Capítulo 30
1446palabras
2023-04-12 06:25
*Narración por Darwin.
Traté de borrar ese pensamiento de Nathalia cuando me disponía a revisar los exámenes, me acordé de los momentos en que la recibía en mi casa para enseñarle, había sentido una alegría verla aprender…
Empecé a buscar entre el cerro de hojas la evaluación que por curiosidad quise revisar primero.
-Bien… muy bien… excelente… –decía mientras con mi vista seguía cada procedimiento de los ejercicios-. ¡Very good! -Exclamé en inglés.
Me llegó a la cabeza la escena del salón de clase cuando tuve que regresarla a su puesto para que completara el examen. –Si sabía cómo resolverlos… ¿por qué su insistencia en entregar la hoja en blanco? –Me pregunté- ¿Será por algo personal? Jamás le hice nada malo como para que tomara la materia con desprecio.
-¿Qué es esto? –Dijo mi mujer apareciendo en el área del balcón donde yo me encontraba, me gustaba pasar el tiempo al aire libre.
Yoskarly poseía un pantalón blanco, unas sandalias bajas y una blusa negra con faralaos, su cabello un poco despeinado me indicaba que se estaba arreglando para salir.
-¿Qué? –Le pregunté sin entender a lo que se refería.
-¿De quién es esto? –Volvió a interrogar.
Ante su insistencia retiré de mi cara los lentes para leer y observar a la distancia el objeto que tenía en su mano. Un tubo pequeño de un centímetro de ancho por menos de diez de largo, debido a mi experiencia en artículos de belleza supuse que era…
-¿Un labial? ¿Y dónde estaba? –dije intrigado al observar una especie de reclamo en ella.
-En el baño principal. Le pregunté a la que nos limpia la casa y Susana no tiene idea de esto. Le creí. Es de un material fino, de un color claro y dudaba que fuera utilizado por una señora de cincuenta años.
-¿Y qué quieres que yo haga? Si no le pertenece a la señora puede ser de la peluquería –le contesté, pensando que es su costumbre armar un drama por cosas insignificantes.
-No es la marca que solemos usar, además está gastado –me dijo con enojo y le quitó la tapa al objeto mostrando una pequeña barra de color rosa.
-Si no sirve bótalo –dije entre risas.
-No tienes familia en esta ciudad y no sueles recibir visitas. ¿Metiste a una mujer en la casa cuando yo estaba ausente?
-¿Qué?- Pregunté con extrañeza. Divertirme con mujeres no era mi costumbre, además de que trataba de serle fiel a Yoskarly.
Luego vino a mi memoria la imagen de Nathalia, probablemente se le había quedado eso a ella.
-¡Me has engañado!
-¡Claro que no! –Expresé con enojo- Y yo soy el que debería desconfiar de ti. Tuve que buscar a la niña a media noche a casa de una amiga tuya, jamás entendí por qué no me la pudiste traer si ibas a estar ocupada. Y anteayer observé tu pasaporte. ¿Saliste del país?
-Todo lo hago por trabajo y lo sabes, traigo mercancía de lejos.
-Debiste haberme avisado. La niña no tiene documentos, ¡¿dónde la dejaste?! ¡En casa de tu amiga todo este tiempo!
-Igual no la ibas a poder tener en las mañanas ya que das clases en la preparatoria.
-Ese era un asunto mío que yo debía resolver. Yo aseguraba que la bebé andaba con la mamá y resulta que la dejaste con una extraña que ni siquiera sé cómo la trata.
-No es una extraña, ella es una persona de confianza.
-¿No te parece que lo tuyo fue una mentira? ¿Y qué hacías en Estados Unidos? ¿Dónde está la mercancía?
-La encargué, no podía traerme todo eso bajo el hombro.
-¿Y esperas que te crea? Vas de compras y lo único que tres nuevo es la ropa interior puesta.
-Sabes que evito repetir mucho la ropa interior por higiene. Y además, me cambiaste la conversación, aún no me has dicho de quién es el labial.
-Debe ser de esa colegiala, probablemente se le quedó cuando estuvo aquí.
-¿Una colegiala? –Yoskarly colocó una cara de repulsión.
-Sí, vino un día a que le explicara un ejercicio de matemáticas. Y tú pensando que te estoy engañando con otra mujer –expresé con cara de burla.
-Aun así, eso no me lo dijiste –dijo sin hallar más palabras que meterle al comentario.
-Porque tú si me comunicas mucho las cosas- expresé en tono sarcástico.
Con cara de odió tiró con fuerza el objeto dentro de la papelera que tenía a mi lado. Y se dio la espalda contorneando las caderas de lo narcisista.
Volví a lo que estaba haciendo antes. Miré la evaluación de Nathalia e instintivamente mi cabeza bajó a ver al el maquillaje introducido en la cesta.
Metí la mano y lo tomé…
-¿Será que se lo devuelvo? Así me disculparé con ella por haberla hecho sentir mal.
****
*Narración por Nathalia.
Llegué con el ánimo por el piso a mi segundo día de mi primer trabajo.
-Con razón lo llaman trabajo, porque es trabajoso- dije al entrar por la puerta.
-Querrás decir entonces empleo –Me dijo mi compañero camarero mientras pasaba un paño húmedo por encima de las mesas.
-Hola Jhon –Fui a poner mi bolso en el área de cosas personales de los empleados y me coloqué el delantal.
-Hola Nathalia. Tengo un año aquí y la manera de no ver el trabajo como algo frustrante y agotador lo enfoco desde otro punto de vista. Gano dinero para pagar mis estudios y además conozco gente nueva diariamente.
-Ganar dinero es lo único para lo que deberíamos estar laborando, pero, ¿conocer gente? Mejor me voy a una discoteca.
Y me quedó flotando esa frase en mi cabeza. ‘‘¿Pagar mis estudios?’’. Jamás imaginaría trabajar en un sitio como este para que todo mi dinero se quede en la escuela. ‘‘¿Un año? ¿Haciendo labores de personal de mantenimiento?’’. No quería ni imaginármelo, es humillante. Solo pienso trabajar hasta conseguir la cantidad requerida para la prueba de ADN, es todo.
Volteé para todos lados, y vi al personal haciendo funciones sin indicaciones, supuse que ya conocían la jornada. Pero yo… ¿Qué me tocará hacer hoy? Ojalá no me pongan atender los clientes de nuevo, prefiero estar detrás del mostrador despachando los dulces.
-Tú, aquí.
-‘‘Que manera de tratar a un personal’’- dije mentalmente acercándome al supervisor que se dirigía a mí –Soy Nathalia –le hice saber mi nombre para que no me tratara como cualquiera.
-Bueno Nathalia, sirve los cafés.
-¿Cafés? ¿Y dónde está la cafetera?
Ante mi pregunta el supervisor me señaló hacia unas máquinas de aluminio grandes y se retiró.
-¿Donde? ¿Cómo hago un café aquí?
-Tienes que sacarlo por el dispensador –Se acercó mi compañero Jhon, tomó un vaso de plástico y presionó la máquina –Y le haces la forma de la hojita o el trébol. Si te piden con leche debes saber qué cantidad de cada uno colocarle y aquí está el chocolate para el capuchino.
-¿Y tú quién crees que soy? ¿Una barista? Se hacer café en cafetera, pero si los clientes quieren una combinación extraña de líquidos o figuras geométricas en su bebida vas a tener que venir a ayudarme.
-Lo siento, yo sirvo los jugos, ya debo empezar a licuar y embazar. Pídele ayuda a Mersi –Señaló a la chica de los pastelitos.
Ella, al escuchar la conversación volteó y me remiró los ojos con una cara de odio, comprendía que hacer esas labores no eran nada divertidas, pero tratarme a mi así era una falta de respeto contra su nueva compañera.
El supervisor me hizo señas.
-Si no sabes hacer cafés vamos a la cocina.
‘‘Quizá sea mejor’’ –dije en mi interior- Así no pasaré pena en la sociedad mostrándome como una camarera, me daría mucha vergüenza que algún conocido me reconociera.
-¿Y qué haré yo? ¿Preparar hamburguesas, freír arepitas dulces? –Pregunté observando todo el lugar. Recordando que esos eran los menús que hacía cuando mi tía no quería cocinar.
-Lava lo que está en el fregadero.
-¿¿Qué??- Me acerqué con mucho temor al área de solo agua, espuma y mugre. El oficio menos favorito para mí. – ¿Qué es lo primero que tengo que hacer? -Me dije sabiendo que tenía que agarrar una esponja y meter mi mano en el agua grasosa para dejar la vajilla impecable.
Miré mis uñas esculpidas, y les decía adiós a la decoración que se llevó mi mesada completa y tres horas de mi valioso tiempo.
-Traté de abrir la llave e improvisadamente me quedó la manilla en la mano, el agua estaba a presión que me salpicó el cabello, la cara y mi ropa, es decir, todo lo precioso de mí.
-¡Ahhhh! ¡¿Qué es esto?! –Grité desesperadamente sin hallar como detener ese diluvio.