Capítulo 37
1455palabras
2023-04-12 06:29
Mis zapatos deportivos fucsia fosforescente pisaron la acera luego de bajar del edificio de mi vivienda. Llevaba un pantalón de algodón rosado y una franela blanca, de peinado me hice dos moños cada uno en extremo arriba de la cabeza y mis ojos estaban cubiertos con una máscara de carnaval.
Un disfraz un poco raro, ya lo sabía, quizá no iba a funcionar para ocultar mi identidad. Por suerte en un bolso llevaba una máscara que podría cubrir mi cabeza completa. Al bajarme del taxi me la coloqué y me acerqué a la entrada del club especificado.
-¿Por qué Darwin al tener una vivienda tan grande decide hacer la fiesta en un club? -Me pregunté y mi simple respuesta fue…- Eso es lo que hacen las personas que tienen dinero.

-¿Eres la recreadora? –Preguntó un vigilante en la puerta.
-Así es –le respondí y de inmediato me dejó pasar.
La música sonaba a gran volumen, pasé por el área de recreación donde estaban varios parques inflables y me asomé por una puerta donde hallé hermosas decoraciones en rosado, blanco y otros colores pasteles; se adornaban con cortinas, manteles, globos e imágenes grandes de princesas.
-Creo que no estoy vestida para la ocasión - me dije tratando de visualizar mi cuerpo desde los agujeros de la máscara.
-¡Mami mira! ¡Es Minie Mouse!
Volteé al escuchar a un niño que me señalaba. Me acerqué para abrazarlo y su madre insistió para que nos tomáramos una foto en uno de los puntos de decoración.

No tenía porque sonreír, mis labios estaban ocultos a través de la tela, pero eso no impedía que mis palabras se escucharan.
Había muchos niños por todas partes, antes no tenía experiencia en recreación hasta que me tuve que aguantar varias horas de videos de internet. De aquel modo recibí mi aprendizaje.
Jugaba con los niños mediante rondas y dinámicas, gracias a que unos de los protocolares me entregó una bolsa de caramelo, ese recurso me ayudó a contentar a los pequeños.
No había ido allí solo para trabajar, el sol casi se ocultaba y no había conocido a la cumpleañera.

-Señorita, la solicitan por aquí, sígame.
Le estaba pintando la carita a un pequeño cuando un muchacho llamó mi atención. Dejé mi labor y lo seguí hacia el interior del club.
Frené mi paso al observar a Darwin sentado en una mesa, a la señal del joven que me acompañaba comprendí que era el jefe quien solicitaba mi presencia.
-‘‘Nathalia, él no va a reconocerte, tienes una máscara puesta’’-Me hablé mentalmente en segunda persona. Acerqué mis pasos y me senté en la silla frente a él.
-¿Usted es quién me contrató? Mucho gusto, soy María – hablé con alegría, extendí mi mano y él me recibió el saludo.
-Muy bien María, me han dicho que estas entreteniendo a los niños a la perfección.
-Sí, ellos están disfrutando mucho la fiesta –opiné.
-¿Trajiste tu currículum?
-¿Qué? –Dije extrañada por esa pregunta.
-Siempre me gusta conocer a mis empleados, así los puedo volver a contratar nuevamente cuando lo requiera.
-Ah ok. No sabía eso, no lo traje.
-Me lo envías luego por correo electrónico.
-Está bien, ¿ya puedo continuar con el trabajo? Los niños me necesitan –le dije señalando al área recreativa. Quería irme antes de que pudiera identificar mi voz, sentía nervios de que eso pudiese ocurrir.
-Espera… ¿Puedes quitarte la máscara un momento? Déjame ver tu cara.
Los nervios que tenía prisionero empezaron a desatarse como una manada de animales por todo mi cuerpo.
-Ah sí, es un disfraz que tenía guardado de carnaval, el personaje favorito de las niñas. Hubiese sabido que la temática era de princesas me hubiese disfrazado de una de ellas.
-Pues sí, olvidé mencionártelo. Aunque eso no es ningún inconveniente –expresó e intenté seguir cambiando la conversación para que olvidara su intención.
-Todo está muy bonito, ¿y dónde está la cumpleañera? Aún no la he visto –dije moviendo la cabeza de un lado a otro mientras miraba a mi alrededor. Me levanté de la silla.
-Debe estar con la tía.
Él también se levantó y me miró fijamente. Mis nervios volvieron.
-Bueno ya debo irme.
-¿Tienes esa máscara pegada con una cola fuerte? –Dijo sonriendo.
-Ah no, es que los niños piensan que Minie es de verdad, sería una decepción para ellos que vieran que su personaje favorito es una mujer disfrazada –Rogaba al cielo que mi escusa fuese suficiente.
-Entiendo, luego hablamos –sonrió- Espera… no te he hablado del pago.
-No hay problema, aceptaré lo que usted me ofrezca, de igual modo ya estoy aquí –dije y apuré el paso dejando a mi jefe atrás. Un alivio me dio, por poco me descubre la identidad.
No sé si fue por las fotografías antes vistas o por un instinto que me quedé paralizada, sentí una extraña emoción inexplicable al tener a una bella princesita al frente.
Vestía con tul rosado, dos moñitos completaban su peinado más una pequeña coronita en el medio de la cabeza. Introduje mis dedos entre la máscara para llegar a mis pupilas y escurrir mis ojos empañados por las lágrimas.
Ella estaba de pié y su pequeña mano sostenía a una más grande, la de una señora muy elegante.
-¿Es la cumpleañera? –Pregunté nerviosa.
-Sí, es la hija de Darwin –me respondió con toda la información que necesitaba.
Me agaché para llegar a la altura de la niña y la abracé con todas mis fuerzas, no pude contener la fuga de líquido lagrimoso que inundó mis párpados. Por fin la estaba conociendo, pero ella era la hija de mi profesor. Pero ¿será Darwin el padre de mi hija?
La cargué y me la llevé al sitio de recreación.
-Ven vamos a jugar, dije para evitar a su representante.
Había un cincuenta por ciento de probabilidad de que la pequeña estuviese en brazos de su verdadera madre. Pero el otro cincuenta por ciento podría ser negativo, yo podría estar equivocada y he perseguido a mi profesor de matemáticas por todos lados sin necesidad.
Era el momento de descubrirlo, gracias a mi nueva personalidad, María la Minie Mouse recreadora tenía el control sobre la pequeña. Lo que Nathalia no pudo hacer y ese nombre que el jefe no querrá escuchar. No debía perder tiempo, debía continuar con mi plan propuesto. Y Para eso nos acercamos a un castillo inflable vacío.
-¡La nena quiere brincar! La princesa debe entrar a su castillo –dije con entusiasmo para despistar cualquier mirada que viera en mí una personalidad sospechosa.
Me quité los zapatos y los de ella también y entramos a la atracción inflable. Seguidamente abrí mi bolso de tela que colgaba en mi hombro y saqué un chupón, lo introduje por pocos segundos en la boca de la bebé lo retiré y lo tapé con su tapa protectora conservado la saliva en su interior.
No debía conformarme con eso, me senté con ella como pude y mientras mi cuerpo bailaba por el gelatinoso asiento, le quité las colitas y la peiné con mis manos, tenía poquito de cabello, pero en lo que se me enredó un cabellito le empecé a amarrar los moñitos que tenía nuevamente.
Gracias a la clase de bilogía sabía perfectamente las diferentes maneras de tomar una muestra de ADN para una prueba parental.
Inesperadamente Darwin se acercó.
-¡Ashley! ¿Estás jugando con la Minie Princesa?
-¿Ashley? –Me pregunté, por alguna razón no había escuchado su nombre anteriormente.
La pequeña estiró los brazos hacia su padre para ser cargada por él.
-Se había despeinado, le dije sonriendo –Me había capturado haciéndole el moñito.
Mientras él le colocaba los zapaticos a su hija yo intentaba calzarme los míos. Inesperadamente se acercaron dos niños grandes y me empujaron hacia el interior del castillo.
-¡Ehhhhh!
-¡Ahhhhh!
Empezaron a gritar como si le hubiesen dado cuerdas, brincaban sentados a mi lado haciendo que fuese imposible levantarme.
-¡Minie mala! ¡Minie mala!
-¿Por qué soy mala? –Pregunté con enojo y extrañeza.
-¡No me distes regalo!
-Niño, fue porque perdiste en la rifa.
Yo discutiendo con el niño malcriado cuando Darwin aún no se había retirado, pensaría él que no tenía control de grupo.
Intenté levantarme y me fue imposible porque empezaron a golpearme, inesperadamente la máscara quedó fuera de mi cabeza. El alivio que sentí era que podía respirar mejor, apreté el brazo de un niño para defenderme cuando escuché la voz de Darwin.
-¡Dylan! ¡Rodolfo! ¡Respeten! ¡Dejen a la recreadora en paz!
Inmediatamente los niños acataron la orden y derechitos salieron del castillo y se fueron.
-¿Estás bien? Preguntó Darwin asomándose al castillo y tomándome de la mano para levantarme.
-‘‘¡Oh no! ¡¿Qué haré?! Tengo mi rostro descubierto. ’’
Era muy tarde para ocultarme, Darwin estaba a punto de descubrir mi identidad…