Capítulo 13
1063palabras
2023-04-07 19:01
LA CARTA
No sabía qué escribir. Eso lo noté en el sueño. Dibujaba círculos y hacía garabatos. Al fin mi mente puso orden y comencé a dictar lo que pensaba. Pero el papel seguía en blanco, solo escuchaba mi voz repiqueteando como una campana.
Estoy cansada de huir de un refugio a otro, iba diciendo, ayer nos bombardearon dos veces, en la tarde y la noche. La fábrica donde estábamos metidos saltó por los aires y debimos sacar a los heridos de los escombros. No fueron muchos. Los otros habían quedado esparcidos en un millón de pedazos, por los rincones. Había fuego por todos lados. No te preocupes. No me quemé. Solo un rasguño aquí en mi nariz. Sí, fueron seis semanas sin que recibieras noticias mías, pero a Philip le volaron una pierna y había que estar con él. ¡Cómo gritaba el condenado! Ya no habían sedantes y lo dejamos así no más, hasta que se murió. Al otro soldado lo mató un francotirador anteanoche, y tuvimos que quedarnos en vela justo a sus restos, para que no se los traguen los perros ni los gallinazos. No hay ambulancias en el campamento. Solo un carromato que jalamos entre todos, por turnos. Yo he tenido que juntar tripas esparcidas de un tipo que estalló y se hizo un rompecabezas. Al final me harté, lo metí en un balde y lo enterré en una zanja. El cementerio voló con las bombas y no quedó nada. Ya nos hemos acostumbrado a ver sujetos sin la tapa de la cabeza o sin la mitad de la cara, deambulando por las calles, buscando sus pedazos. Ayer, O'neal nos dijo a todos que la ofensiva del este, tenía a los guardias rodeados en los cerros, pero los enemigos nos caen en bandadas y nos han matado a varios. Nos atacan con mujeres y hasta niños, ancianos que ni correr pueden. He visto a muchos morir y esparcir sus cráneos en el pasto, y créeme, amor, yo no voy a morir así, regando mi cerebro como abono. ¿Verdad que te pintaste las canas? Lástima que no te veré hasta que termine la misión aquí. ¡Maldita sea! A Murphy lo mataron a tiros. No lo vi morir, pero me dijeron que murió con una estúpida sonrisa en medio de la boca. Nadie se alegró. No sé por qué. Creo que la gente está aburrida de tanta muerte. Escríbeme más seguido, te adora, Stacy.
Allí desperté. Todo me daba vueltas y tuve que hundir mis uñas en el colchón. Al fin había un nombre en ese laberinto que no podía entender. Yo era la tal Stacy, pero ¿quién rayos es esa mujer Stacy? ¿Por qué aparecía esos sueños en una guerra que no sabía de dónde era ni por qué peleaban? ¿A quién estaba dirigida esa carta? ¿ A mi padre? Papá no tiene canas. Se conserva bien. Mi mamá igual, ella, además, no soportaría un solo pelito blanco en su abundante cabellera caoba, el mismo color que mis crines largotes.
Mi mamá me hizo hígado frito. Humm, cómo me encanta. Abrí dos panes chapata y los unté con el juguito de la fritura que partí en dos y lo tomé con mi café con leche.
--No habrá hombre que pueda mantenerte por la forma cómo tragas-, me regañó mi padre. No le hice caso, seguí comiendo encantada mi sanguche.
-¿Algún pariente nuestro peleó en una guerra?-, pregunté aprovechando que mis padres estaban de buen humor.
-No, nadie, el hijo del vecino, al que le decías Pecas que se fue al oriente, pero no es pariente nuestro-, detalló mi padre.
-¿Y durante el terrorismo?-
-No, nadie-
No seguí con mis preguntas porque mis padres se preocupaban mucho por mis angustias. Terminamos de desayunar, cogí mi mochila y mi papá me llevó en el auto a la universidad. Tenía varios exámenes, había repasado mucho y estaba segura que sacaría buenas notas. Mi padre decía que para afrontar un examen había que primero estudiar mucho, luego, estar con la mente despejada, no pensar en nada, y que así, llegado el momento de resolver el cuestionario, todo saldría fácil. Siempre seguí su consejo.
-¿Por qué no tuvieron más hijos?-, le pregunté mirándolo fijamente. Mi padre estiró una risita irónica.
-¿Estás aburrida siendo hija única, acaso?-, pasó al ataque. Me puse un chupete en la boca.
-No, yo soy muy feliz con ustedes, pero me intriga saber por qué se conformaron solo conmigo-, intenté una contraofensiva.
Mi padre seguía con su risita irónica.
-Lo acordamos con tu madre. Al principio pensamos tener tres hijos, luego dos y cuando tú naciste te vimos tan pero tan hermosa, enormemente linda, que decidimos darte todo el cariño del mundo, hasta que estuvieras grandecita y luego pensar en más hijos. Pero tú seguías siendo más y más hermosa, más linda, más inteligente, tan alegre y divertida que hacías nuestras vidas una fiesta, que nos olvidamos de lo que habíamos pensado-, explicó.
-¿Yo te decepciono, padre?-, ataqué con vehemencia.
-Noooooooooo, para nada, mi amor, estoy muy orgulloso de ti. Bueno, quería que fueras periodista pero elegiste derecho. Pero eso es lo de menos, yo estoy muy feliz y orgulloso contigo-, me aclaró.
-Pero decías que estoy desequilibrada...-
Mi padre se azoró. -Es por lo que dices. Pero todos afirman que las mujeres siempre tienen sus cosas a tu edad-, trató de esquivar la pregunta.
Me eché en el brazo de mi padre y le besé la mejilla. -No sabes cuánto te quiero, papá-, le confesé. Él se emocionó mucho.
Cuando me dejó en la puerta de la universidad y arrancó hacia el diario, me topé con Kike. Me miraba y admiraba mis leggins. -Uy estás matadora-, me dijo abrazándome efusivo. Y allí estaba entre sus libros, un texto con tapa roja, dibujando el perfil de un blindado pasto de las llamas, un fusil atravesándolo y la silueta de una mujer con gorra. Leí con atención el título: "La comandante".
-¿De qué trata?-, le pregunté a Kike.
-De una loca que ve fantasmas durante una guerra pasada-, me respondió sonriente.
-¿Una loca?-
-Sí. Es una obra sencilla. Una mujer que es soldada en una guerra y vive atrocidades que nunca había vivido y tiene una lucha aparte contra el demonio-
Yo temblaba y sentía mi corazón reventando en esquirlas entre mis senos.
-¿Demonios?-
-Sí, se llama La comandante. La comandante Stacy-