Capítulo 29
1473palabras
2023-04-12 06:24
Saqué la hoja grande de rayas horizontales y mi mano escribió los enunciados de matemática. Al darme cuenta que el profesor giraba su vista hacia mí a cada cinco segundos no fui capaz de concentrarme.
Me levanté, tome mi bolso y coloqué la página sobre el escritorio.
-Espera señorita ¿a dónde va? –La voz de Darwin me hizo frenar el paso.
-Me voy, quien entregue el examen se va yendo ¿cierto? Es la costumbre -dije cuando todos mis compañeros aún seguían en sus puestos.
-Aun no has terminado, casi no has resuelto nada –me dijo mientras leía mis letras y números copiados en la hoja- La hora de clases no se ha acabado, aun tienes chance de completar lo que te falta.
-Si lo entregué es que no sé más nada, así que debería irme – dije con voz egocéntrica-. En realidad eso era lo que quería, salir corriendo. Su expresión me intimidaba y no quería ni verlo.
-Si sales por esa puerta te llevas esto. ¿Qué nota piensas sacar aquí? Es decepcionante.
Quise dejarlo con la mano estirada e irme, pero al voltear me di cuenta de que me estaba regañando al frente de la clase, así que tomé mi hoja de examen y aproximé mis pasos hacia mi puesto. Sacar buena nota ya no me importaba, mi interés era pasar de año aunque fuera con una calificación media. Pero ya era hora de dejar de seguir teniendo el papel de ‘‘la peor de la clase’’.
Leí bien los enunciados, y trate de desplazar el desprecio que tenía hacia Darwin por el buen recuerdo de las veces que me estaba enseñando. Recordé las explicaciones y pude llenar las páginas completas con los procedimientos llegando a los resultados.
Me dirigía hacia el exterior de la escuela, por más que perdí tiempo discutiendo con Darwin no fui la última en entregar.
-Y el profe tuvo que obligar a la tonta de Nathalia a completar el examen -expresó Laura en forma de burlas acercándose a mí.
-Para que por lo menos sacara algo de notas. Ja,ja,ja –Dijo Roxelis entre risas.
Yo veía a las sifrinas con enojo, ellas siempre aprovechaban cualquier ocasión para burlarse de mí. No las aguanté más.
-¡Él solo quería que yo lo intentara una vez más! ¡Sabía que podía resolver correctamente la evaluación!
-¿Que vas a estar sacando buena nota tú? Si ni siquiera prestas atención en clase. Jamás intervienes. Todos lo saben –Dijo Laura con repulsión.
-Nathalia, no le hagas caso, sabemos que tú te preocupas por estudiar –dijo para defenderme mi amiga Valeria.
-Para sus informaciones, el profesor me ayuda, me explica en los ratos libres. –Expresé con orgullo.
-¿Cómo? ¿Clases particulares? –Preguntó Roxelis con extrañeza.
-¿Quién? ¿El profesor Darwin? -Interrogó Laura.
-Sí, y se sorprenderán cuando saque buena nota.
-¡Pero que mentira tan grande Nathalia! –Exclamó Laura con asombro.
-Ve hasta dónde has llegado para creerte la gran ‘‘cosota’’, tus engaños saldrán a la luz cuando se dé a conocer tus calificaciones –dijo Roxelis.
Se dieron la espalda y yo seguí bebiendo mi jugo convencida de las palabras que mi boca había soltado.
-¿Eso es enserio Nathalia?
-Claro Valeria, pero ya no me va a seguir enseñando; me molesté con él.
-Ojalá yo tuviese esa suerte, debiste haberla aprovechado.
-No es necesario. Puedo estudiar sola.
Por fin les había ganado una, y si me volvían a molestar las golpearía, ya no iba a dejar que cualquier chica pretenciosa me hiciera sentir mal.
****
No podía creer lo que haría, siempre miré con indiferencia a las camareras de las cafeterías, hasta una vez mandé a servir el capuchino de nuevo porque le faltó leche.
-Ojalá mis clientes me traten bien –dije al entrar al lugar donde sería mi primer día de trabajo.
Miré mi uniforme y delantal en mi cuerpo con repulsión y me dirigí a mi supervisor.
-¿Donde será mi puesto de trabajo? ¿Sirvo los pasteles de queso? – Pregunté. Esa era la labor que me entusiasmaba ya que parecía relajado, veía a la chica sacarlos del calentador de exhibición y colocarlos en los platos. Rogaba que la respuesta fuese positiva.
-Atiende ahí a los clientes en las mesas, pídeles la orden -Me dijo el joven flaco cuando contaba un dinero de la caja registradora.
-‘‘¡No! ¿Por qué eso?’’ –Me quejé en mis pensamientos. Atención al cliente era el oficio que más me desagradaba, de cualquier modo sabía de qué se trataba, debía colocar una sonrisa fingida a personas desconocidas cuando realmente me caen mal solo con mirar su presencia. Difícil para mí, no era algo de mi personalidad.
-A la orden –Me acerqué a una familia de cuatro personas.
-¿Puedes darnos el menú? –Me preguntó el señor gordo sentado en una silla.
-¿Menú? ¿Acaso no sabe que quiere comer o tomar? –Le pregunté.
-No, no acostumbramos a venir aquí –dijo el hombre.
-Sí, tráenos un cartoncito de esos donde salen los precios.
Respiré profundo para no tratarlos mal, era una simple panadería – pastelería y además todo lo que se vendían estaba en exhibición. -¿Por qué no se paran y miran ellos mismos?- Mi enojo aumentó al ver al lado izquierdo el tremendo aviso en la pared con las indicaciones que ellos necesitaban.
-¿Hay algún menú impreso para mostrarles a los clientes? -Le pregunté a la chica que atendía los pastelitos.
-Sí, por ahí deben estar, quizás en las mesas.
‘‘Una respuesta poco específica’’ –Dije en mis pensamientos con angustia.
-¡Cuidadooo!
La voz de otro empleado impidió que me quemara con el café caliente. Él llevaba la taza en la mano y por andar en el medio casi me lo derramaba encima.
-Hasta tengo que tener cuidado de no sufrir un accidente laboral- Me dije a mí misma, y luego con desesperación me dirigí al muchacho- ¿¡Dónde hay catálogo de menú!?
-Aquí está –Tomó una tabla impresa de una mesa vacía y me lo entregó en la mano.
Me acerqué a la familia y anoté su orden. Por suerte los atendí bien y ellos quedaron agradecidos.
-Olvidaron su dinero en la mesa –dije al ver que se pararon y dejaron un par de billetes en el plato, me extrañó, ya ellos habían cancelado en caja.
-Es para ti, te dejaron propina -Me dijo mi compañero.
-¿Qué? ¿Y qué creen que estoy? Mendingándoles. Para eso trabajo.
-Fue una muestra de agradecimiento por tu servicio, si no lo quieres, dámelo a mí.
-Agárralo –dije cruzando los brazos- Prefiero esperar mi pago semanal.
-Es la ayuda que tenemos diaria –Tomó el dinero y lo introdujo en el bolsillo de su pantalón-. Nos sirve para pagar el transporte o para tomar un refrigerio.
-Pero aquí hay de todo, me imagino que podemos comer lo que sea ¿verdad?
-No –fue su respuesta- Si quieres algo tienes que pagarlo, solo les dan almuerzo a aquellos que trabajan corrido. Desde la mañana.
Fruncí mi ceño, mi horario empezaba a las dos de la tarde.
-Por cierto, cuál es tu nombre chica nueva.
-No, me digas así. Mi nombre es Nathalia –Ese sobrenombre me recordó al primer día de clases de este año. Fue incómodo.
-Mucho gusto Nathalia, soy Jhon –Me extendió la mano y expresó una sonrisa. Tuve que apretarle la mano para no rechazar su saludo. Pero no estaba contenta de hacer nuevos amigos en un ambiente de trabajo poco agradable para mi gusto.
Otro cliente llamó mi atención. Se trataba de un hombre gordo y bien vestido, como de unos cuarenta años.
-Buenas tardes –Dije al acercármele.
-Buenas tardes señorita, me dos hamburguesas maxi, más un refresco grande, una ración de papas fritas y medio pollo.
-¿Para llevar verdad?
-No, para comer aquí.
Ante su respuesta me fui al área de preparación de comida rápida con la extrañeza por la cantidad de alimentos que ordenó para él solo.
Llevé la bandeja con el pedido y acomodé los platos en la mesa.
-¿Algo más? –dije antes de retirarme.
-Sí, ¿me puedes dar tu número de teléfono? –respondió el gordo con otra pregunta.
-¿¡Qué!? Ah, el número del establecimiento para pedir comida mediante delibere –asumí.
-No, el tuyo. Eres una muchacha muy bonita y me gustaría conocerte.
-¡¡¿Ah?!!
Me enojó demasiado ese comentario, eso si no, no iba a soportar acosos de viejos millonarios que quieren aprovecharse de empleadas jóvenes y bonitas.
-¡Respete por favor, soy una mujer casada y con hijos!
-¿Cómo? –Me miró de arriba abajo con confusión.
-Te ves muy joven, pensaba que estabas soltera, disculpa.
Me voltee para seguir con mi trabajo, mientras pensaba. ‘‘Cualquiera cae, ellos piensan que el dinero va a comprar el amor’’.
Y luego deduje. No todo lo que expresé fue mentira, en realidad soy adolescente y por una razón de la vida tengo una hija… y la voy a encontrar. Así tenga que soportar este trabajo. Debo conseguir el dinero para la prueba de ADN.