Capítulo 39
1344palabras
2023-04-14 07:45
*Narración por Nathalia.
Me desperté de mañana en mi día de descanso, con el pijama puesto entré a la cocina a servirme una taza de café, me impresionó ver las ollas en las estufas; mi tía estaba cocinando el almuerzo. Probablemente era casi hora de comer una comida completa y yo me había saltado el desayuno, mi cuerpo se paró después de las once de la mañana; me lo informó el reloj colgado en la pared.
Casi no pude dormir por lo que sucedió el día anterior, parecía un sueño, pero fue una realidad… la miré, la toqué y abracé a la pequeña que podría ser mi hija. Era un secreto que no lo debería rebelar a nadie, dirían que estaba loca si supieran que una foto me llevó a obsesionarme con la bebé de un hombre. ¿Cómo pudo haber pasado? Ni siquiera yo entendía. Las pistas del hospital indicaban que el padre me la secuestró de mi pertenencia. Y este hombre actuaba muy bien al tratarme como una desconocida. Probablemente sabe que soy la madre de la pequeña y es por ello que me trata mal…

Loca me iba a volver si trataba de entenderlo con mi cerebro, tragué un sorbo de líquido caliente y suspiré. Debía calmarme, estaba avanzando, tenía las muestras para el ADN y solo me faltaba reunir el dinero y llevarlo al laboratorio.
-Buenos días princesa, dios te bendiga, ¿te divertiste mucho en la fiesta de anoche?
-Buenos días. Es raro que lo preguntes, más bien me tienes prohibido rumbear –le expresé seriamente a mi tío Bryan, él se acercó al comedor donde yo estaba sentada.
-Simplemente no quiero que vuelvas a caer en malos hábitos. Pero una celebración infantil es muy sana.
-¿Crees que son fiestas sanas? Malos hábitos hay en todos lados. Al parecer no sabes que siempre preparan un área apartada para que los padres tomen licor. Los adultos que fuman salen hacia el exterior del club. Además, yo no llegué ahí por invitación, estaba trabajando, de otra manera no hubiese salido ayer tarde con un disfraz ridículo de la casa.
Expresé con enojo, estaba cansada de que mis tíos fueran tan sobreprotectores. Tratándome como una niña cuando en menos de dos años cumpliría la mayoría de edad.

El sonido duro en la puerta produjo que derramara mi café con leche sobre la mesa y casi me quemaba con el contenido caliente.
-¡Acaso no conocen donde queda el timbre! –Exclamé con la boca llena y me levanté para acercarme a la entrada.
Mi tío no se movió de su puesto y Carlota estaba limpiando su cuarto. El noventa y nueve por ciento de las visitas eran para mi tía, le gustaba hacer amistad con las vecinas, además de que era comerciante y siempre las mujeres llegaban para conocer los nuevos productos. Difícilmente llegaba cualquier extraño al apartamento sin avisar, así que no dudé en abrir la puerta.
Al ver el rostro de un desconocido me sorprendí.

-¡Tío Bryan! –Dije, probablemente el esperaba a alguien. Escuché los pasos de mi tío acercándose cuando sin retirarme el hombre empezó a hablar.
-¿Es usted Nathalia María?
No le respondí, me quedé muda. Unos nervios me entraron, casi lloraba, yo no había hecho nada malo como para que me estuviesen buscando de esa manera. El haber estado internada me dejó muy sensible, es horrible que te lleven a un hospital de locos donde no quieras estar y te traten como uno igual.
-¡No! –Exclamé y empujé la puerta, pero el hombre la detuvo evitando que la cerrara, di varios pasos hacia atrás.
-Tengo una encomienda para ella. La señora sabe de qué se trata. Disculpe la molestia y que pasen buenos días.
El individuo extraño dijo esas palabras y se retiró, mi tío cerró la puerta y se acercó a mí con el paquete.
-¡No me des eso! –dije con enojo escondiendo los brazos para esquivarlo.
-¿Por qué te pones así? ¡Es un regalo! –dijo mi tío Bryan con una sonrisa.
Ubicó el paquete pequeño cuadrado en la mesa y levantó un poco la tapa para mirar su contenido.
-¿Qué es? –dije frunciendo el ceño.
-Una torta. ¡Esoooo! ¿Quién es tu nuevo pretendiente? –Dijo sonriendo.
-Nadie, yo no tengo pretendiente –expresé con enojo.
-Vamos, no lo escondas. Sé que no pediste un delibere por tu extrañeza. Fue una sorpresa, acaso no sabes quién está tratando de conquistarte.
-No, no lo sé, ya no soy popular como antes, más bien cuando voy a la escuela siento que soy invisible –dije un poco melancólica. Algo que extrañaba de mi antigua vida era la alegría de mi personalidad, la capacidad para hacer nuevos amigos y la cantidad de hombres que me rodeaban desesperados por estar conmigo. Y ahora estaba al tanto que ya eso no era igual.
Mi tía salió de su cuarto con un tobo de agua sucia y un trapeador en la mano. Observé que su mirada divisó el paquete colocado en la mesa y dijo.
-Veo que trajeron la encomienda. Al principio estaba pendiente de recibirlo pero me distraje.
-¿Lo estabas esperando? –Le pregunté.
-¿Es para ti? –Indagó mi tío.
-Para Nathalia.
Dijo mi tía y siguió hasta el área del lavandero a desocupar sus manos, con impaciencia la seguí mientras le preguntaba.
-¿Sabes algo al respecto?
-Temprano llamó un señor, que te iba a enviar algo tuyo de lo de ayer, algo así –Respondió Carlota con algo de inseguridad. Y luego vino a mi memoria el nombre… ‘‘Nathalia María’’, fue lo que había mencionado el desconocido que trajo el paquete, nadie me llamaba así…
‘‘Darwin… Le dije que ese era mi nombre completo –Y mi análisis descubrió lo que pasaba- ¿Darwin me mandó una torta?’’
Corrí a la cocina y revisé el empaque. Una porción bastante grande de torta divisó mis ojos, reconocí la decoración, era de la fiesta de la niña.
-¡¿Qué cree que hace?! ¡¿Me echó de la fiesta y me manda la torta de cumpleaños?!
-¡Comparte con nosotros! –Gritó Bryan mientras leía el periódico en el sillón de la sala.
-¡Cómansela si quieren! Por mí la boto en la basura. Ese hombre… No le da vergüenza.
-¡Tampoco vas a despreciar ese sabroso postre solo porque estas enojada con el muchacho! -Habló alto para que yo lo escuchara desde la cocina.
-¡No es ningún pretendiente Tío Bryan! Si supieras… -Le grité y luego hablé bajo para mí- No sé qué es lo que Darwin trama con esto. Tengo lo que buscaba, ahora no me dejaré humillar por él.
Me di media vuelta y me encerré en mi cuarto.
-Hasta mi preciado domingo ese profesor guapo de la secundaria me lo quiere estropear –me dije con enojo. Coloqué la laptop en mis piernas para revisar las redes sociales.
Me sentía muy vacía, enojada y deprimida. Ese sentimiento decadente que surgió en mí luego de que mis padres fallecieron. Lo lograba controlar con estupefacientes… Arrugué la frente y giré la cabeza para alejar el recuerdo del sabor que aquello producía. Estaba consciente de que ese mundo era una perdición y ya que aparentemente no sentía ese vicio debía alejarme de las drogas para siempre, después de las cantidades de charlas de gentes que destruían sus cuerpos por dentro y morían jóvenes, prometí que jamás sería uno de ellos.
-Debería hacer algo diferente, meterme en un corcuso de belleza o empezar a salir con un buen chico –dije al toparme con videos de mujeres influencer, me gustaba escucharlas como hobbies. Frecuentemente me hacían subir la autoestima.
La vibración del teléfono me hizo levantarlo, tenía un mensaje nuevo… ‘‘Hola Nathalia María, Espero que hallas recibido mi encomienda. Ayer te fuiste sin cantar el cumpleaños, quiero disculparme, en realidad agradezco tu trabajo’’.
-¡¿Disculparse?! ¡Y cree que lo voy a perdonar con recibir un pedazo de torta!
Me enojé al leer el texto enviado por Darwin. No podía sentirme contenta por el maltrato psicológico que me hizo. Me había despreciado por ser Nathalia y a las paredes de mi cuarto le juré que jamás lo perdonaría, porque después, sé que volvería a humillarme.