el pie de página), un movimiento en tenazas para envolver al enemigo y la batalla se prolongó varios días con un intenso intercambio de morteros y ametralladoras. De repente, los talibanes lograron cercar a las tropas de Anderson en un poblado cercano llamado Monasterio.
Mi corazón bombeaba de prisa. Empecé a sentir truenos y rayos estallando en mi cabeza, martillando mis sesos. Tragué saliva y comencé a temblar de miedo.
Otro archivo abría un relato de lo ocurrido en Monasterio. -Tatiana Slomovic, la enfermera del pelotón, de origen serbio, reportó al mando de muchos heridos, luego de un prolongado combate por las laderas de Tora Bora. Solicitó el apoyo de helicópteros para el traslado de ellos, en especial de los más críticos-
-La enfermera-, balbuceé como idiota.
Anderson se acuarteló en una fábrica abandonada en una aldea de Nangahar, muy castigada por los talibanes.
-La carta-, seguí hablando hecha una tonta.
Anderson logró tomar Tora Bora luego de una feroz batalla, pero la victoria fue pírrica y el mando culpó a ella de no haber mostrado el temple necesario para vencer al enemigo. Fue acusada, además, de haber sostenido un romance con dos de sus soldados.
-Douglas y Kroll-, parpadeé angustiada.
Herida en el vientre y acusada de indisciplina y cobardía, Anderson regresó a Estados Unidos y adoptó el apellido de su esposo, William Foster.
No encajaba. No tenía sentido. Faltaban muchos cabos sueltos. Qué relación podía tener ella con mis premoniciones y mi encuentro con Silvio, las reyertas penitenciarias, el cantante que se suicidó, el señor que salió del coma, en fin, todas esas cosas, que me sumían en la angustia.
Ya no había más información. Exploré por el lado de William Foster.
-Especialista en logística militar, fallecido en un accidente hacia diez años-, decía apenas un renglón.
Mordí mi lengua. Seguí navegando y cuando ya me sentía cansada, con sueño, contagiada por lo dulce que se veía Mofeta profundamente dormido, encontré un relato asombroso, en una página de sucesos paranormales. Otra vez mi corazón latió de prisa, desenfrenado y se me heló la sangre. Era un discurso de William Foster en una reunión de personas vinculadas a hechos extraordinarios.
-Amé mucho a Stacy, era mi vida entera, pensábamos en tener muchos hijos pero la guerra de Afganistán la hundió en la depresión. Verla morir a pedazos fue una agonía, también, para mí. Hoy quiero contarles que ella no cometió una cobardía. Luego de la batalla final de Tora Bora, cuando los talibanes se habían replegado, Stacy entró con algunos de sus hombres a una de las cuevas, queriendo limpiar la zona de enemigos. Cuando avanzó hacia sus profundidades, intercambiando disparos, recibió un balazo en el estómago que la derrumbó en un charco de sangre. Fue en ese instante, que ella vio una luz, muy intensa, rojiza, y escuchó la voz de los cielos. "Stacy, oyó clarito en medio de las explosiones, el demonio está cerca, deberás enfrentarlo, se apoderará de tu hija". Y mi esposa sabiendo que la vida de sus hombres estaba en juego, se puso de pie y ordenó la retirada mientras el demonio alentaba a los enemigos a atacar y destruirlos. Ella fue acusada de cobardía y degradada en forma deshonrosa. Eso terminó por matarla-
Sudaba. Me sentía explotar en mil pedazos.
Busqué en páginas de hechos paranormales sobre William Foster y encontré otra cita, en una entrevista sobre rituales y magia negra. Rescataban hechos íncreíbles y lo sindicaban al ex militar de haber experimentado un encuentro con el demonio.
-Mi esposa, ya fallecida, siempre soñó en tener una hija y quería llamarla Tatiana, por la enfermera que, en la batalla de Tora Bora, le salvó la vida. Cuando agonizaba, recuerdo sus últimas palabras. "Tatiana será atacada por el demonio, debemos salvarla". Es la lucha que he emprendido-
No me cabía duda... esa Tatiana era yo.